Gustavo Coronel: En Venezuela no existe el “llegadero”

Gustavo Coronel: En Venezuela no existe el “llegadero”

En mi casa oía a mi mamá decir, en referencia a algo que no le gustaba: “es que estamos llegando al llegadero”. Siempre pensé que llegar al llegadero era el final de un viaje, era una pared ante la cual había que detenerse, era agotar los límites de nuestra paciencia, era decir basta, ya esto no puede tolerarse.

Años después, cuando hacía trabajos geológicos de campo y andaba por un cerro o un río particularmente peligrosos de transitar, uno de mis asistentes me decía: “Llegamos donde mono no carga a su hijo”. Una expresion similar a la del llegadero, aplicable más a lo fisico.





Lo cierto es que, hoy día, advierto, simplemente, que en Venezuela no hay llegadero. No se toca fondo. La sociedad es infinitamente elástica. Se amolda a lo que venga, hasta con cierta natural indiferencia. Hay quienes asisten divertidos al espectáculo de un país que se pudre con cierta rapidez. Bienaventurados los indiferentes y los masoquistas porque la inexistencia del “llegadero” los hace uno de los pueblos más “felices”de la tierra, segun nos dice Gallup.

Solo es necesario ver una sesion de la llamada Asamblea Nacional, ese antro de patanes y ladrones que prefiere delegar sus tareas legislativas en el jefe del estado. O escuchar al chofer hamponil que funge de “presidente encargado” dar un discurso. O asistir al duelo de Twitters entre Cabello y Capriles, en el cual uno le dice al otro Al Capone, Al Capone y el otro le dice Pablo Escobar, Pablo Escobar. Y como no advertir la ironía del creador quien ha puesto a mandar en Venezuela a un Diosdado y a un Maduro?

Los dos bandos se acusan mutuamente de corrupción. Después de lo que vi sobre el joven Caldera y el contratista de PDVSA, un tal Ruperti, no pongo las manos en el fuego por alguna de la gente de la oposición (por muchos otros si lo hago), en lo que atañe a lo que se pudiera llamar “la petite” corrupción, esa especialidad que tiene que ver con un ñemeíto de dinero por favores recibidos o adulteración de viáticos. Pero frente a esa “petite” corrupción de cierta oposición mediocre y roba gallinas debemos afirmar que lo que el chavismo ha ejercido durante estos años es una “hiper” corrupción, medida en miles de millones de dólares. Sobre eso he escrito bastante.

Lo que es necesario advertir es que no hay diferencia ética entre la “petite” y la “hiper” corrupción. El roba gallinas no es sino un hiper corrupto en pequeña escala a quien aun no le ha llegado su gran oportunidad. Por la misma razón de que no hay manera de estar medio preñado, quien se roba los lápices en la oficina es tan corrupto como Tobias Nóbrega o Arné Chacón o Hugo Chávez Frías, solamente que ejerce su profesión más modestamente, porque todavía no le han puesto donde “haiga” bastante.

Por eso me produce rechazo la acusación que hace Diosdado Cabello sobre la corrupción de Primero Justicia. Porque una acusación de ese tipo debe ser hecha por quien no tenga fama de corrupto. Cabello debería pedir que se investiguen, no solo a Primero Justicia, sino a sus colegas sospechosos de corrupto y a él mismo. Que se investigue a Farruco Sesto, a Rafaél Ramírez, a Aristóbulo, a los Aissami, a Isaías, a los varios Rangel, a la familia Chávez, incluyendo a Hugo. Recordemos que la corrupción no es solamente robar dinero sino abusar del poder, usar los recursos de la nación para fines personales, regalar lo que no le pertenece, comprarse relojes que no pueden pagarse con el salario, aceptar empleos patra los cuales no se está capacitado.

El día que alguien del régimen decida actuar honestamente podríamos llegar finalmente al llegadero. O el día que la oposición se pare con dignidad y rehuse consentir tanta sinverguenzura del régimen podríamos llegar al llegadero. No abogo por gestos aislados, como el que llevó a la muerte a Franklyn Brito, porque ese heroismo es poco usual y. además, tragicamente incomprendido. Los venezolanos no tenemos vocación de bonzos que se pegan candela o de kamikazes que mueren con el nombre del emperador en los labios o de terroristas suicidas que piensan que van directo al cielo. En mi país hay mucho gozón. Hablo de una protesta ciuadadana colectiva, como la que se dió en 2002

Lo cierto es que el denominador común de nuestra sociedad parece ser la mediocridad, el deseo de estar bien a título individual, así se hunda el resto de la sociedad, como si fuera posible que un individuo realmente prospere en medio del despelote colectivo.

Es necesario encarar la verdad sobre nuestro “bravo” pueblo y olvidar los mitos sobre nuestra excelencia, sobre la riqueza del país, sobre un Estado que suple todo lo que el ciudadano necesita, sobre lo chévere que somos.

Evitar el síndrome de Evita.