Juan Guerrero: En legítima defensa

Juan Guerrero: En legítima defensa

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Creo, con absoluta seguridad, que la dictadura judicial es mucho más nociva, degradante, humillante y desastrosa que aquella tradicional que popularmente se le denomina dictadura militar.

Por Juan Guerrero / @camilodeasis1





No asistimos a ningún acto para ver una camarilla de uniformados leer decretos donde asumían la conducción del gobierno del Estado. Por el contrario, han estado semi ocultos desde entonces.

Tampoco se autonombraron triunvirato ni se identificaron como presidente de nada. Ocurrió de la manera más semejante a los días de la Alemania nazi. Todo se llevó a cabo siguiendo patrones “legalistas o leguleyos”. Se asumió el enredo, la semi verdad, la apariencia legal, para crear incertidumbre y dejar correr el hecho como una normalidad dentro del orden constitucional.

Esa fue una estrategia que en su momento permitió al nacionalsocialismo (nazis) acelerar el establecimiento del poder total y en consecuencia, la consiguiente arremetida de las fuerzas de seguridad, policial/militar/paramilitar contra la disidencia hasta exterminarla.

La propaganda nazi adelantaba un constante bombardeo de información donde se presentaban como los salvadores de la nación aria, su historia y su cultura, mientras se ayudaban con la religión, los mensajes de paz y los llamados al diálogo con la oposición. Pero paralelamente se diseñaba un plan para detener, torturar y desaparecer a todo opositor.

Fue demasiado tarde y los partidos políticos opositores, junto con sus líderes, dirigentes y militancia, terminaron en los campos de concentración o murieron en “extrañas circunstancias”.

De manera similar la Cuba revolucionaria desarrolló su plan de exterminio para expulsar a los opositores. Mientras Fidel Castro bombardeaba a la nación de kilométricos discursos que duraban horas de horas, Ernesto Che Guevara, desde su cuartel general, en la Cabaña, iba fusilando a todo aquel que oliera a disidente. Previo a ello, algunos eran presentados en el estadio nacional, donde eran juzgados por el “pueblo” que tomaba las decisiones. Todas terminaban iguales: paredón de fusilamiento.

En la Venezuela del siglo XXI los tiempos son otros. Al menos eso nos da un respiro. El fin de la guerra fría y la democratización de las sociedades y gobiernos, junto con el invento del Internet, hasta ahora nos salvan de paredones, campos de concentración y hornos crematorios.

Hemos avanzado en la superación de nuestro holocausto tropical. Las guarimbas de 2014 junto con la serie de desatinos de nuestro liderazgo político, han permitido que la sociedad en su conjunto entienda que la libertad y la vida en democracia, de manera amplia y general, sean una actitud personal que se cultiva día a día y se comparte como uno de los dones más sagrado en una república.

Y esto último es, desde mi experiencia, lo que llamo “el llegadero”. Nos hemos topado con nuestra propia imagen. Ya no existe otro lugar donde ir, otro camino que seguir, otro lugar donde esconder nuestra realidad. No. El monstruo rojo-rojito creado y alimentado a punta de pasiones y corruptelas, creció y ahora nos quiere devorar.

Lo que alguna vez fue un gobierno elegido de manera legítima y legal, con los años se deslegitimó y transformó, primero en régimen autoritario, militarista y arbitrario. Y ahora en dictadura judicial.

Esa perversión, con todo su peso y obscenidad, nos amenaza. Amenaza la individual libertad para los actos de nuestra cotidianidad. Nos humilla, nos tortura día a día con sus ideas perversas, como los inventos de colas, bolsas clap, misiones, operativos olps y un largo etcétera.

Estamos metidos desde hace unos cuantos años en un inmenso laboratorio, un campo de concentración, donde a través de salas situacionales nos mueven como a conejillos de investigación.

Y en estas horas de llanto continuado, de miedos experimentados, de traumas sufridos y de tanta muerte inútil, solo está quedando el derecho natural a la legítima defensa como acto de protección individual y colectiva, para preservar la vida, frente a quienes de manera evidente, notoria y comunicacional, violan todo principio humano para protegernos.

Asumo la decisión de usar la legítima defensa, por cualquier medio, frente a un Estado violador de derechos humanos que nos acorrala, intimida y condena a muerte, sea por inanición en la escasez alimentaria, sea por falta de medicamentos o sea por la diaria y continua violencia desatada por la dictadura judicial que de hecho, se ha impuesto.

(*) [email protected] TW @camilodeasis IG @camilodeasis1