La crisis alimentaria se cocina en los cuarteles

La crisis alimentaria se cocina en los cuarteles

En esta imagen del 19 de diciembre de 2016, un soldado de la Guardia Nacional vigila camiones que salen del puerto en Puerto Cabello, Venezuela, la ciudad portuaria por la que pasan la mayoría de importaciones de alimentos del país. En toda la cadena de mando, de los generales de alto nivel a los soldados de a pie, los militares utilizan su creciente poder sobre el suministro de comida para lucrarse. (AP Foto/Ricardo Nunes)
GNB vigila entrada y salida de camiones // AP Foto/Ricardo Nunes)

 

 

La “Venezuela Saudita” conoce de hambre. Pero la post, también. Los “problemas” en materia de alimentación no son recientes y la desnutrición no distingue “víctimas” en la “cuarta República” y “mucho menos en la quinta”. Mientras que los venezolanos hacían largas colas para comprar los productos, ingerían una o dos comidas al día, no conseguían los alimentos, dejaban de adquirirlos, “sufrían” depresiones al ver la nevera “con agua y luz” o se “desplomaban” al observar cómo sus hijos mueren desnutridos “sin poder hacer nada”, de los cuarteles de la “patria” salían los hombres que “garantizan la alimentación de calidad y barata a todos”, según publica el diario La Verdad en un trabajo especial.





La historia contemporánea del país demuestra que los de traje “oliva” asumieron puestos preponderantes en el “sector estratégico” a partir del 2004 con la creación del Ministerio de Alimentación por parte del expresidente Chávez. Esta decisión fue tomada tras los supuestos “ataques de la derecha” a partir del 2002 que “cerró comercios de alimentos, supermercados e industrias agroalimentarias” para “tratar de rendirnos por hambre”, según el mandatario.

Con alarde de su invención, Hugo Chávez recordaba en 2012 que “en ese tiempo su gobierno no tenía ni una bodega y la burguesía monopolizaba todo el proceso alimentario. Botaron la comida, se negaron a llevar ganado al proceso de beneficio y pararon las plantas de harina de maíz precocidad”, sentenciaba.

Arribo castrense

Luego del “éxito” de la Misión Mercal, que arrancó en abril de 2003 y “llegaba a nueve millones de venezolanos al mes”, el ministerio recién establecido, necesitaba que alguien se ocupase de él. En “defensa de la seguridad alimentaria”, fue designado el general Rafael Oropeza, entonces presidente de la Corporación Venezolana Agraria (CVA), como su primer titular, que de acuerdo a las palabras del “máximo líder de la revolución”, “todo lo que hizo hasta el momento era solo el preludio de lo que vamos hacer, que será garantizar la alimentación para todo el pueblo”.

Con cientos de promesas, dinero, planes de trabajo y maniobras, iniciaba una nueva etapa en la nación petrolera que veía cómo los destinos de la producción, distribución, almacenamiento, control, exportación e importación estarían dirigidos por las “tropas”.

A partir de aquel momento, se “fortaleció” la Misión Alimentación, que vio nacer a la Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (PDVAL), red de Abastos Bicentenario, tras una expropiación, Gran Misión Alimentación, Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), Fundaproal, Centro de Almacenes Congelados, La Casa, Industrias Diana, Sunagro, Empresa de Almacenes Nacionales, Venalcasa, Lácteos Los Andes, entre muchas otras.

Todo queda entre amigos

En un período comprendido entre 2004 y hasta la fecha, Venezuela tuvo siete ministros de alimentación, de los cuales seis son militares y tres repitieron en el cargo en diferentes años. Repartir “millones” de toneladas de alimentos y múltiples reconocimientos de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), por los logros alcanzados en materia nutricional, “no palearon” el hambre “ni disminuyeron las muertes por desnutrición” en el territorio nacional, pese a manejar presupuestos multimillonarios en 13 años.

Mientras la “crisis” arreciaba paulatinamente y el “populismo” defendía su gestión, los escándalos de corrupción salpicaban a los ministros y a su personal, al mismo tiempo que recaían sobre ellos de denuncias, debido a que empresas absorbidas por el Estado se encontraban “quebradas”, el desabastecimiento era “notorio”, se encontraron miles de toneladas de alimentos podridos en container, se realizaron importaciones con sobreprecio adquiridas con dólares preferenciales y a las personas se les marcaba el brazo con marcador para comprar en el supermercado. Paralelamente, otros comían de la basura.

 

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