Eduardo Semtei: Yon Goicoechea y Roberto Enríquez

 

thumbnaileduardosemtei

 





Mis padres, mis responsables, mis amigos, mis tutores y una que otra tía,  y hasta un entrépito vecino, trataron durante largo tiempo, afortunadamente eso pasó  hace más de 5 décadas, con cierta dificultad y sin mucho éxito, inculcarme las normas más generales y conocidas del Manual de Carreño. Raspé todas las pruebas.  Fueron justamente insistentes con la obediencia ciega a los artículos 20 y 21 de tan famosa publicación,  números mágicos con los cuales la OEA quiere enterrar al gobierno de Maduro por golpista. Almagro le saca la piedra al presidente dos veces al día.  Es una mera coincidencia, eso de los artículos 20  y 21 de la Carta Democrática de la OEA y las normas 20 y 21 de decencia, cultura y modales del librito de Carreño. Ahora que se me olvidó recuerdo al “Príncipe Pedro Vuitton Carreño”  espécimen que azotaba bares y cantinas militares durante más de la mitad del siglo pasado, pero este no es el asunto  del presente artículo, ni el cuento que tengo a mano, es una simple digresión.  En el Siglo XIX fue Butch Cassidy, cuyo nombre verdadero era Robert LeRoy Parker, el bandolero más famoso de Suramérica y en el siglo XX  fue Pedro Vuitton Carreño. ¡Que personajes! Aunque de verdad Cassidy era muchísimo más simpático y además decente.  Y hablaba inglés. Prosigo. Yo sé que hay siempre  ruidos de sables, tambores de guerra, sonidos de metralla, calamiento de bayonetas,  murmullos de planazos, susurros de golpe, ganas de insurrección y promesas salvadoras entre militares, sobre todo, en las asociaciones de retirados, jubilados, en disposición, en disponibilidad, a la orden de algún comandante,  jugando banco y platinados, me refiero  en el último caso a aquellos verdioliva, con su uniforme “Patriota”, que andan como las platinas de los carros ¡Pegados pero por fuera! Y también hay asociaciones civiles, organizaciones no militares, sin fines de lucro, que se la pasan en una sola llamadera a la insurrección, al golpe, a la toma de la calle, a la protesta y a la marcha sin retorno (frase predilecta del Gordo Escarrá) a la movilización popular, grupos que se ufanan de ser “De la Sociedad Civil” y no de ese antro de pusilánimes y timoratos, como ellos disfrutan afirmando,  que representan los partidos políticos.  Sociedad Civil que ni de casualidad encabeza manifestaciones ni arriesgan su pellejo. Ven la vaina de lejitos pero opinan de cerquita.  Puro palabrerío vago, críticas insanas, protagonismo estéril y disimulo a raudales. Por allí surgió una nueva organización de mochos, mancos, bizcos y sordos, encabezada por fracasados y fracasadas cuya primera declaración fue decir que “La MUD ha muerto”  Sus principales miembros y miembras han estado vinculados a hechos de corrupción, a disfrutes indebidos de los bienes públicos, al manejo del poder para sus apetencias. Maniáticos del twitter y esclavos del Facebook. De todo eso hay. Pero acusar al Santurrón de Yon Goicoechea y al Casi-Monje de Roberto Enríquez de que ellos encabezan sombrías y secretas reuniones conspirativas con grupos militares venezolanos y miembros selectos de la CIA es como mucho decir. La CIA es cosa seria.   No digo que sea imposible, pero es incomprensible que las agencias del injerencismo  mundial, del mundo del  espionaje y el contraespionaje escojan a este par de santurrones para sus propósitos. Esta gentará   de dos, Yon y Roberto, estoy absolutamente seguro, sí y mil veces sí,  ha cumplido al pie de la letra todas y cada uno de las recomendaciones sobre normas de conducta que recomienda el Manual de Carreño. Fíjense ustedes de cuantas cosas se ocupa Carreño “El Bueno” para diferenciarlo de Carreño “El Malo”. De los deberes con Dios. Con la sociedad, los padres, la patria y nuestros semejantes. Con nosotros mismos. Nuestra persona, vestidos, habitación y con los demás.  De cómo levantarnos. La familia y los vecinos. Calle, templo y educación. Conversaciones, visitas, mesa de comer  y  juegos. Y de la urbanidad. Y en todo ello, Yon y  Enrique, han sido sus fieles seguidores.  No eructan en la mesa ni hacen ruidos humanos sonoramente en público No se rascan la espalda con los tenedores de comer. No se limpian el hocico con el mantel de la mesa. Y hacen lo que hacen siempre con el asiento de la poceta levantado. No pegan en las paredes nada inusual pero orgánico.  No usan franelas que en cada descuido se le levantan por la espalda dejando al descubierto cosas.  Siempre dicen buenos días, buenas tardes, buenas noches, por favor y esas cosas del protocolo. ¿Cómo me van a convencer el SEBIN y la DGCIM que estos beatos andan empistolados por las noches, reunidos en lugares secretos y sombríos, planeando golpes y contragolpes? ¡No señor! No les creo. ¿Y entonces de que se trata os preguntaréis? De verdad que no atino una respuesta lógica.  A lo que más llega mi voluble y expansiva imaginación es que se trata de una señal según la cual si los opositores radicales, digamos:  Douglas Bravo, Alberto Franchesqui,  Pablo Medina y Diego Arria y sobre todo sus seguidores ven que encanan a estas Ovejas del Señor por motivos fútiles entonces una posible  y  virulenta  arremetida contra ellos será inconmensurablemente más punitiva.  Y ese temor, piensan los esbirros del régimen,   los hará retroceder y pedir cacao.  Si le preguntáramos a un maracucho las razones de esos carcelazos seguramente pondría cara de asombro al contestar  “No sé ni ver…”  Y un margariteño diría “Compai, allí farta argo” Pero a la hora de la verdad última, los gobiernos nunca saben cuándo están a punto de melcocha.  Mientras más zarpazos lancen en la oscuridad menos atinan a encontrar a los conjurados. Lo mejor siempre es hacer un gobierno que no incite a la gente a buscar caminos cortos y atajos antijurídicos para cambiar de mandatario. Cuando el río no suena, ya que si suena se devela el golpe, es porque  hay movimientos telúricos y  poco se puede hacer  para cambiar el curso de la historia.  Lo mejor es emular a Marcos Evangelista Pérez Jiménez. Irse tranquilo sin disparar un tirito. Con la “Vaca Sagrada” repleta de recuerdos monetarios.  Eso, si todavía queda algo en la olla.

@eduardo_semtei