Manuel Malaver: Maduro, el narcodictador acorralado

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Es posible que Maduro ande escuchando consejas como esa de que si los Castro, los Kim, Mugabe y ahora Bashar al Assad han resistido y siguen resistiendo contra enemigos internos y externos que se han rendido o continúan luchando pero sin expulsarlos del poder ¿por qué no pueden lograrlo los hijos de Chávez, los neototalitarios que, aparte de petróleo, pueden contar con los recursos del narcotráfico para sobrevivir?

Y, justamente, en el petróleo y el narcotráfico veo yo lo talones de Aquiles del “Socialismo del Siglo XXI”, pues, se trata de dos productos de exportación con enormes dificultades para circular fuera del control del mercado internacional, que, en cuanto detecte cualquier alteración al margen de la oferta y demanda “visibles”, se moverá para identificarlas y congelarlas.





Bien está que, los intentos recientes del Isis por procurarse financiamiento vendiendo en el mercado negro petróleo robado en zonas ocupadas de Irak y Siria, crea dudas sobre la eficacia de los controles del mercado legal, pero se trata de una región de extremada inestabilidad e irregularidad, como el Medio Oriente, donde, al parecer, compradores turcos y rusos jugaron su papel para que el “Estado Islámico” se saliera con la suya, pero sin que, en ningún caso, tal experiencia, puedan predecirse para América Latina.

Quiere decir que, de optar Maduro y su pandilla por una resistencia desesperada tipo Masada o Sagunto, no los esperaría el futuro de Cuba, Corea del Norte, Zimbawue o Siria que han sobrevivido por los artilugios del chantaje, la complejidad o la caridad pública internacional, sino una asfixia en la que tendrían que responder por la vida de 30 millones de venezolanos.

Pero hemos hablado del escenario económico, y no del político, donde al narcosocialismo no le quedan sino alianzas muy débiles como las de Cuba, Nicaragua, Bolivia y ahora, quizá, el Ecuador de Moreno -presidente recién electo cuyo grado de fidelidad al retrosocialismo no está muy clara-, y en el cual, tendría que enfrentarse a poderosas multilaterales democráticas de América y Europa, como la OEA, el Mercosur, la ONU y la Unión Europea.

Pero si complejas e inviables son las capacidades de sobrevivencia del “Cártel de los Soles” en al actual contexto económico y político internacional, peor lo son con relación a las condiciones nacionales, que encuentran al madurismo con un rechazo del 80 por ciento en la encuestas, una estructura gubernamental desgastada y desmoralizada después de 18 años de fracasos revolucionarios, y unos partidos oficiales u oficialistas en franca decadencia ideológica, política y organizativa, y sin razones aparentes para arriesgar nada por la banda de delincuentes más rapaz que ha conocido Venezuela en toda su historia.

Una incógnita muy importante a despejar en el contexto, es la naturaleza del compromiso que parte, o la totalidad de la Fuerza Armada Nacional mantiene con el régimen, pues, aunque sabemos que su apresto operacional está muy deteriorado, no puede negarse que “sus cañones simbólicos” podrían jugar un enorme papel, bien para solucionar la crisis zafándose de la narcodictadura, o para sostenerla hasta el tiempo en que decidan enterrarse juntos.

A este respecto, las informaciones disponibles hablan de una FAN mayoritariamente democrática, pero con su capacidad de fuego reducida a algunos cuarteles, divisiones, batallones y unidades controlados por oficiales fieles al castrochavismo que, no dudarían en emplearlos contra el pueblo y los militares que se rebelen.

Fue un objetivo que Chávez, el fundador del sistema, se trazó desde los primeros años que se desempeñó como presidente de la República y que, si no buscaba desaparecer a la Fuerza Armada Nacional profesional y apolítica como un todo, si se propuso aplastar sus capacidades de repuesta si no estaban bajo el control de sus hombres de confianza, y así la FAN como institución solo conservó su apariencia, mientras como realidad, era tomada por chavistas, cubanos, iraníes y hasta chinos.

