La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás.
Winston Churchill
Desde que arrancó la crisis de salud del presidente Chávez el país ha podido observar el verdadero talante democrático del tercer hombre del gobierno. Desde la presidencia de la Asamblea Nacional, y como máxima autoridad del PSUV en ausencia del comandante presidente, Diosdado Cabello ha arremetido contra cualquier posibilidad de diálogo y concertación, al tiempo que maneja los debates y el funcionamiento de la misma como si estuviera en una prisión y él fuera el PRAN mayor. Utiliza la coerción, la amenaza verbal y física y se pavonea en los pasillos del recinto que debe recoger la mejor de la herencia democrática y civilista de nuestra nación, rodeado de escuderos armados, sus luceros, siguiendo con la jerga carcelaria.
Una de las herencias culturales más llamativas del proceso es la existencia de los llamados PRANES, caudillos violentos carcelarios que ejercen el verdadero gobierno en sus respectivos centros de reclusión. El PRAN es la materialización de la desaparición del Estado y de las leyes como marco de convivencia humana para impedir que gobierne la ley del más fuerte.
El hombre decidió crear las leyes y las instituciones para superar lo que Tomas Hobbes llamaba el Estado Naturaleza y de esa manera evitar “la guerra de todos contra todos” que supone la desaparición de la cultura y la razón. Las normas se crean precisamente para impedir que cada quien haga lo que le provoque o le venga en gana. Pues bien, la conducta de Cabello, encumbrado en la presidencia de la casa creadora de leyes y depositaria de la voluntad del pueblo, intenta llevar a los venezolanos a una situación de enfrentamientos y violencia donde prevalezca la ley del más fuerte. En su particular visión de la Constitución, queda vedado a los diputados opositores hacer uso del salón de prensa, de los espacios de reunión, del mecanismo de concertación para construir consensos. Cual pichón de dictador insulta y amenaza a todo aquel que le provoca, horadando con cada acción lo establecido en la Constitución Nacional.
¿Cuál es la razón para tal conducta? ¿Cree realmente Cabello que estamos en un ambiente de pre guerra civil, o es una pose para posicionarse como el duro hombre fuerte del proceso? Tengo la impresión de que la respuesta es una combinación de ambas. En primer lugar, él sabe que en una revolución que se dice armada y con un alto componente militar en la conducción del gobierno, como nunca en nuestra historia había ocurrido, la jerga militarista y pendenciera le puede ganar adeptos en la cúpula castrense y en los cuadros militares en función de gobierno, bien sea en el Ejecutivo Nacional o en las gobernaciones y alcaldías dirigidas por hombres de uniforme. En segundo lugar, él necesita privar y atemorizar a los que piensan distinto para reproducir en el país entero el llamado “síndrome de Estocolmo” que no es otra cosa que una reacción sicológica que hace que las personas secuestradas o víctimas de una agresión física o mental terminen demostrando afecto por sus captores o victimarios.
El camarada Cabello tiene en la práctica secuestrada la voluntad popular cuando no permite a los diputados ejercer su función y cuando transforma en fortín o recinto carcelario a la Asamblea Nacional. La historia de los PRANES siempre termina mal porque aquel que infringe la ley y se sustenta en la violencia tarde o temprano termina devorado por su propia creación de odio y resentimiento. El país debe estar alerta y no caer en la guerra sicológica de arrodillarse ante los estridentes o las amenazas. Venezuela necesita la unidad de todos los que no aceptan regresar al Estado naturaleza para volver a vivir en un país donde las leyes se usen para controlar a los poderosos en lugar de que los poderosos violen las leyes para oprimir al resto.
Carlos Valero
Por @carlosvalero08
Les invito a seguirme en twitter a través de @carlosvalero08