Maduro y Cabello, ni adversarios, pero tampoco mejores amigos

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Aunque de distinto talante, los une la lealtad al mismo líder. El vicepresidente y canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, podrían, en escenarios distintos, ser los llamados a liderar una transición política ante la eventual falta permanente del presidente Hugo Chávez. Diario El Pais.com.

Ni adversarios, pero tampoco mejores amigos, ambos se sentaron muy serios el 8 de diciembre del 2012, a lado y lado de un Chávez que por primera vez planteaba un país sin su presencia. Pero solo Maduro salió ‘ungido’.

Los dos pupilos tienen más desafíos que simplemente moderar el discurso sobre el estado de salud del presidente, que se sometió a una cuarta cirugía para tratar el cáncer que lo aqueja. Han sido 14 años en poder y, si bien el llamado a sucederlo tiene ‘escuela’ en el socialismo del siglo XXI, llenar los zapatos del comandante no va a ser fácil.





“La unificación del chavismo la hace el culto a Chávez, un culto mucho mayor que el de Rojas Pinilla en Colombia e incluso el de Perón en Argentina. Ni Maduro ni Diosdado, ni ningún otro hombre del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), es portador de esa imagen caudillesca”, sentencia el historiador venezolano Agustín Blanco.

Bajo otras circunstancias, hombres con perfiles tan diferentes no estarían juntos. Maduro es un exconductor del Metrobús de Caracas que empezó desde abajo y que, muy disciplinado, fue ascendiendo en cargos públicos. Cabello es un militar retirado que mantiene el afecto del Ejército y que acompañó a Chávez cuando este saltó a la fama en el fallido golpe de Estado a Carlos Andrés Pérez (1992).

Aunque ambos representan dos orillas del movimiento político, para Blanco no hay división ideológica dentro del chavismo, sino simplemente una división de “intereses”. “Hay 10 gobernadores militares y unos 2.000 militares en la administración pública, por eso es táctico poner a un civil de jefe de Gobierno”, agrega el académico.

El chavismo, en todo caso, no es monolítico y tiene, como casi todas las formaciones políticas, sectores radicales y otros más moderados.

Según Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, “no es cierto que Maduro sea tan moderado. Tiene una posición bastante fuerte hacia la izquierda, pero es bastante pragmático”.

En sus funciones como Canciller (que ejerce desde hace seis años) adquirió una importante experiencia internacional y se convirtió en mucho más que una figura nacional al ser gestor de Unasur. Este pasado y sus recientes acercamientos con el Gobierno estadounidense hacen prever que, de quedar en el cargo, podría normalizar rápidamente las relaciones con la Casa Blanca, antes el blanco preferido de los insultos de Chávez.

“Sin embargo, se considera que es bastante influenciable por los Castro, lo que ha generado reservas por parte de sectores militares venezolanos”, explica Rodríguez.

Cabello, por su parte, representa a la cúpula militar que se ha beneficiado económica y políticamente desde que Chávez llegó al poder. En su contra están los dudosos manejos cuando fue gobernador de Miranda (2004-2008), algo que le costó su reelección frente a Henrique Capriles.

A pesar del fuerte lazo entre Cabello y Chávez, es poco probable que él u otro de los líderes del PSUV se atrevan a disputar el liderazgo de Maduro ante una eventual ausencia total del Presidente. Al menos, no de inmediato.

“En los próximos dos a seis años, la lógica sería de obediencia al líder desaparecido antes de la confrontación interna -explica Rodríguez- Después, si Maduro piensa en una reelección, las aspiraciones de los demás van a aparecer y Diosdado ejercería presión para ser presidente”.

Si algo tienen en común Maduro y Cabello es que ninguno tiene el carisma ni despierta el fervor casi religioso que el Presidente. Pero sí han sabido explotar al máximo los momentos de crisis. La enfermedad de Chávez, coinciden analistas, fue ‘capitalizada’ en las pasadas elecciones regionales y le dio al chavismo 20 de las 23 gobernaciones en disputa.

En el largo plazo, lo que se estaría jugando Maduro, según Rodríguez, “es qué tanto puede llegar a gobernar Venezuela cuando la sombra de Chávez haya desaparecido de la escena política. Tal vez solo hasta entonces podremos ver su verdadero perfil”.