Juan Guerrero: Traiciones necesarias

Juan Guerrero: Traiciones necesarias

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Desde hace años estoy vinculado a los afectos cubanos. De esa gente que debió partir apurada por las persecuciones ideológicas de una revolución despótica, y también por el hambre y las enfermedades.





Visitando a una de esas familias de la diáspora cubana escuché cierta vez que muchas personas que decidían partir eran tratadas con desprecio, tanto por el Estado comunista como por sus propios vecinos. Les llamaban Actos de Repudio. Los colocaban en una tarima y seguidamente, les hacían una especie de juicio sumario. Después les inventaban historias para condenarles públicamente al escarnio. Muchas veces les escupían y les tiraban objetos o les maltrataban físicamente.

Escuchar esas historias y comenzar a verlas transitar por estos parajes venezolanos es sentir que otra vez la rueda del destino, del desprecio se sigue repitiendo. Como en la Alemania nacionalsocialista, o las condenas a los desiertos siberianos en la Unión soviética, o en la época de la Revolución cultural china.

Mi refugio siguen siendo, entonces, los libros. Y encuentro en George Steiner (París. 1929) una razón para comprender esa malévola mentalidad del poder, cuando se sabe totalitario y militarista.

El profesor Steiner, de manera clara y demoledora, indica que son estos regímenes los primeros en utilizar la “bestialidad de la mentira” para condenar a todo opositor a la humillación y el dolor.

Vivimos días terribles, ciertamente. No parece existir salida, al menos en los próximos meses (-por no decir años) a esta dantesca prisión de la llamada Venezuela del Socialismo Siglo XXI. Y en verdad que el liderazgo político opositor parece que en eso ayuda bastante.

La complejidad de la crisis venezolana es demasiado abrumadora para entenderla. Más cuando diariamente existe una poderosa maquinaria de propaganda estadal que banaliza la realidad hasta caer en el ridículo de líderes que actúan, según libretos preestablecidos.

“En la política moderna, -sentencia Steiner- todo impulso de masas, todo proyecto totalitario, se nutre del nacionalismo, de la droga del odio, que hace que los seres humanos se enseñen los dientes a través de un muro, a través de diez metros de tierra de nadie.”

Por eso será que ahora inventaron unas elecciones regionales. Quizá sea para distraer con circo a la muchedumbre ruinosa, hambrienta y embrutecida. Y para que los dirigentes opositores también se distraigan de lo esencial: la falta de alimentos, medicinas, inseguridad y libertad de los presos políticos.

Estas cuatro cuestiones son la razón política que el grueso de la sociedad venezolana reclama a diario. Por ello en menos de 20 años, se cuentan cerca de 350 mil víctimas. Un alto porcentaje, como muertes innecesarias o “daños colaterales” producto de planes aplicados para lograr que la población “se adapte” al nuevo sistema llamado socialismo.

Porque ya es evidente, notorio y comunicacional la Política de Estado para lograr que millones de venezolanos emigren de su país. Esto que señalo, junto con la crisis alimentaria, de medicinas, inseguridad y captura y prisión de venezolanos opositores a la dictadura socialista representan, como ya está siendo denunciado y tratado por organismos internacionales de derechos humanos, claros delitos de Lesa Humanidad.

Por todo ello no encuentro razón para entender el silencio de los profesionales que componen el llamado ámbito militar. Oficiales de carrera, venezolanos formados bajo principios de cumplimiento a la Constitución y las leyes. Un silencio que ya los ciudadanos en la calle comentan y denominan como “complicidad”. Y el dolor de esa rabia y odio que crece día a día contra quienes juraron defenderlos.

“Hay, como enseñaba Sócrates, -son palabras de Steiner- traiciones necesarias que hacen más libre a la ciudad y más abierto al hombre.”

Debemos aprender de nuestros errores y dar gracias a quienes fueron sus actores, por mostrarlos. Chávez y Maduro son errores históricos, como el nacionalsocialismo, el fascismo o el comunismo. Ejemplos de lo que jamás debemos copiar.

Venezuela ha sido territorio de capataces y becerreros transformados, ya en el siglo XX, en modernos militares. Gente que siempre ha sabido estar en y con el poder. Y ese será el mayor reto de las nuevas generaciones de civilistas que puedan liderar la nación: detener el avance del militarismo y regresarlos a los cuarteles, de donde nunca debieron salir.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1