Luis Alberto Buttó: Descentramiento

Luis Alberto Buttó: Descentramiento

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

El descentramiento es un proceso mediante el cual los actores políticos, voluntaria o involuntariamente, pierden la identificación con el punto de referencia (centro) que le es consustancial, dadas la misión y funciones que están llamados a desempeñar. En el momento en que ocurre el descentramiento, dichos actores descartan por completo el paradigma apropiado con base en el cual, por propiedad y conveniencia del asunto, deberían inicialmente sopesar y luego ejecutar las tareas cotidianas que constituyen su responsabilidad directa. En consecuencia, experimentan absoluta descomposición de los componentes definitorios ideales y pierden toda capacidad de obrar con grados aceptables de eficiencia, eficacia y efectividad; entiéndase, normalidad.

Se sobrentiende que sólo un gobierno focalizado en lo que le corresponde por lógica y mandato legal, es capaz de crear las condiciones idóneas para que la gente pueda vivir sin mayores angustias, limitaciones y sobresaltos; o sea, que pueda prosperar, en todos los sentidos del vocablo, fruto de su trabajo digno y constante. Así las cosas, cuando el gobierno es el aquejado de descentramiento, la población sufre en el corto, mediano y largo plazo, los impactos negativos de tales desvaríos, mientras el alto funcionariado, encerrado y protegido como está en la burbuja edificada por el usufructo del poder, es insensible a las penalidades de sus coterráneos. A decir verdad, no comparte tales infortunios ya que, frente a ellos, huelga recordar, está inmunizado. En cualquier caso, el descentramiento del gobierno es pernicioso para el pueblo. Empero, los efectos perversos se incrementan cuando el descentramiento de los gobernantes es voluntario; es decir, cuando estos, motu proprio, deciden mirar en la dirección equivocada, razón por la cual terminan dando la espalda a las demandas elevadas desde la colectividad. En ese absurdo cuadro, la insania no es una enfermedad sobrevenida sino perversa decisión de quien se desliga del sentimiento correcto: la preocupación tangible por los suyos. Los gobiernos descentrados son, por antonomasia, gobiernos indolentes.





Acudir presuroso a ofrecer ayuda a naciones extranjeras necesitadas es un comportamiento ciertamente loable, meritorio, objeto del más encendido aplauso. La solidaridad se aviene con la condición humana, no con las fronteras dibujadas en los mapas. Pero, el descentramiento se muestra en toda su extensión cuando el socorro se ofrece a quien en verdad no lo requiere pues el pretendido receptor del auxilio es una superpotencia mundial con capacidad para resolver cualquier contingencia, la que fuere, al punto de que puede, cortésmente, descartar los ofrecimientos hechos en tal sentido por otras potencias de talla planetaria y aceptarle tan solo oraciones. El descentramiento se evidencia cuando el contexto indica con absoluta claridad que la asistencia brindada puede operar como abeja al panal para desplegar actos propagandísticos. El descentramiento se manifiesta cuando la cooperación planteada se adelanta desde países donde, a lo interno, la petición desesperada de ayuda humanitaria es desoída o donde se prefiere honrar deuda internacional o subvencionar costosísimos espectáculos deportivos en vez de destinar el grueso de los recursos disponibles a la urgente importación de alimentos y medicinas, inexistentes en mesas y anaqueles. El selfie del descentramiento se refleja en el abrazo a los de afuera y el desdén hacia los de adentro.   

Es indigno incurrir en actos impropios que, amén de aumentar las penurias del menesteroso, le ofenden en su dolor y en su inocencia.

Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3