Editorial Versión Final: La democracia tiene a Caldera

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La historia política venezolana se ha escrito de forma particular desde el siglo XIX a partir de la escisión de la Gran Colombia, en 1830; y ha estado invariablemente signada por “caudillos salvadores”, desde José Antonio Páez hasta Juan Vicente Gómez; sin embargo, durante los intentos por transitar el camino democrático, uno de ellos iniciado y abortado en 1946, surge un hombre universal idealista, cristiano, humanista y con profundo sentido de justicia social: Rafael Caldera (1916-2016)

Desde joven se interesó en la acción política como una vía para desarrollar las instituciones formadoras del Estado democrático representativo y liberal, en el cual todos pudiesen participar desde sus áreas de competencia y capacidades. Para lograr sus objetivos se preparó como abogado, estudió idiomas, dedicó 25 años de su vida a la docencia universitaria en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Católica Andrés Bello, además de ejercer funciones de Fiscal General de la República (1945-46). Con semejante currículo y su capacidad de liderazgo se transforma en un faro para una sociedad necesitada de buenos ejemplos para la construcción de ciudadanía.





Caldera no se detuvo en la elaboración de ideas o proyectos, sino que los impulsó y concretó desde la formación de la primera agrupación política la Unión Nacional Estudiantil, luego el Movimiento de Acción Nacional y finalmente la Confederación de Partidos Electorales Independientes, mejor conocido como Copei. Todos ellos movimientos, es decir, espacios en los cuales reunía a todos aquellos que deseaban hacer política de manera organizada, proponer acciones para lograr reformas constitucionales  y legales favorables a todos, y en especial a los más humildes sin importar su condición social, o capacidades intelectuales.

Los sueños de este gran conductor socialcristiano abarcaron períodos complejos para Venezuela, sabiendo navegar los conflictos con habilidad y elegancia. Ante la violencia se enfrentaba con pericia diplomática y legalista, supo confrontar la dictadura Perezjimenista (1950-1958) y aceptar acordar con los dos partidos más importantes del país Acción Democrática y URD,  en 1958, lo que se conoció como el Pacto de Punto Fijo, que comprometía a todos los políticos a respetar los resultados electorales y dejar gobernar -literalmente dicho- al triunfador bajo un convenio mínimo de intereses comunes a la mayoría.

Llegó a vislumbrar la importancia del reconocimiento de partidos políticos execrados, como el comunista, al cual le permitió su legalización, además pacificó al país perdonando a los guerrilleros insurrectos en contra de la democracia, acción justa que desembocó en el apoyo que la izquierda le otorgó para que lograra su segundo mandato en 1994-1999.

Pero, pareciese que otros actores históricos tuviesen mayor importancia en el devenir de la República bolivariana de Venezuela, como Ezequiel Zamora (1817-60), promovido por el Presidente Nicolás Maduro como impulsor de la reforma agraria y el mutualismo, una efímera historia inserta en las batallas de la guerra federal que no pasó más allá de la pelea sangrienta y la muerte del caudillo en plena ofensiva triunfadora. Zamora no escribió un plan para el futuro, no tuvo tiempo, sin embargo Caldera sí.

Este exhorto no tiene como fin desmerecer los actos conmemorativos al nacimiento de Zamora, sino hacer justicia a un hombre como Caldera, que merece ser recordado en la historia como un ser capaz de evolucionar desde la creación de la política, pasando por su humildad al no ser ganador y el respeto a los triunfadores en elecciones populares; y su capacidad para reflexionar desde la derrota hacia el logro de nuevos triunfos actuando con caballerosidad e hidalguía ante los perdedores.

Es un derecho presidencial conmemorar fechas históricas. Pero Caldera merece algo más que el olvido.

Es injusto pasar de largo sobre el centenario de un ser humano que fue capaz de defender el derecho a un juicio honorable para los golpistas, y que luego, realizara el acto cristiano de su liberación e inclusión en la política.

Debemos asumir el modelaje de líderes como él, quien como auténtico demócrata supo interpretar al país en sus diversas coyunturas, impulsando la pacificación. Tuvo como bandera el diálogo, lo que permitió la liberación del ex presidente Hugo Chávez y su incorporación a la vida política. Así como el presidente Nicolás Maduro estudia y hace protagonista a Zamora, debe darle el lugar que corresponde a Caldera, porque para que este país tenga progreso y paz, se necesita que ese ejemplo dado con la liberación de los participes en el hecho histórico del 4 de febrero, hoy igualmente se haga con los presos políticos que hay en el país.

Sin lugar a dudas, están dadas las mismas condiciones del año 1992, para la reconciliación del país. Así como se perdonó en aquel entonces, hoy se debe, en una muestra de compasión y gracia, ejecutar el mismo acto. Es justo, necesario y una obligación hacerlo para alcanzar la PAZ.

Es innegable. Caldera fue un hombre que marcó positivamente la historia de este país. Cada quien tiene sus héroes, la Democracia tiene a RAFAEL CALDERA.

 

Carlos Alaimo

Presidente Editor Diario Versión Final