Acribillan a mototaxista para robarlo

NEWS REPORT/ ARCHIVO

A Jonathan Alfredo Martínez Granados lo bajaron de su motocicleta a las 11.00 de la noche del sábado y segundos después le dispararon tantas veces que el cuerpo echaba humo y hacía ligeros movimientos involuntarios producto de los impactos de bala, no de señales de vida. La muchacha que iba con él, de identidad aún desconocida, huyó de la calle 79 con avenida 99C del barrio Armando Reverón, parroquia Venancio Pulgar, donde ocurrió el homicidio. Texto La Verdad.

La Policía científica en la primera minuta elaborada sobre el suceso da cuenta de dos sujetos a bordo de una moto que pasaron, interceptaron a la pareja y obligaron a la víctima a bajar y pegarse a una pared para matarlo. Esta es la versión que su papá, Mariano Martínez, sabe y fue la que relató en la medicatura forense de la Universidad del Zulia.

Él se enteró de la muerte del tercero de sus cuatro hijos por su esposa. A esa hora ya estaban acostados, tratando de descansar de un día pesado de trabajo. Los vecinos interrumpieron el sueño. De boca de ellos llegó la noticia. La señora despertó con gritos y lamentos a su esposo. “Mijo, mijo… mataron a Jonathan”.





Al lugar del crimen 

Martínez salió como estaba, en pijama. Preguntó a los curiosos la dirección del asesinato. En su cabeza y corazón todo era falso. Corrió del barrio Jesús de Nazareth hasta el sector Armando Reverón y encontró a su hijo muerto. Ya nadie estaba en ese lugar, ni testigos ni homicidas, solo curiosos.

“No sé qué pasó, no sé explicarlo. Lo que te diga es mentira. No le conocía malas amistades, aunque no sabía bien con quién andaba. Y ahora está muerto, mi muchacho. A él no le gustaba estudiar mucho, pero era un hombre trabajador”.

Entre lágrimas y esfuerzos de la memoria, el papá de Jonathan recordó que hace ocho meses a su hijo le dispararon en la pierna mientras estaba en una concentración evangélica. El muchacho denunció al homicida, pero de tanta insistencia de padres y familia retiró la acusación. “Hay tanta inseguridad que uno no sabe”. Quería ser Policía, estaba por entrar, pero la herida en la pierna retrasó el ingreso.

La última que vez que su papá lo vio con vida fue el 31 de diciembre. Celebraban la llegada del Año Nuevo. “Lo aconsejé, le dije que si tenía malas amistades, que las dejara. Casi no nos veíamos porque yo trabajo en una carnicería de 7.00 de la mañana a 8.00 de la noche. Cuando me voy, él está durmiendo, y al llegar, él ya no está en la casa”.