Karl Krispin: ¿Malvados o estúpidos?

Karl Krispin: ¿Malvados o estúpidos?

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A medida que la civilización avanza aunque no sepamos para dónde, crece nuestro dominio de lo material a la vez que nuestra forma de ser se serializa. El patrimonio cultural de lo que somos se vulgariza y todos quieren parecerse a todos. El universo massmediático ha creado fetiches de imitación. La moda uniforma y aliena, los prejuicios florecen y los políticos desprecian lo que parezca inteligente o racional. En estos días la imagen de la extremista francesa Marine Le Pen recorría las redes esperando a que el todopoderoso Trump la recibiera en su torre de oro. Querían estrecharse las manos. Se acusa el crecimiento de los pacotilleros de extrema derecha pero no se indica con igual ímpetu a la mafia de la izquierda radical del Foro de São Paulo, heredera de la maldición castrista que viene destruyendo todo a su paso. Si algo saben multiplicar los comunistas es la miseria. La política se ha convertido en ruido y espectáculo. Bastarán unas pocas frases escuetas pero bien repartidas y presentadas, para que la aldea global las haga suyas como santo y seña de una repetida tendencia. Las ideas reposan mortuoriamente en bibliotecas clausuradas por el imperio de la imagen y vamos ahora de hashtag en hashtag. Es la estupidez a sus anchas.





Carlo Cipolla se dedicó a la historia y a ironizar sobre ella. En su Allegro ma non troppo (Crítica, 2009) dedica su segunda parte a “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, para de paso burlarse del propio lector. Su tesis es que el mayor deterioro que se comete es el de la estupidez, que subestimamos el número de estúpidos, y que el daño del estúpido, que desconoce serlo, causa perjuicios incluso a sí mismo. De allí que nuestro profesor de Pavía y Berkeley sostenga que la malignidad es preferible a la estupidez por sus consecuencias. Llega a decir que “si todos los miembros de una sociedad actuaran malvadamente por turnos regulares…se hallaría un estado de perfecta estabilidad”. La acción del estúpido, insiste Cipolla, implica el empobrecimiento de la sociedad entera.

Nos preguntamos si nuestros estadistas son estúpidos o malvados. El autor señala que la estupidez existe urbi et orbi y que lógicamente los gobiernos no están a salvo de ella. Nos cuestionamos recurriendo al sentido común si las decisiones que toman están ligadas al mal por la catástrofe general que obtienen. Nos engañan las impresiones iniciales. Detrás de lo que a primera vista luce como conspiración de lo perverso, se esconde un estúpido que no se ha dado cuenta de que lo es. Que viste ingenuamente el disfraz de lo vil que lo cubre para engaño de todos.

@kkrispin