Por eso, hay quien dude que la FAN esté en capacidad de ejecutar un golpe, bien a favor de Maduro, o a favor de la oposición, por lo que se mantendría al margen de la actual confrontación que juzga eminentemente política, y en ningún caso precisando de apoyos militares que, solo surgirían, si uno de los dos polos mueve a sus hombres uniformados.

En este orden, es bueno subrayar que, si bien en el caso venezolano los militares han permitido que el chavismo y el madurismo usen ampliamente sus insignias para remarcar que la dictadura “es militar”, y por eso, se le debe temer, su participación real en el gobierno es puramente burocrática y disuasiva, cuidando de no participar en operaciones represivas que, hasta ahora, le han sido asignadas a las llamadas “Guardia Nacional Bolivariana”, GNB y a la “Policía Nacional Bolivariana”, PNB.

En otras palabras que, la confrontación final entre la democracia y la dictadura, entre las fuerzas opositoras y las que defienden el régimen, va a continuar entre civiles y en el campo político, dándose por seguro que, en el momento que la FAN actúe para respaldar a un factor u otro, será para dar inicio de lo que, formalmente, se conoce como “guerra civil”.

Escenario frente el cual, resulta inexcusable insistir en la responsabilidad del liderazgo político opositor, que debe, sobre cualquier otro interés, mantener la presión de calle, darlo todo por la unidad, y no cejar en una agenda que, en una primera etapa, comprenda tres objetivos fundamentales: 1) Elecciones para gobernadores y alcaldes 2) Libertad de los presos políticos y 3)

Solución a la crisis humanitaria que tiene al país cerca de la hambruna y de la consunción por la falta de medicinas y servicios médicos.

Alcanzar los mismos, puede ser la culminación de una primera etapa de la crisis política que provocaría una salida institucional de Maduro, digamos su renuncia, o un acuerdo para un nuevo diálogo que, no sería tal, puesto que las medidas a tomar serían las que señalé anteriormente, y lo que quedaría es implementarlas sin más plazos ni dilaciones.

Sé que esta es una propuesta de las menos aceptables entre los sectores radicales de la oposición, pero hay que convenir que la crisis actual es particularmente compleja, que podría no admitir en sus inicios una solución total sino parcial, pero dirigida a que, después de etapas más o menos cortas, desemboque en la renuncia o desplazamiento de Maduro.

Si no, están las elecciones para gobernadores y alcaldes este mismo año, y las presidenciales para el próximo, cuya ruta sería sostenible una vez que cumplan los tres pasos señalados en párrafos anteriores.

Pero tan poco puede descartarse que Maduro y sus sicarios opten por una resistencia más o menos larga, a ver si la pegan, o cansan a la oposición, y frente a la cual, de nuevo, se debe llamar a la contrarresistencia, a no cejar en el cerco del narcodictador y sus secuaces, obligándolos por todas la vías a entregar el poder.

Es un escenario donde, otra vez, la comunidad internacional tiene mucho que decir y aportar, pues sería cerrándole todos los escapes al dictador, y dándole todo el apoyo necesario al pueblo venezolano para rescatar la libertad y la democracia, como puede apostarse que, definitivamente, a Maduro y sus esbirros no les quedaría otro camino que rendirse.

Sería en muchos sentidos una ruta parecida a la que cumplieron los peruanos para derrotar la dictador, Alberto Fujimori, pero coloreada de algunos matices, pues Fujimori jamás llegó a acumular los niveles de rechazo de Maduro, y la oposición peruana pudo estar más unida y nucleada en torno a un solo líder: Alejando Toledo.

Reto frente al cual, se han estrellado todos los esfuerzos de los líderes democráticos venezolanos que saben que, sin unidad, es difícil avanzar, y sin un líder, mucho menos.

Pero es una característica casi biogenética de la nación venezolana que, solo por la vía de excepción, conoce al primus inter pares y requiere de enormes esfuerzos para que el líder, un líder, se imponga por el solo poder de su brillo, al resto.
Bolívar lo logró, Páez también, Betancourt igual, porque caudillos y dictadores hemos tenido muchos (Guzmán Blanco, Cipriano
Castro, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Hugo Chávez) pero líderes democráticos, solo los mencionados al comienzo del párrafo.

Será la asignatura sin la cual derrotaremos a Maduro… pero lo lograremos.