Robert Gilles Redondo: El comando del golpe

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El expresidente, de origen ilegítimo, Nicolás Maduro, declarado así por la Asamblea Nacional de acuerdo al artículo 233 constitucional el pasado lunes 9 de enero, ha decidido establecer el Comando Antigolpe, presidido por el narcoterrorista Tareck El Aissami, vicepresidente de la República. Esta patraña institucional que el Estado fallido y forajido impulsa como máximo órgano de represión y persecución política contra la oposición democrática del país debe mantenernos alertas, no tanto por sus funciones sino por aquello que podría venir de añadidura.

Además de toda la sociedad venezolana, pese a su avanzado estado de anomia, el chavismo es el mayor interesado en la salida de Nicolás Maduro. Léase bien, el chavismo. No el madurismo. Son las dos caras de esta anacrónica revolución que sobrevive, sin duda, a los últimos días de su agonía. El Comando Antigolpe es un mecanismo para sofocar la necesidad evidente que tienen las mafias chavistas (narcos, terroristas, corruptos, etc.,) de evitar la catástrofe final que los arrastrará al precipicio histórico al que se condenaron después de devastar a Venezuela.





Pese a la insistente lealtad que se le asocia a El Aissami con Hugo Chávez, no tenemos por qué creer que es así en la realidad y mucho menos después de cuatro años de la muerte del Comandante. El Aissami es uno de los personajes más oscuros dentro de toda la oscuridad chavista-madurista. Sus vínculos con grupos terroristas del Medio Oriente como Hezbollah, a quienes representa y comanda en América Latina, así como su participación activa en diversas mafias delincuenciales y narcotraficantes, lo convierten en un bastión al que Maduro no puede renunciar por cuanto es menos peligroso que el gran capo del narcotráfico Diosdado Cabello.

Esta resteada final de Maduro, para echar el todo por el todo, no puede ser subestimada. Y menos ahora que la dirigencia partidista de la MUD se ha extraviado en sus propias trampas. El madurismo y el chavismo, sin lograr ponerse de acuerdo, están dispuestos a utilizar al país como escenario de sus cruentas luchas internas. En el desarrollo de éstas no tengamos dudas que los eslabones de la auténtica unidad nacional, esa de las fuerzas vivas que están realmente conscientes de la urgencia histórica que nos apremia, serán golpeados y forzados a desistir. Entonces no podremos ceder y tendremos la histórica responsabilidad de no seguir vacilando. Entre más cercano está el final de estos tahúres y delincuentes, así como el de sus cómplices, más peligroso se hace el camino inexorable de nuestra libertad que al final nos hará libres.

Cada día cobra más vigencia el exhorto a los sectores institucionalistas de las Fuerzas Armadas para que, lejos de permitir el suicidio que representaría su indiferencia en las horas venideras, asuman con coraje y en reivindicación de su propia estirpe el sitio que les corresponde históricamente: estar al lado del pueblo.

Los días por venir serán oscuros. Muy oscuros. Decirlo no es profecía del desastre ni el resultado de un sesudo análisis. La historia del país así nos lo comprueba en su mágico desandar cíclico. La desesperanza es aquí y ahora el sentimiento antinatura. No podemos permitir la victoria moral del chavismo-madurismo sobre nuestros espíritus. Tenemos que comenzar a pisar con firmeza las calles de la rebelión y de la desobediencia civil porque así nos lo demanda la historia.