En Tiempo Real: ¿Por qué no convocan elecciones presidenciales?, por@carlosvalero08

La última vez que el país vio al presidente electo Hugo Chávez fue el 9 de diciembre del año pasado. Han transcurrido 59 días sin que nadie en el planeta distinto a los hermanos Castro, supuestamente sus hijas y el cuarteto gobernante formado por Cabello, Maduro, Jaua y Ramírez lo haya visto. Los venezolanos no han tenido otra opción que confiar en los comentarios políticos, vendidos como informes, de Maduro y Villegas sobre el estado de salud del presidente. Por otro lado, para las democracias del mundo resulta inconcebible que haya tal secretismo en el manejo de la salud de un presidente electo democráticamente en pleno siglo XXI.

Tratando de salir del tema legal inconstitucional, que por cierto no definió tiempos para la declaratoria de falta absoluta o los lapsos para la falta temporal, la terca realidad impone los tiempos políticos y al PSUV se le está agotando el margen de maniobra para seguir manteniendo un gobierno que al interior parece muy fuerte, pero que tiene plomo en el ala, debido a que la persona que resultó electa se ha convertido en un fantasma político. Esta situación es simplemente insostenible.

El gobierno se encuentra en la práctica paralizado para tomar decisiones. Es un secreto a voces que el imperio Chino no va a reabrir el crédito al país a menos que el presidente firme los documentos en Venezuela o se normalice la situación institucional. Lo mismo ocurre con el resto de las operaciones de créditos externos. El mundo militar se encuentra sin Comandante en Jefe con todas las consecuencias de mando que ello implica y el mismo jefe de la Casa Militar se atrevió a declarar que no veía al hombre que debe proteger desde mediados de diciembre. No se están tomando decisiones de política económica por lo cual nuestro país se encuentra al borde una crisis de abastecimiento y está entre los que padecen una de las mayores inflaciones del mundo.





La pregunta que viene a colación es por qué razón no han llamado a elecciones presidenciales si el PSUV está claro que sus probabilidades de victoria son mayores mientras más rápido se realicen, por el efecto cascada de las victorias del 7O y del 16D, sumado al proceso de mitificación del líder y a los coletazos de la expansión del gasto público electoral en los años 2011 y 2012.

El PSUV no ha llamado a elecciones por tres razones. En primer lugar creo que están esperando que ocurra un milagro, o que al menos el presidente se encuentre en condiciones presentables para que se juramente ante el TSJ y renuncie en medio de un acto de masas con todos los elementos mágico religiosos que le permitan catapultarse como un héroe mitológico más allá del bien y del mal. Mientras haya vida hay esperanza pero para seguir vivo con un cuadro de salud delicado el presidente tendría que renunciar.

En segundo lugar, Maduro necesita madurar su liderazgo. Requiere recorrer pueblos, besar ancianos y niños, ser reconocido como el jefe por los líderes regionales y locales del PSUV. Llenar el vacío de liderazgo dejado por su jefe no se resuelve únicamente con la declaración pública de Chávez el 8 de diciembre cuando lo nombró su sucesor. Hasta ahora ese trabajo ha sido muy ineficiente y contrario a sus planes, mientras el país y el pueblo chavista más conoce a Maduro, más extraña a Chávez o en su defecto a Capriles que llegó de segundo el 7 de octubre.

Finalmente, en tercer lugar no convocan elecciones porque están internamente divididos. Cabello y Maduro que juran amarse más allá de lo normal, en realidad tienen una silenciosa lucha por la sucesión. La cuenta que saca Diosdado es que mientras más tiempo pase, peor será la percepción de Maduro, ya que sobre sus hombros recaerán las consecuencias de la inevitable crisis económica. Al final de año la inflación debe estar llegando a 40 por ciento, el PIB tendrá una caída superior al 3.6 por ciento y la sensación de desabastecimiento y descontento social probablemente hagan a Maduro tan impopular como lo fue Pérez II después de aplicar las medidas de ajuste.

Mientras el vicepresidente anda en clara campaña electoral y el aparato propagandístico del PSUV se encarga de mitificar al presidente electo, Cabello arremete irracionalmente contra la cultura democrática del país con la finalidad de venderse como el hombre duro de la revolución y enredarle la gobernabilidad al elegido. La oposición liderada por Capriles hace lo correcto, radicaliza el discurso para dejar al descubierto de los sectores indecisos el talante fascista e ineficiente del chavismo sin Chávez.

El desespero por el poder entre los herederos los coloca no ya como hijos políticos de Chávez sino como herederos de Hitler y Stalin. El país ha ido descubriendo con estupor que el chavismo sin Chávez es fascismo en estado puro.

Carlos Valero

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