Emilio Nouel: ¿El enemigo de mi enemigo es mi amigo?

Emilio Nouel: ¿El enemigo de mi enemigo es mi amigo?

 

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Entre nosotros, los venezolanos, se da hoy un debate sobre cómo abordar el fenómeno Trump, no sólo en lo que su ejecutoria pueda significar para el mundo entero, de lo cual no podríamos sustraernos, aunque queramos, sino también en los efectos que pueda tener respecto de nuestra realidad particular complicada.

No pocos andan por ahí muy entusiasmados por las referencias negativas y las preocupaciones manifestadas recientemente sobre el gobierno venezolano. Hay algunos que esperan mucho de él en cuanto a ayudar a acelerar la salida del despotismo que nos agobia, poniendo amoralmente de lado sus barrabasadas, por aquello de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

El asunto no es de fácil aproximación, habida cuenta, por un lado, del  inescrutable personaje, cuyo descrédito mundial está en ascenso, y por otro, del áspero y maniqueo debate en el seno de la oposición venezolana.

Las diferentes visiones en el campo opositor y sus desencuentros, problematizan el asunto.

Para nadie es un secreto que lamentablemente allí hay enfoques estratégicos y tácticos diversos y hasta encontrados.

He dicho en otra ocasión que frente al adversario que enfrentamos la pluralidad de opiniones no necesariamente ayuda a la tarea política de salir de él. Y no es que se esté de acuerdo con una suerte de “pensamiento único”, pero no podemos desconocer que se pierde en eficacia cuando cada quien anda por su lado y las incoherencias se subrayan, atentando contra la necesidad de apresurar el proceso de recuperación de las libertades y la democracia en nuestro país.

Pero allí está el serio problema de la Unidad de las fuerzas democráticas: cómo lidiar con las diferencias y su procesamiento, sin que ello vaya en desmedro de una acción colectiva que no muestre fisuras ante el país y el mundo.

En este cuadro político, las relaciones tanto con el señor Trump y su gobierno, como con la institucionalidad norteamericana (esta diferenciación no es de menor monta), se presentan con dificultades.

No estamos seguros si asociarse con tal personaje sea lo más conveniente, sobre todo, en nuestro hemisferio, habida cuenta de las graves pisadas de callos en que ha incurrido. Los agravios contra México, por ejemplo, son de mucho bulto. No siempre el enemigo de mi enemigo es mi amigo, pudiera ser lo contrario.

No se trataría tampoco de enfrentarse a él, pero ha sido Trump el que no ha dejado títere con cabeza. Que no solo tiene a más de medio país en contra, sino que ha maltratado a sus vecinos y socios extra-hemisféricos, sin mencionar su enfrentamiento contra los medios más importantes.

Cabe preguntarse lícitamente si es o no un estigma, vincularse políticamente a un personaje tan reprobado en medio mundo por discursos que evidencian xenofobia, racismo, intolerancia y arrogancia.

La comunidad internacional tiene un foco encendido sobre nuestro país. Todas las democracias del mundo están preocupadas por lo que entre nosotros ocurra. En el hemisferio (OEA) y en particular en Mercosur, se siente que toma cuerpo la idea de adoptar medidas de presión severas, incluidas sanciones, contra el gobierno antidemocrático militar-cívico de Venezuela.  Hay el convencimiento ampliamente mayoritario de que la enorme crisis que vivimos sólo tiene una salida: la electoral y pacífica, a la cual se niega el gobierno chavista, poniendo en riesgo la estabilidad de la región entera.

Pero cualquier iniciativa que se instrumente en tal sentido, lo deseable y conveniente es que sea motorizada por un grupo de gobiernos encabezados por Argentina, Brasil, Chile, México o Perú, entre otros. Para que así el resto del hemisferio la apoye. Ya el senado norteamericano se pronunció y como venezolanos demócratas, lo agradecemos.

Aun cuando cualquier medida que se asuma en el marco de la OEA o de Mercosur, incluso la más grave, no conduzca automáticamente al cambio deseado en Venezuela, tal condena política ayudaría a la oposición democrática y acercaría más el final de la tiranía que hoy nos sume en la mayor desgracia social que hemos vivido en el último siglo.

EMILIO NOUEL V.