Aveledo: La democracia no debe renunciar nunca a sus ideales

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Durante la sesión del Foro: Desafíos de la vigencia del humanismo cristiano, patrocinado por la Universidad Miguel de Cervantes de Santiago de Chile, el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo afirmó que conviene estar prevenidos ante el uso de concepciones y prácticas populistas en América Latina, por parte de revolucionarios de signo marxista, que podrían confundir a los analistas simples o prejuciados.

Puntualizó que tal es el caso del fenómeno que ha adquirido, con origen democrático y métodos propios del populismo, un creciente control del poder público venezolano, pero cuyo objetivo formalmente declarado es la construcción de un tipo de sociedad claramente identificado. A despecho de que el artículo 2 la Constitución, promulgada en 1999, define a Venezuela como un Estado democrático, uno de cuyos valores superiores es el pluralismo y el anti pluralismo oficial se manifiesta en reiterados actos del Poder Público.

“El populismo es un tema recurrente en la historia de América Latina. Tanto que se lo asocia más con nuestra región que con cualquier otra parte del mundo. Un estudio reciente con aval de la Universidad de Cambridge distingue entre el “populismo de inclusión” de Chávez-PSUV en Venezuela y Morales-MAS, en Bolivia, y el “populismo de exclusión” de Le Pen-FN en Francia y Haider-FPÖ, en Austria. Si juzgamos por el enunciado el populismo, como el colesterol, podría ser bueno o malo. Tal vez la distancia y/o la proximidad, o acaso el prejuicio, incidan en la valoración”, consideró.





Durante su ponencia, Aveledo enunció que entre las características del populismo que son normalmente mencionadas destacan: la noción de política como el enfrentamiento entre pueblo y élite; liderazgo carismático basado en una relación directa entre el líder y el pueblo y en las habilidades de comunicador del primero; nacionalismo extremo; la figura del enemigo externo en la forma del poder imperial que busca someter a los pueblos; confusión entre Estado, partido, líder y cuerpos intermedios como los sindicatos y otros, y en consecuencia la propensión a conductas autoritarias.

“El uso más frecuente del término populismo es peyorativo. La derecha, especialmente la Liberal, ha llamado “populistas” a partidos, gobiernos e incluso políticas públicas o medidas de intervención del Estado en la economía con orientación social. Socialistas y comunistas han tachado de “populistas” a los partidos o gobiernos reformistas con fuerte apelación a las masas populares, pero que no son revolucionarios”.

Refirió que los intelectuales y políticos venezolanos de formación, tradición de pensamiento o militancia en el socialismo marxista no están unidos en su caracterización del actual régimen, por la razones antes expuestas, y agregó que entre sus críticos, que son la mayoría y, en todo caso, los más reconocidos, unos disputan abiertamente su identificación socialista y probablemente no tendrían inconveniente en coincidir con Haro Tecglen en que “Hoy el populismo parece otro nombre del fascismo”; otros lo emparentan con el denominado socialismo real conocido durante el siglo XX, del cual sobreviven unos pocos ejemplos y cada día más cambiados, sin olvidar que los hay también, nacionales y extranjeros, que saludan el “socialismo del siglo XXI” como la buena nueva en el campo revolucionario.

“El populismo reta las reglas de la democracia, sus procesos y sus canales de participación, porque en realidad impugna sus supuestos básicos. Tanto su validez como su efectiva vigencia, y precisamente por esto es que estoy convencido de que la democracia no debe nunca renunciar a sus ideales”.

Manifestó que como se trata de un desafío insidioso, al populismo hay que enfrentarlo y derrotarlo desde sus raíces; y a los valores democráticos, firmemente arraigados, hay que desarrollarlos en una vida democrática efectiva que genere igualdad por la cual velan instituciones sólidas. “Las democracias tienen que esmerarse, y vencer, en el combate contra las desigualdades y por la construcción de instituciones. Podríamos decir que a mayor igualdad y mejor institucionalidad, menores posibilidades del populismo. Dado que la desigualdad y la debilidad institucional son agentes que propician la aparición del desafío populista”.

En su disertación sostuvo, además, que en las sociedades modernas, la democracia se convierte en un concepto vacío si no existen instituciones que la respalden o la materialicen. Explicó que el problema parece radicar en la incapacidad de muchos de los sistemas políticos y en crear instituciones duraderas y eficientes.

Finalmente, al ver el populismo como un desafío a la democracia, para el representante de la MUD, estamos obligados a plantearnos también cómo puede la democracia permitir que el populismo se desarrolle en su propio seno, analizarlo como una enfermedad propia del organismo democrático, apoyándose en lideres mesiánicos, carismáticos, que por el uso de la palabra y la demagogia, establecen una relación directa con las masas, relación que prescinde de cualquier mediación parlamentaria y representativa.

“Como el gobierno de uno puede desviarse hacia la tiranía y el de unos pocos hacia la oligarquía, el de todos puede hacerlo hacia la demagogia. El imperio de la demagogia trae consigo, como una consecuencia natural, supresión de equilibrios, abandono de políticas necesarias cuyo norte es el bien común y no solo de una parte, aunque esta sea mayoritaria y, a continuación, agudización de conflictos en la sociedad con riesgo de desembocar en anarquía que, ante el reclamo de orden, acabe en dictadura. De eso no escasean ejemplos en la historia latino americana y universal”.

Finalizó haciendo un llamado personal a que en vez de la vanidosa liviandad para apresurarnos a considerar “nuevo” lo que nos interpela, tengamos la humildad de recurrir a la antigua sabiduría para saber que el desafío es tan viejo que siempre ha estado allí, así como el valor para asumir que es en los valores y en la consecuencia con ellos, donde están los antídotos para prevenirlos y para curarlos. Porque la democracia, en una definición que sigue considerando muy afortunada.

Prensa Unidad Venezuela