Simón García: Los consensos negativos

 

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El comentario se esparce. Se repite, pese a la subyacente carga de prepotencia por la pérdida de supuesta superioridad. Se hace látigo sobre las espaldas de nuestra conciencia: “somos más pobres que Haití”.

El lenguaje cotidiano no puede dejar de gritar la tragedia nacional que somos. Se acumulan las destrucciones país por las políticas del antidesarrollo, los acelerados empobrecimientos, la visualización de la corrupción, la asociación de fichas del poder con el narcotráfico o la disolución del Estado incapaz de ofrecer alimentos, servicios públicos o seguridad. Hasta la misma integridad del territorio se ha vuelto precaria.

El país, con una contundencia que contiene a la oposición y parte de los seguidores del gobierno, ha llegado a varios consensos. El primero es que el 95% de la población ve mal la situación del país, entre ellos el 80% de los oficialistas. Más del 70% de los venezolanos, según varias encuestadoras, considera que en el futuro estaremos peor.

Pero es también un dato duro que la cercanía al gobierno y a la oposición está distribuida  en una relación aproximada de 40% a 15%. Los seguidores de Maduro han pasado a ser una minoría; pero quienes se identifican con la oposición todavía no han cruzado la línea del 50%.  Existe una mayoría que rechaza al gobierno, incluso en términos electorales; pero que no se termina de configurar políticamente porque un tercio de la población no encuentra motivos de atracción y confianza en las fuerzas de oposición y en particular en la MUD.

Hemos vivido confinados a consensos negativos. La mayoría, indiferentemente de sus posiciones políticas o ideológicas, siente que vivimos cada día peor, que la situación se vuelve insoportable y que su continuación significa que todos seguiremos en un perder/perder.

El drama común, de partidarios de uno y otro lado, es que en las calles está apareciendo el hambre, persiste una minoría que impone un modelo de agravios a todos y el gobierno demuestra que no tiene capacidad de rectificación. Pero la mayoría que sufre las consecuencias de todas las crisis, no encuentra un camino para pasar a conformar consensos positivos.

Se abrió una fase de diálogo sin negociación y por eso fracasó. Ahora existen condiciones para realizar un enorme esfuerzo, desde lados de distinto signo,  para orientar el diálogo que está creciendo espontáneamente en la sociedad y para convencer a quienes aún sostienen a un poder, fuera de la Constitución y contra la nación, que su mejor opción es negociar una transición hacia el restablecimiento de la democracia y de las condiciones para reemprender un desarrollo socialmente inclusivo, económicamente exitoso y políticamente progresista.

Ese desenlace es la mejor opción para todos. La pregunta ¿hacia donde debemos dirigir los cambios? es la sonda para explorar activamente un final pacífico y electoral del régimen. Un desafío para la nueva MUD es lograr que todos participen en las decisiones sobre las respuestas.

Esa es la base para atrevernos a lograr un consenso positivo en torno a una oferta creíble de país para todos.

@garciasim