Jesús Peñalver: Un nombre para el vainón

Jesús Peñalver: Un nombre para el vainón

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“Este vainón que nos dejó

Chávez no tiene nombre”.





Elías Pino Iturrieta

 

La represión que hemos visto contra los manifestantes pacíficos ratifica la sumisión de una institución, que debiendo estar al servicio de la República, hoy groseramente sirve al desgobierno aposentado en Miraflores. Así vemos a la FAN con el terrible adjetivo “bolivarianas”, cuyos jefazos no abandonan los lugares comunes, frases edulcoradas de sinsabores y reiteradas consignas que conducen a la vergüenza propia y ajena.

Sin más preámbulos ni análisis semióticos de la arenga milica, debemos advertir que los militares, no solo desprecian  a la democracia y sus valores, a la República y sus principios, sino también nuestro derecho a vivir en paz. Por eso lo huellan a cada rato.

No sé si el marrón sospechoso ha llegado en su plenitud a las altas esferas del poder, aun a los cuarteles, lo que sí es evidente es que hoy la peste da paso al verde vergüenza para que, junto al rojo sangriento de la barbarie chavista,  y eternizados en el poder como pretenden, terminen de acabar con lo que queda de país.

Se irrespeta así la dignidad humana, se desconoce que cualquier diferencia o condición debe ser considerada un valor y nunca un defecto.

Estos inciviles en sus inveteradas y explosivas apariciones públicas, hacen del poder que ostentan su traje de héroes, cuasidueños de lo que nos queda de país. Así dejan  en claro, para desgracia nuestra, que se creen lo que son, herederos de la pesadilla ya dieciochoañera coloreada de un rojo alarmante que nos dejó el peor gobierno que, hasta la fecha, ha tenido la vida republicana venezolana.

El hampa no solo es común y en ascenso. A esta se suma la administrada,  protegida o amparada desde el poder; los militares con sus “milicias” también, que como se sabe, no tienen fundamento legal alguno, y los mal llamados colectivos, entiéndase: grupos de exterminio, escuadrones de la muerte, asociaciones para delinquir, bandas hamponiles, conjuntos criminales.

Desgracia, peste, siniestro legado, régimen de oprobio y destrucción, barbarie, esa otra metáfora de la pobreza, igualación hacia abajo, compra y venta de sueños y conciencias, aprovechamiento ruin de las miserias del pobre, la encarnación de la suma de todos los defectos morales del venezolano. Quizá en las notas dichas en este párrafo encontremos el nombre (uno entre tantos) para calificar la maldición que nos dejó aquel desquiciado milico golpista, mediocre, resentido y delirante que en mala hora sembró tanto odio entre los venezolanos.

Sigue en marcha el golpe de estado, siguen los gandules de Dos Pilitas en sus inmerecidas sillas, a las cuales llegaron en forma groseramente ilegal e inconstitucional. Tanto es así, que ya ni siquiera hay ponentes de sus plastas, sino que las ponen todos en forma conjunta.

Sigue mediatizado el poder legítimo que con votos dimos a la Asamblea Nacional el pasado diciembre de 2015; pasamos hambre y a merced del hampa estamos, rogando a cada instante no enfermarnos, pues medicinas no hay. Nos niegan la apertura de un canal humanitario que nos permita en buena medida acceder a alimentos y medicinas.

Un régimen que se ufanaba de haber ganado tantas elecciones, hoy se niega impunemente a realizarlas. Se sabe: no ganarían ni en el más noble, apartado o recóndito pueblito de Venezuela. ¿Y en el CNE con sus comadres? Allí sigue entre El Silencio y Pajaritos.

Mención especial y sin pelos en el corazón, merecen los presos políticos de mi país, hoy sufriendo la prisión injusta y los maltratos de los crueles Tarazona y Nereo Pacheco de nuevo cuño, mientras el mandón toca la clave y el cencerro, bailando con su cómplice pareja. Para ellos la libertad, eso pedimos.

Sigue el chavismo violando las leyes y la constitución,  a pesar de la  claridad de sus normas y la congruencia y constancia de la doctrina y jurisprudencia mundiales sobre la democracia. Sorprende la inopia intelectual y el enanismo político de ciertos funcionarios y políticos afectos al régimen, que al propio tiempo comporta un desprecio por la dignidad de las personas y un insulto a las instituciones republicanas. No conforme con los hechos, también maltratan con las palabras.   

En una sociedad donde se desprecia la persona humana, Herodes puede ser cualquiera, y hoy en Venezuela, cualquiera puede serlo prevalido de poder de mando o de riqueza, y hacer  víctimas de los inocentes, con o sin talento.

Chávez vive en cada perdigonazo, en cada lágrima gasificada, en cada gota de sangre derramada, en cada bala disparada, cada miseria humana. En las vergonzosas bolsas CLAP; en las callejeras de basura, rotas y hurgadas por hambrientos; en cada panadería sin pan, allí vive despreciable golpista que nos dejó este vainón, al cual buscamos nombre.

Ya llegará la hora en que podamos  hablar de heroísmo sin delito, de gloria sin sangre y de victoria sin lágrimas.

 

Jesús Peñalver