Una cuestión que suele surgir en muchas familias es el tema de la desnudez. ¿Debemos bañarnos con nuestros hijos? ¿Pueden ducharse juntos dos hermanos? ¿Es adecuado ir en ropa interior por casa? ¿Comporta algún tipo de problema que nos vean desnudos? ¿Hasta qué edad? Tal y como expone Alba García Barrera, del departamento de Psicología y Educación de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima), este es un tema peliagudo y respecto al cual no existe unanimidad científica. «Ciertos expertos afirman que vivir la desnudez parental ocasiona futuros problemas sexuales, y otros opinan que es la mejor forma de que el niño descubra el cuerpo humano espontánea y naturalmente. Asimismo, hay especialistas que todavía rechazan la existencia de la sexualidad infantil, aunque en la actualidad sea reconocida como una de las mayores aportaciones de la psicología», añade. abc.es
A juicio de García Barrera, lo primero que hay que tener en cuenta en relación a esta cuestión es que depende de la cultura. «Cada una trata la desnudez de una forma distinta». Lo corrobora la psicóloga Mónica Manrique (www.monicamanrique), para quien tratar la desnudez delante de los hijos habría que atender más a criterios culturales y sociales que científicos. En cualquier caso, para Manrique, «es cada familia quien debe tomar esta decisión siempre que se haga desde la educación y el respeto». Cada hogar, añade, «en función de sus valores, vive la desnudez de una manera más o menos natural. Personalmente, creo que pueden vernos desnudos mientras que quién se desnuda y quién lo ve se sientan cómodos y respetados». Lo corrobora la psicóloga del Hospital Nisa Valencia Al Mar, Belén Sánchez-Laguía, para quien el momento de parar lo marcará siempre el pequeño. «Cuando veamos señales de que el niño empieza a sentirse incómodo, es cuando convendrá no mostrarnos desnudos delante suyo».
La edad, crucial
Rosa Collado, psicóloga especializada en sexología y psicoterapia integradora del centro Álava Reyes Consultores, determina la etapa favorable a la desnudez ante el niño hasta los 6 años aproximadamente. «Con anterioridad a esta edad el niño va descubriendo la sensibilidad de su cuerpo de forma natural y la diferencia entre sexos para poder identificarse posteriormente con su género, además de potenciar la observación y la estimulación de la curiosidad sana para comprender esas diferencias y permitir que el niño/a se desarrolle sin ningún tipo de prejuicio o verguenza sobre su propio cuerpo», explica. Este proceso finaliza, continua Collado, «en la etapa de latencia —que comienza hacia 6 años aproximadamente—, donde el niño ya ha obtenido la información necesaria para descubrir su propio cuerpo. En ese momento más o menos deja de hacer preguntas, bajando notablemente el interés por el tema hasta la siguiente etapa, la de la pubertad, donde resurgirá con mayor fuerza gracias a la explosión hormonal que cambiará su cuerpo».
Mostranos desnudos o no, para García Barrera, lo principal es que la familia esté cómoda con la situación que decida llevar a cabo. «Si los padres ven con normalidad el hecho de que sus hijos les vean desnudos, éstos también lo entenderán así y no sentirán ningún tipo de pudor o vergüenza por ello. Por ejemplo, el espacio del baño puede convertirse en un estupendo lugar para vivir con los hijos un momento relajado en el que jugar, compartir y aprender. Pero si llegado el momento la mirada de nuestro hijo comienza a hacernos sentir pudor, es mejor que dejemos de hacerlo. Siempre es preferible no mostrarnos desnudos a hacerles sentir culpables por habernos visto así». La reacción que tengamos ante esta situación, continúa esta psicóloga de la Udima, es otro aspecto importante para la concepción que los niños comiencen a tener de la desnudez, del pudor y de la intimidad. «No debemos reaccionar con extrema vergüenza o armar un escándalo si por casualidad nos encuentran desnudos en el baño o en el pasillo. Lo más importante es actuar con naturalidad y que el niño no se sienta mal por ello».
Eso sí, matiza Paulino Castells, psiquiatra de Familia y profesor de la Universidad Abad Oliba (CEU), «de la misma manera que los padres no tienen por qué avergonzarse si sus hijos les encuentran desnudos a la salida del baño, ni tienen por qué adoptar actitudes ridículas y embarazosas si son sorprendidos en el lecho marital en plena relación amorosa, tampoco existe una justificación real y seria que permita a los niños compartir constantemente la desnudez o la actividad sexual de sus padres». A su juicio, el niño que habitualmente ve a sus progenitores circular desnudos por casa se confunde y no acierta a comprender por qué otras personas mayores no hacen lo mismo. También pueden estar recibiendo, añade, «una sobreestimulación sexual gratuita, que puede abocar en una auténtica promiscuidad sexual, con lo que se borran las fronteras del respeto entre las generaciones. A su juicio, «no hay ninguna necesidad de meterse padres e hijos en la bañera o de compartir todos la misma ducha».
Lo mejor es, concluye la sexóloga del centro Álava Reyes Consultores, una comunicación abierta. «Al final los padres educan con su actitud. Si el niño después de descubrir naturalmente su cuerpo, ve que sus padres se cambian de ropa en la intimidad o piden permiso para entrar en el baño si hay otra persona, etc… los niños aprenden a respetar la intimidad de los demás y de sí mismos y lo incluirán como un aprendizaje más para ellos». «Y normalmente —añade—, en la medida que el niño va creciendo, va desarrollando el pudor por la propia intimidad y será probablemente él mismo quien pida a los padres que salgan de la habitación o del baño porque ya se desnuda solo».