Omar Villalba: Las ideas armadas

Omar Villalba: Las ideas armadas

 

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En la mitología grecorromana hay una diosa muy interesante, una que se ha hecho famosa gracias a la cultura pop, la Diosa Atenea (Minerva para los romanos). Esta divinidad nació de la cabeza de su padre Zeus; cuando salió de la testa del padre de los dioses lo hizo ya mujer, investida con una armadura, portando yelmo, lanza y escudo. Fiera, decidida juraría virginidad a perpetuidad. Luego, esta diosa se volvería la patrona de la ciudad de Atenas —cuna de la democracia y la filosofía— además de ser mecenas de la artesanía, el pensamiento, la estrategia, la sabiduría y por último la guerra. Si observamos a este arquetipo, y tratamos de encontrarle sentido a sus características y aspecto con lo que ella simboliza nos encontramos frente a una contradicción.

¿Cómo es posible que la misma diosa que es patrona de la sabiduría, el conocimiento y las artes manuales es también la diosa de la guerra y, peor aún, esta armada? ¿Por qué alguien que representa dos acciones elevadas —al menos una de ella para nosotros— como es la sabiduría y la artesanía, opta por ser diosa de la violencia? Sencillo. Porque como patrona de las ideas, consciente de que se encuentra en un mundo hostil, sabe que estas, con mucha frecuencia, deben ser defendidas por las armas. Y ella, es la mayor de las ideas. Es eterna, como las ideas, y es pura e incorruptibles como las ideas, por algo jura virginidad a perpetuidad.

¿Qué podemos sacar de esta disertación? Que los principios, ideas y valores no se negocian, se DEFIENDEN. Debemos pelear por que deseamos cuando se ve amenazados por aquellos que desean echar por tierra nuestros lineamientos axiológicos. Pero, si bien los valores deben ser defendidos, también es cierto que se debe hacer con sabiduría, con moderación. De allí que la diosa Atenea tenga esta doble naturaleza. La que al defender a ultranza y sin raciocinio los principios puede desembocar en el fanatismo, y este a su vez acarrea toda suerte de locuras.

Locuras que van desde un pueblo clamando por cierta superioridad racial y por lo tanto eliminando sistemáticamente a otro, pasando por una nación arrodillada frente a una sola dinastía que tiene un control absoluto de sus vidas, hasta llegar a un grupo de energúmenos religiosos que desean crear una forma de gobierno medieval en unas de las regiones más importantes del mundo. Hasta un grupo de venezolanos que tiene fe ciega en un comandante eterno e intergaláctico y un proyecto políticamente autoritario y productivamente manido y trasnochado.

Debido a estas ideas defendidas sin reflexión, las cuales nos han sido impuestas a la fuerza durante 18 nefastos años, nosotros los demócratas nos hemos visto en la necesidad de salir a defender nuestro estilo de vida. En vez de disfrutar la Semana Mayor, ya sea aprovechando el asueto para compartir con nuestros seres queridos, ya sea dedicándoles estos sietes días al martirio del Mesías, y así otros momentos a través de estos años. Los venezolanos nos encontramos dando la lucha en la calle. Hemos dejado de lado la vida contemplativa y constructiva, dedicada ya sea al disfrute de lo mundo o lo divino, para salir a exigir derechos que nos son inherentes al estar consagrados en la Carta Magna.

Nos ha tocado arremangarnos las camisas y salir a protestar, cuando podríamos estar produciendo. Nos han obligado a defender nuestras ideas y los valores axiológicos que aprobamos en el año 99 cuando le dimos el SI a esta constitución.

No me malinterpreten, salir a la defensa de nuestros principios, ejercer nuestro derecho político a la protesta y la libertad de la opinión no es malo. Para ser sincero, es reflejo de un pueblo fiero que no desea perder los beneficios por los cuales murieron sus ancestros. No, lo malo aquí es que nuestra lucha se está haciendo frecuente, casi continua. Cada vez que marchamos el país se detiene. No por nuestras marchas, en realidad lo detienen estos cobardes: ¿acaso no se han percatado que cuando marchan los rojos el servicio de tren subterráneo es normal y cuando marcha el pueblo democrático se cierran todas las instalaciones por seguridad? Si se han dado cuenta de ello, se habrán percatado entonces, que existen unos ciudadanos privilegiados —Rojos y de primera a quienes se les garantiza el ejercicio de sus derechos políticos— y unos de segunda —a quienes se le segrega, se les impide desplazarse y lo que es peor, se les tutela—  esto nos permite ver la idea que tiene el chavismo de la mayoría de la población.

Volviendo a nuestro punto, las protestas se están haciendo frecuentes y han acarreado una situación perniciosa, pues ya sea por nuestra frustración, o tal vez por infiltrados —a estas alturas creo que este gobierno es capaz de cualquier cosa— del gobierno dentro de las concentraciones, lo cierto es que las mismas están deviniendo en violencia.

La violencia es un elemento importante de la política. Es el otro lado de esa moneda, y a diferencia de los que muchos creen, la política no existe para evitar la violencia. En realidad, es una herramienta de lo político. Pero, como todo instrumento, debe ser usado con cuidado. Y en el caso actual, la violencia no está siendo usada con cuidado. Ya sea por verdadero resentimiento, o porque existen infiltrados, o por un sinfín de causas, nuestras manifestaciones de voluntad política están decantando por una violencia sin sentido. Un salvajismo que lejos de beneficiar al pueblo demócrata, ayuda a la horda roja.

Esta violencia desmedida nos está privando de sangre joven y combativa. Esta violencia nos ha hecho quedar mal frente al mundo y nuestros connacionales, mientras a los villanos de esta historia los coloca en un pedestal que a ellos les encantan, y les endilga una etiqueta que a ellos les emociona: la de VÍCTIMA. Exacerban su complejo de inferioridad, y les permite instrumentalizarlo a conveniencia. ¡Como lloran por las afrentas que la 4ta les hizo! ¡como berrean por la violencia y la represión de aquella ¡ ¡Como reivindican a sus mártires como los únicos que sufrieron! Pero se niegan a reconocer el hecho de estar haciendo lo mismo que achacan a los otros. Ven la pelusa en el ojo ajeno, pero no la viga de concreto en el propio.

Es cierto que, como la Diosa, hay que defender nuestros valores. Pero, como ella debemos ser cautos, moderados, sabios a la hora de luchar por nuestros principios. La violencia, como se está implementando no es buena. Estamos dañando a nuestra ciudad, derramando nuestra sangre y dando pie a que los rojos  nos repriman y se vuelvan los adalides del bien. Debemos seguir en la calle, no me vuelvan a malinterpretar. Pero debemos optar por la sindéresis.

La acción política de calle es necesaria, les recuerda a los otros que no somos borregos y que estamos dispuestos a luchar por nuestros deberes y derechos. Pero, debemos ser inteligentes a la hora de implementar esta acción. Por eso, compañero, te exhorto…. Te ruego que, sigas en la calle, sigue expresando tu descontento por todo espacios posibles. Pero dejen la violencia a un lado, seamos inteligentes, seamos astutos, seamos sabios, tengamos entereza y templanza, fortaleza y jurisprudencia para hacer frente a estos males. No caigamos en trampas, no cedamos ante provocaciones. Las ideas se pelean, pero hay muchas formas de combatir y ganar, sin caer en la espiral de la violencia.

Venezuela nos necesita, las generaciones futuras no los exigen y el futuro no los agradecerá. Seamos más de lo que podemos ser, y camínenos tres millas más allá de lo que se nos exige.