Ramón Peña: La banalización del hambre

Ramón Peña: La banalización del hambre

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Desde la llegada de este régimen, las necesidades alimenticias de los venezolanos han sido tratadas con un repertorio de subterfugios ideológicos, ignorancia, displicencia e interés pecuniario. Desde el jugoso Plan Bolívar 2000, primera cornucopia para generales en pretendida función social, no han cesado inútiles operativos y ocurrencias para cubrir las carencias alimentarias. Con la manidas consignas federalistas del SXIX de tierras y hombres libres se tomaron fincas, muchas de ellas productivas, que pronto terminaron convertidas en yermos conucos bautizados como fundos zamoranos.





Desconfiado de los inversionistas venezolanos del campo, Hugo Chávez escogió negociar con los rusos el desarrollo de las plantaciones plataneras del Sur del Lago de Maracaibo. Nunca más se ha hablado del magno proyecto. En otra ocasión, luego de un viaje al África, anunció un gran desarrollo de oleaginosas, sin percatarse de que la materia prima a sembrarse, palma africana, era cuestionada por sus nocivos efectos para la salud. A la usanza cubana, estatizó plantaciones y centrales azucareros de larga tradición en todo el país, la mayoría de los cuales han terminado en herrumbrosas instalaciones y los venezolanos en penosa dependencia del azúcar importado.

Con un sentido casi bufo de cómo cubrir la devastación del agro provocada por su socialismo castrista, a Chávez se le ocurrieron disparates -aplaudidos por sus acólitos- como los gallineros verticales, la ruta de la empanada, la areperas socialistas, entre otros.

Hoy, con menos imaginación que su antecesor, el Golem gobernante anuncia la solución para combatir el hambre y proveer proteínas al pueblo: criar conejos en cada hogar del país. Así de simple, sin mediar consideraciones de ningún orden, como el mago que saca el conejo de la chistera, asesorado por un ex policía trasunto en experto ministro de agricultora urbana. De nuevo la burla, la banalización de una tragedia colectiva.