En Tiempo Real: ¿Preparan un madrugonazo electoral? por @carlosvalero08

Lunes 11 de diciembre del año 2012, después de volver intempestivamente al país a expresar a viva voz y en cadena nacional su testamento político, el hombre más poderoso de Venezuela y con mayor influencia en América Latina, comienza a subir las escalerillas que lo conducen al Airbus presidencial. En su mente, profundamente alterada por el exceso de medicamentos y el dolor que no lo deja ni un momento, tiene muchos pensamientos contrapuestos. Quizás el que más lo atormenta es saber que se conduce a una batalla casi imposible de ganar, una guerra que desde hace poco más de un año sabía perdida, pero que nunca pensó que se ensañaría contra su humanidad con tanta velocidad.

Conversa consigo mismo -Hasta ahora todo había salido de acuerdo a lo planificado. El adelanto de las elecciones para octubre, esconder las dolencias, ningún desmayo en público- Había logrado engañar a más de 8 millones de venezolanos, pero no había logrado persuadir a las terribles células que invadían su organismo de dejarlo gobernar en paz.

Lentamente sube las escaleras. Siente que en cada paso se le va la vida pero no puede demostrar dolor. La función debe continuar y su terco temperamento le dice que la esperanza es lo último que se pierde. No puede demostrar debilidad. Al despedirse desde la puerta de la aeronave, se detiene un momento y piensa. Me voy de mi patria y creo que es para no volver.





Nuestro país está completamente sobrevenido. Después de 39 días sin saber a ciencia cierta cuál es el estado real del presidente electo y, por sentencia del TSJ, en ejercicio ausente e indefinido. Cada día es mucho más probable que nos estemos dirigiendo a un nuevo proceso electoral presidencial. Las evidencias son abundantes, a la ausencia del presidente tenemos que sumarle el hecho público y notorio de que Nicolás Maduro anda en campaña por todo el país, así como el alto gobierno. En su jerga militar, el PSUV está desplegado nacionalmente, aprovechando cualquier acto de gobierno, para poner en frente una cámara de televisión y hablarle a sus seguidores como si a la vuelta de la esquina tuvieran que asistir a las urnas.

Por otra parte, la inminencia de una crisis económica los obliga a tener que actuar rápidamente. En los últimos dos años el gobierno gastó hasta lo que no tenía y hoy estamos frente a un mercado cambiario subversivo, con el innombrable pasando de largo la mayoría de edad, el déficit del sector público rondando el 17 por ciento del PIB y una adicción total a las importaciones en detrimento del aparato productivo local. La disyuntiva del alto gobierno es en qué momento y con cual profundidad aplican el “paquete rojo”, pero tendrán que hacerlo, ya que la opción de no hacer nada seguiría fortaleciendo la economía negra o paralela, profundizando un cuadro de escasez con inflación que es muy peligroso para su democracia asamblearia o tumultuosa.

Varios factores complican el accionar de la oposición. En primer lugar, viene de dos derrotas consecutivas en las que perdieron posiciones de poder muy importantes como las gobernaciones de Zulia, Carabobo, Táchira y Monagas. Ello resta capacidad de movilización, recursos y tribuna. Sin embargo, habrá que preguntarse qué gobernación necesitó Rómulo Betancourt o Rafael Caldera para construir sus respectivos partidos o más recientemente, con cuánto poder institucional contaba Chávez para hacerse con la silla de Miraflores en el 98.

Por otra parte, toda la institucionalidad nacional e internacional avala el manejo poco ortodoxo y reñido con la Constitución de la transición venezolana, lo cual tampoco puede considerarse un obstáculo insalvable, porque más allá de las plenarias de la OEA o del ámbito de las cancillerías, una política democrática, unitaria y contundente contará con el apoyo de los pueblos y de muchos partidos democráticos del planeta.

Uno de los retos más complejos para la alternativa democrática está en una convocatoria súbita de un nuevo proceso de elección presidencial. El gobierno, haciendo uso de un manejo perverso de la información privilegiada que posee, puede sorprender al país con un “madrugonazo electoral” que nos agarre desprevenidos. Ojalá el presidente regrese al país y se ponga al frente de su gobierno y pague las consecuencias del modelo del caos que ha promovido, pero todo apunta que aún regresando, no podrá seguir en el ejercicio del cargo.

La situación es de sumo delicada, la oposición no puede hacer campaña electoral porque corre el riesgo de jugar posición adelantada, quedando fuera de juego y acusada de andar zamureando electoralmente. Sin embargo, el liderazgo opositor tiene que definir rápidamente un mecanismo de escogencia del candidato unitario y debe bajarle línea a todos sus cuadros al tiempo que reactivan la organización. El país que no votó por Chávez y una parte de los que apoyaron al presidente el 7 de octubre esperan con ansias un proyecto de país que les dé la esperanza para seguir confiando en Venezuela más allá del gobierno de Chávez o la ficción institucional pero poderosa del gobierno de Maduro. Es la hora de los liderazgos estratégicos, llamados a definir una senda para orientar el accionar cotidiano de los ciudadanos en la búsqueda de una nueva utopía social distinta a la utopía de la guerra civil que tienen entre ceja y ceja los altos jerarcas del PSUV y sus mentores caribeños.

Carlos Valero

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