Victor Vielma Molina: De la lucha no violenta a la victoria final

Victor Vielma Molina: De la lucha no violenta a la victoria final

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A las dictaduras nos les agradan las protestas sin armas. Por ello las infiltran, difaman y acusan de ser armadas y violentas.  La organización, las marchas pacíficas, las ideas, los DDHH y la justicia les molestan y les generan miedo cerval. Actualmente, los pueblos para liberarse de tiranías, de totalitarismos, del poder destructivo de gobernantes corruptos o arrojar de sus territorios a países invasores, se imponen innovadores sistemas de luchas, más acordes con el avance de las presentes y futuras generaciones. En todo, buscan llegar a logros, impidiendo la violencia y las guerras. El pueblo opositor venezolano, para rechazar excesos  y abusos de sus dos últimos gobernantes, usa la estratégica lucha no violenta. Este nuevo modo de lucha, intenta, por todos los medios, impedir que haya víctimas durante el tránsito de sus acciones. Porque, como decía el poeta Cesar Vallejo: “Lo primero en la vida es la vida”.    Y todo, porque la vía violenta deja dolorosas  cicatrices e irreconciliables polarizaciones que fecundan interminables conflagraciones.      

A pesar de las dudas, desaciertos y contradicciones que se puedan observar en la pluralista y multicéfala Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la resistencia contra el totalitarismo avanza mediante esta estratégica lucha. El gobierno de Nicolás Maduro siente sus efectos, esta lo desespera. Seguramente, no ignora que ha sido aplicada en 67 países durante los últimos 40 años. Es cierto, 50 naciones lograron liberarse exitosamente, por esta vía, de tiranos. Hoy, estos pueblos liberados, exponen ante el mundo: equilibrio de poderes, libertades democráticas, desarrollo político, social y económico, además del disfrute de bienestar integral para toda la ciudadanía.





La estratégica lucha no violenta demuestra que si las instituciones nacionales no atienden sus derechos, existen las internacionales, que también fueron creadas para defender los derechos de personas y de pueblos opresos.  Esto es, si un pueblo como el  venezolano, exige libertades políticas, económicas y sociales, pide democracia y elecciones ante organismos internacionales, no comete delito ni puede acusársele de impulsar injerencia extranjera ni es traidor de su patria, solo exige sus derechos. Simón Bolívar, luchó por la creación de organismos internacionales. Por ello, bajo estos preceptos, Venezuela ha sido y es garante de las Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otros organismos internacionales.  

Maduro ama la ilegalidad para engañar, humillar y reducir. Usa, infructuosamente,  a su diplomacia manipuladora. Ataca y desconoce a organismos internacionales para que no sean oferentes ni atiendan las denuncias ni señalamientos de disidentes y opositores. Usa micrófonos oficiales, a  grupos armados y pagados con dineros del Estado (colectivos) para disparar contra la multitud, intimidar y obligar al pueblo a renunciar a sus derechos constitucionales. Así es como deja cuestionables vestigios, huellas y evidencias claras de inocultables e ineludibles hechos que dan suficientes fundamentos y lo señala como violador de preceptos constitucionales y de DDHH. Y como, “el hombre es víctima de sus propias trampas”,  Maduro, para verbigracia,  –con la intentona de la sentencia 125 del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que revela facto y tiranía, y la 126, que trata de neutralizar a la AN mediante la anulación de la inmunidad parlamentaria, junto a la cruenta represión contra las manifestaciones–  demuestra  que en Venezuela opera un gobierno antidemocrático.    La reacción viral de las opiniones políticas más relevantes del mundo y del pueblo, en contra de la procaz decisión de los magistrados del TSJ, no se hace esperar. Así, Maduro, azotado por la desobediencia de la Fiscal General de la República Luisa Ortega, zarandeado por el repudio nacional e internacional, demuestra de manera evidente ante el mundo, su arbitraje ilegal, sobre el TSJ. Puesto que, le pide públicamente sanciones contra la Asamblea Nacional (AN), y luego, exige la anulación de las dos últimas sentencias de facto.

Aquí es cuando, la acción de la infalible estrategia de lucha no violenta, quiebra por presión, a una de las  principales garras de la dictadura. Maduro pierde esta batalla. Su craso error no  logra callar al mundo ni al país. El pueblo, en repudio, protesta. En fin,  la oposición logra sensibilizar a la nación, a los países civilizados del mundo y a los organismos internacionales, a través de la estratégica lucha no violenta. Maduro, como todo un dictador, se ciega en hacerla ver violenta y la ataca con grupos armados y pagados con dinero del Estado.  Él mismo se pone la soga al cuello.

Los resultados de la lucha no violenta son como el agua mansa, derrumba los muros más sólidos en corto o mediano plazo. Estos resultados, nunca son precoces ni producto de la improvisación. Solo la organización y la persistencia definen su infalibilidad.   Esto es, las innovadoras formas de transmitir el descontento, la insistente lucha para impedir que los medios de comunicación sean silenciados y no caigan en autocensura,  el efecto de las denuncias para mantener informada a la población y el eficiente desempeño al develar evidencias de excesos y abusos realizados por el régimen, ante las ONGs, organismos nacionales e internaciones,  jamás resultan en vano.

Ya se empieza a oír el crepitar de las columnas que lo sostienen a este gobierno. Todos los esfuerzos dan en el blanco, en el espíritu y en la zona más neural de su poder. Así es como se desestabiliza a quienes administran de manera unipersonal al país. Esta consistente lucha derrota el caos y atraso político, social y económico en que se encuentra la nación. La amenaza, la tortura y la cárcel, no la amilanan. Esta lucha se traduce en más lucha, en suma de voluntades, en despertar solidario. Los pueblos la entienden, porque las necesarias libertades democráticas empujan hacia la victoria final.  

Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]