La revolución en Venezuela: Madre de todas nuestras desgracias, por María Auxiliadora Dubuc

thumbnailMariaAuxiliadoraDubucTradicionalmente el segundo domingo de Mayo, se conmemora en todo el país el “Día de las Madres”; pero este año la celebración de esta fecha tan especial luce ensombrecida, dado el clima de conflictividad que vivimos en el país. Colmados del profundo dolor que nos embarga y que sufren todas aquellas madres cuyos hijos están ausentes o han sido asesinados, heridos, desaparecidos, detenidos, torturados, sometidos al aislamiento y vejados, avanzamos. Dada la represión que de que hemos sido víctimas los venezolanos los últimos días, aunado al desgobierno y a la situación de inseguridad que impera en el país, en este marco, es que los venezolanos recordaremos a nuestras progenitoras, porque como bien dice el dicho: “Madre solo hay una”.

Las madres venezolanas, heroínas en esencia, luchan a brazo partido diariamente, no solo para dar de comer a sus hijos, brindarles educación y mantenerlos saludables, sino que además les han tocado tareas adicionales, como le escuche decir a una buena amiga, quien ha tenido que pintar a sus hijos una historia al buen estilo de la famosa película “La vida es bella”, explicando la situación que vive el país, a sus pequeños llenos de inocencia, como un cuento que al final tendrá un final feliz, en su protección y defensa, se suma entonces, la difícil misión de mantener viva la ilusión e intentar llenarlos de esperanza y fe.

Así la mujer venezolana, se ha convertido en la mujer maravilla, al buen estilo criollo, realiza cien mil tareas a la vez, es decir, es múltiple. Trabaja en la calle y en la casa, aconseja a sus hijos, sufre el viacrucis diario de luchar contra la escasez y otras tantas tareas más. Cansada, llora su dolor a escondidas, sorteando toda clase de tragedias, haciendo esfuerzos sobrehumanos extraordinarios para lograr darle de comer a sus hijos y proveerlos de la educación que merecen, porque a decir verdad, tener y mantener un hijo en Venezuela, se ha convertido en una tarea cuando menos titánica.





Por estas razones, la celebración del día de la madre en Venezuela en esta oportunidad, tiene matices,  quizás difíciles de entender. Por un lado, ese día significa el reconocimiento al inmenso amor y entrega de una madre para con sus hijos y por otro el sentimiento de solidaridad más absoluta que sentimos para con aquellas madres que sufren el dolor de los caídos y que son víctimas de la crueldad de un régimen oprobioso y maligno en grado sumo.

Constituye un contrasentido que este régimen que se autoproclama hacedor de la mayor suma de felicidad posible, nos haya provisto de tanta tristeza, porque si algo tenemos que reconocer los venezolanos es que somos un país triste, que hemos perdido la sonrisa. El responsable es uno solo: El Régimen. Ellos nos desdibujaron, son los responsables de la violencia desmedida en las calles de las principales ciudades del país, esas donde últimamente miles de jóvenes se enfrentan al odio y a la represión de manera valiente y otros tantos reciben lesiones, son maltratados y torturados en las cárceles y sitios de reclusión de manera inaceptable y en forma desproporcionada. Así tristemente, observamos como los seres humanos que integran la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana, quienes deberían ser los responsables de nuestra seguridad, cuyo honor NO se divisa, siguiendo y obedeciendo ciegamente órdenes superiores no tienen piedad, ni se detienen a pensar al accionar, en sus familias y progenitoras.

Las madres venezolanas, madres de estos jóvenes que resultan agredidos diariamente en marchas y concentraciones reclamando sus derechos, les toca ahora la difícil misión de despedir y bendecir a sus hijos, quienes se colocan al frente de un campo de batalla, sin armas, en son de paz, exponiéndose y muchas veces poniendo en riesgo su propia vida, todo por la libertad de la patria. Esas madres hoy día sufren la desesperación, la ansiedad y un nivel de angustia más allá de lo imaginable, al punto que se torna inaguantable y que llena sus días de desolación y tristeza.

Es así como la revolución avanza a paso de vencedores, transformándose en una fábrica de madres sufrientes, que consideran una tragedia la maternidad, pero que sin embargo, y a pesar de todo, se mantienen firmes en pie de lucha por sacar adelante a sus vástagos dentro de todo este debacle en la que se ha convertido el país. “Un día a la vez”, dicen muchas, como un consuelo para poder soportar la situación, así es como en un suspiro interminable pasan las horas rogando al cielo, rezando y pegadas de todos los santos, aspirando que ocurra un milagro más temprano que tarde y regrese la paz al país y a sus hogares, para que todo vuelva a la normalidad.

Pero al régimen, al parecer, poco le importa la situación, ni le interesa el sufrimiento de los venezolanos. Sin escrúpulos, llenos de perversidad, insensibilidad y maldad, como siempre, se ríen de la situación, cantan y bailan sobre la sangre derramada de nuestros jóvenes, mostrando una actitud de suprema crueldad y continúan masacrando y asesinando jóvenes en su cegada ambición de poder, por lo que sin contemplaciones golpean, atemorizan y a través de la violencia desmedida intentan dominar al pueblo, un pueblo que resiste, conscientes como son del profundo rechazo de que son sujetos, en un país donde reina la delincuencia, la escasez, la inflación, el decrecimiento económico, la pobreza, corrupción y el hambre, situación esta que se agrava según pasan los días y que estoy segura, que los conducirá a su propia destrucción.

Las madres venezolanas continúan en este escenario, a pesar de la  más terrible incertidumbre, desesperanza y dolor, no decaen, aun cuando perciben muy poco esperanzador y seguro el presente y el futuro de sus hijos. Ellas, con gran valentía y aplomo, se han unido a sus hijos en las marchas y manifestaciones, así los he visto, juntos, hombro a hombro, se movilizan por las calles de las ciudades y pueblos de Venezuela para repudiar y pedir la pronta salida del poder del régimen, causante de tantas lágrimas y sinsabores. Se han convertido en apoyo en la lucha, llevan agua y comida a hijos propios y ajenos, curan y salvan, ponen su hombro, en una demostración de una generosidad y bondad sin límites en estos tiempos, porque es como decía el poeta Andrés Eloy Blanco: “Cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos del mundo”.

Estas actitudes de nuestras madres, nos llegan al alma y aun cuando no sabemos a ciencia cierta cuanto tiempo durara esta situación, tenemos viva la esperanza en la fe y en la nobleza de nuestras madres.

Mientras el odio del régimen va “in crescendo”, se profundiza la violencia y la agresión, buscando siempre la confrontación, al encontrarse desenmascarados frente a los organismos internacionales, cada día más solos, más fracasados, demostrando su debilidad, dan patadas de ahogado intentando sobrevivir.

Nosotras, mujeres valientes de este país que nos vió nacer, madres venezolanas, fuertes y criollas, heroínas de estos tiempos que nos ha tocado vivir, nos convertimos en puro corazón andante, asumimos nuestra responsabilidad histórica y vamos desarticulando el odio, repartiendo bendiciones por estas calles de Dios, en momentos en que sentimos que la patria nos llama, entendemos que nuestra celebración vendrá después, ya llegará el momento, en esta hora, nos secamos las lágrimas y avanzamos, apostando todo por la suerte y por el futuro de nuestros hijos!

MARIA AUXILIADORA DUBUC P.

@mauxi1