Marasmo, por José Domingo Blanco (Mingo)

Marasmo, por José Domingo Blanco (Mingo)

José Domingo BlancoEsta semana me reincorporé por completo a mis labores. Enero siempre me ha parecido un mes que se toma su tiempo para arrancar. Y este no ha sido la excepción. Sin embargo, hay situaciones en el país que no tuvieron ni descanso ni tregua en diciembre; sino por el contrario, duplicaron sus horarios y operaciones. Por ejemplo, la delincuencia siguió haciendo de las suyas durante las fiestas navideñas. Y los Reyes Magos, en vez de oro, incienso y mirra, nos trajeron a un Maduro “Recargado” con ideas “brillantes” para hundir aún más al país, destruirlo por completo y deleitarse bailando salsa –con Cilia- sobre los escombros.

 

Es decir, en los primeros días de 2017, no logramos sacudirnos la pesadumbre que venimos arrastrando desde hace ya algunos años; porque, los días en Venezuela no pintan prometedores. ¡Y ni siquiera las uvitas del cañonazo de las doce pudieron llenarnos de esperanza! Es más, muchas de las advertencias que hice a finales de 2016, se cumplieron: los billetes nuevos –esos que servirán para recordarnos todos los días lo poco que vale nuestra moneda-  no llegaron en la fecha prometida por Nicolás, quien no paró –y no para aún- de vacilarnos con la desincorporación de los de a cien; las elecciones regionales fue otro de los aspectos que comenté que no se realizarían y, por los vientos que soplan, seguirán postergándose. También en muchas ocasiones denuncié la conchupancia entre algunos autodenominados representantes de la oposición con el gobierno, para hacer del diálogo un negoción solo para beneficio de quienes participan en él, y ya estamos viéndole las costuras a ese traje que están cociéndose a la medida.





 

Por eso la reacción de nuestra iglesia venezolana. Por eso, el arzobispo de Barquisimeto, Monseñor López Castillo, en su homilía durante la misa de la Divina Pastora, fustigó lo que a todas luces ha sido el desastre político, económico, social y moral más grande en la historia de nuestra nación. Por eso, delante de la Divina Pastora, monseñor López Castillo recordó que nuestro pueblo no cree en el comunismo socialista fracasado y solo padece sus embates. Por eso, la Conferencia Episcopal Venezolana se atrevió a llamar las cosas por su nombre: “sólo en regímenes totalitarios se desconoce la autonomía de los poderes públicos y se impide la libre manifestación”.

 

Somos nosotros los venezolanos, los ciudadanos de este país que nos duele, los que debemos reaccionar y actuar. Sólo así lograremos salir del marasmo. No podemos seguir esperando un mesías salvador; porque, Chávez fue eso para muchos en su momento: un líder carismático que acabaría con la dictadura de partidos y los 40 años de hegemonía de Acción Democrática y Copei. Todos sabemos el desenlace de esta elección: ¡El remedio fue perverso y peor que la enfermedad! Y lo que antes, con los adecos y copeyanos eran tumores, hoy es una metástasis que nos tiene en estado terminal. Los venezolanos debemos asumir nuestra responsabilidad y el compromiso que tenemos con el país, con nuestros hijos y con el resto de la sociedad. Debemos transformarnos en los líderes del cambio, urgentemente, antes de que sea tarde. No podemos confiar en las estrategias ambiguas que las oposiciones lanzan dependiendo de hacia dónde sople el viento. Pero tampoco podemos dejar que esta situación atroz que vive Venezuela llegue al tuétano de nuestra identidad y nos hunda en la desidia, transformándonos en lo que no somos.

 

Esta semana, también arrancó mi programa de radio. Y he conversado con un grupo de mujeres brillantes. De ellas admiro no solo su inteligencia sino esa capacidad para entender al país –porque lo han estudiado a fondo. Y, a pesar de los pronósticos, me maravilló comprobar que aún no se dan por vencidas. Me gustó escuchar a Thays Peñalver decir que las sociedades democráticas tienen una participación activa y diaria en los asuntos de su país; pero eso sí: ¡no esperan que alguien las convoque! Y coincidir con el comentario de Isabel Pereira quien, asegura que en Venezuela todavía queda gente honesta, que se gana la vida con esfuerzo y con trabajo, y no gracias a la corrupción –agravada y exponencialmente multiplicada durante estos años de Chavismo, y ahora Madurismo. Disfruté el llamado de Rocío San Miguel a los militares honestos –que ella insiste todavía quedan- para que se apeguen a los mandatos de la Constitución, que establece con mucha claridad el rol al que están llamados a cumplir. Y, por supuesto, los análisis de Adriana Vigilanza, quien nos sacudió al comparar a Venezuela con los últimos días de los franceses antes de su famosa Revolución de 1789; como queriéndonos decir que el despertar de los venezolanos está próximo porque el hambre, la pobreza, las enfermedades y la indolencia del régimen que provoca esta situación, llegaron a niveles alarmantes. Así que, al igual que en el histórico episodio francés, los venezolanos hervimos en un caldo de cultivo muy similar al que detonó la revuelta y el derrocamiento de la monarquía de la Francia del Siglo XVIII. Y si creen que es una exageración, solo asómense a sus ventanas y vean a nuestros compatriotas más pobres hurgando desesperados en las bolsas de basura.

 

@mingo_1