Sensatez y sensibilidad, por Reinaldo Aguilera

thumbnailcolaboradores-190x1301Sensatez y sensibilidad. No se trata precisamente de la novela de Jane Austen, llevada al cine en 1995 e interpretada magistralmente por Emma Thompson, Kate Winslet, Hugh Grant y Alan Rickman. No. Se trata de dos cualidades humanas que deben ser inherentes a los servidores públicos, a los funcionarios que optan a cargos de elección popular y a quienes son designados a través de la figura del libre nombramiento y remoción, para ocupar puestos en la administración o el gobierno de los asuntos de un Estado.

Si bien la sensatez es la cualidad que tienen las personas que actúan racionalmente, que se guían por el sentido común, muestran buen juicio, prudencia y madurez en sus actos y decisiones, también es la capacidad de no dejarse llevar por emociones incontrolables como el odio, la amargura, la pasión o la violencia.

Mientras que la sensibilidad es definida como la propensión natural de los seres humanos a emocionarse ante sentimientos como el amor, la ternura o la compasión. Es esa facultad de sentir, es la tendencia natural a abrigar emociones o sentimientos ante determinadas circunstancias que implican o guardan un fuerte compromiso emocional. Es empatía, compasión, humanidad.





Conociendo ya el significado de ambos conceptos, podemos entender rápidamente que quienes gobiernan a Venezuela carecen por completo de ambos atributos, pues a ellos solo les interesa el poder por el poder, así lo han demostrado en los últimos 18 años y se han encarnizado aún más en este cuatrienio.

En nuestras peores pesadillas, jamás pudimos ver el dantesco cuadro que hoy dibuja la Venezuela socialista de Chávez y Maduro: millones haciendo colas para conseguir alimentos de consumo masivo a precios regulados bajo presentación (en principio) de cédula de identidad y ahora del carnet de la patria para tener acceso a una caja de comida que ni siquiera suple los requerimiento nutricionales; una emigración de venezolanos calculada en 2,4 millones de compatriotas; cerca de cuatro millones de personas buscando qué comer entre la basura; paisanos pidiendo cualquier ayuda para saciar el hambre; muerte de neonatos y niños menores de cinco años por desnutrición, malnutrición o enfermedades asociadas; deceso de parturientas por escasez de medicamentos; desabastecimiento de medicinas que ronda el 85%; centros hospitalarios cerrados por falta de insumos y de personal médico y de enfermería; y el retorno de enfermedades erradicadas como la difteria, el mal de chagas, sarampión, rubeola y tuberculosis, entre otras. En este aterrador contexto solo hay insensatez e insensibilidad.

Tampoco soñamos con experimentar un incremento desproporcionado de la violencia criminal; una impunidad que ronda el 95%; presos políticos o presos de conciencia; persecución política y ataques a la oposición perpetrados por grupos paramilitares actuando al margen de la ley; hiperinflación; caída estrepitosa del poder adquisitivo; una red de corrupción tan bien organizada, difícil de encontrar en otro país del mundo; escasez de efectivo y lo más reciente, escasez de combustible en el país con las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo. En este pavoroso escenario no hay un ápice de sensatez ni sensibilidad.

Recordaba que en octubre de 2014, Nicolás Maduro decía en una cadena nacional de radio y televisión: “Un gobierno revolucionario con poder económico como el que yo presido, tiene planes para pasar cualquier situación, así tiren los precios de petróleo a donde los tiren“. En enero de 2016, decretaba la primera Emergencia Económica. A septiembre de 2017, ha renovado el mandato en 11 ocasiones – cada prórroga se ha extendido por 60 días – y la situación cada día es más precaria, insostenible y sin señales de mejorar porque no hay intención de hacerlo, porque el fin último es controlar a una población por el hambre. Allí no hay sensatez ni sensibilidad.

Entre 1999 y 2014, Venezuela recibió US$960.589 millones por exportación petrolera – a razón de US$56.500 millones anuales –. Para que tengamos una idea de lo percibido, en el último quinquenio de Rafael Caldera (entre 1993 y 1998) a la nación ingresaron US$15.217 millones anuales. Aunque economistas y ex funcionarios del Banco Central de Venezuela han dicho que el chavismo ha despilfarrado en 18 años, más de US$2 billones – o 2 millardos – que escrito con todos su ceros, se lee US$2.000.000.000.000.000.000. Allí no hay sensatez ni sensibilidad.

Es más, para visualizarlo mejor, les dejo este dato: el Plan Marshall – que no es otra cosa que el Programa de Reconstrucción Europeo tras la segunda guerra mundial –, le costó a los Estados Unidos US$12.741 millones y su ejecución duró tres años, entre 1948 y 1951. Dieciséis países de Europa Occidental devastados por el conflicto bélico, que entonces contaban con casi 285 millones de habitantes, salieron a flote tras la aplicación del mayor esfuerzo estratégico de desarrollo hasta ahora puesto en práctica. El entonces secretario de estado norteamericano George Marshall, no solamente demostró prudencia, juicio y entendimiento, sino también una generosidad, nobleza y condescendencia pocas veces vista.

Pero volviendo al caso venezolano, nos topamos además con que el dueto Chávez – Maduro no ahorró durante el boom petrolero sino que gastó, robó y además quintuplicó la deuda externa. Y ahora que estamos viviendo la época de las vacas flacas, Maduro no tiene cómo hacerle frente a esta crisis humanitaria sin precedentes, delegando culpas primero en Barack Obama y ahora en Donald Trump, en Europa, en Canadá y en cuanto gobierno latinoamericano ose denunciar la sistemática violación a los Derechos Humanos en nuestro país. Allí no hay sensatez ni sensibilidad.

Por las razones expuestas, debemos acudir de manera masiva a votar en las elecciones regionales del 15 de octubre, vencidas desde 2016 y convocadas por el CNE, primero para el 10 de diciembre de 2017 y luego adelantadas para la fecha mencionada, a solicitud de una Asamblea Constituyente Comunal fraudulenta, ilegal, nula de toda nulidad.

No debemos seguir cediendo plazas al chavismo, rescatemos cada espacio que podamos a través de la única vía que conocemos: la electoral. Los demócratas creemos en el poder del voto y solo por medio de él arrebataremos el poder a quienes llegaron sólo para eternizarse y no para garantizar calidad de vida a nuestra población. En ellos no ha habido, no hay y no habrá sensatez ni sensibilidad. Así de simple y sencillo.

Reinaldo J. Aguilera R. / Coordinador Nacional Electoral Adjunto de Primero Justicia

@raguilera68 / @pjcontrolelecto