Marianella Salazar: La encarnación

Esta semana se cumplen dos meses exactamente de la partida del presidente Chávez a Cuba y el país no ha podido escucharle ni siquiera un “Aló”. Nos muestran documentos y puntos de cuenta hechos en la Cancillería cubana o en el Departamento América, e intentan hacernos creer que el Presidente los elabora y los firma, pero hasta que no aparezca en un video o escuchemos su voz tronante y errante tendremos el derecho de creer lo que sea, por más descabellado que parezca: desde el secuestro por parte de los hermanos Castro ­que no lo han dejado ver ni por Lula da Silva­ hasta la presencia del embalsamador papal en La Habana, Massimo Signoracci, que estaría preparado al bate para practicar su oficio.

Resulta desconcertante que un ser que sufre de incontinencia verbal se halla sumido en el silencio más absoluto, como si ya hubiera entrado en la eternidad. El mutismo presidencial ha permitido, a través del uso desmedido del aparato mediático gubernamental, bajo directrices cubanas, crear el mito. El culto mágico-religioso ha penetrado en la psiquis de miles de personas, que se creen objetos de encarnación, cuando no es más que un acto inconsciente de sumisión y humillación, refrendado con la frase “Chávez soy yo” estampada en franelas terciadas incluso con bandas presidenciales.

Todo un disfraz. En víspera del Carnaval sería importante que se cayeran las máscaras.





Tragedia permanente

Resulta de un cinismo macabro que el ministro de Relaciones Interiores, Néstor Reverol, responsable de la seguridad del Estado, ante el asesinato de un hijo del dirigente político Claudio Fermín, a manos del hampa común, les endosara al gobernador de Miranda y al alcalde del municipio Sucre la culpa por el incremento de la inseguridad.

El ministro no tuvo escrúpulos en politizar la tragedia que enluta al dirigente político y a esa madre ejemplar, la comunicadora Yesmín Royé, al responsabilizar a las autoridades mirandinas, en manos de la oposición, de la falta de vigilancia policial. En su cuenta del Twitter señaló que el Gobierno ha “hecho grandes esfuerzos en Miranda, lamentablemente es inexistente la presencia de la policía municipal y regional en la prevención”. Es una política de Estado mantener a los ciudadanos presos en sus casa-cárceles, mientras el hampa, con la venia gubernamental, hace y deshace, es decir, atraca y mata. Desde que la revolución tomó el poder, hace 14 años, la impunidad y ensañamiento de la delincuencia es demostrable con cifras espeluznantes. Hasta la mañana del lunes se contabilizaron 65 muertos en la morgue, en los primeros 4 días del mes. El Gobierno no ha hecho otra cosa que incentivar y promover la violencia, los odios sociales y el crimen.

Toda la sociedad ­salvo los altos funcionarios que andan restregándonos sus numerosos escoltas y carros blindados­ ha sido sometida al imperio del miedo, nos estamos acostumbrando a la anormalidad y la posibilidad de no regresar jamás. La realidad que nos aguarda para retornar diariamente al hogar es de 50%, lo más trágico son los jóvenes, a los que se les niega el deseo de vivir. Eso pasó con Alejandro Fermín y con miles de jóvenes cuya esperanza de vida es un riesgo.

Se trata de nuestra principal dolencia, con desplantes como el del ministro Reverol, que amenaza con intervenir la policía de Sucre, no se resolverá el angustiante problema de la sociedad, por el contrario, puede agravarse.

Una presencia policial para calmar a la ciudadanía se puede lograr, en parte, con la colaboración estrecha y la coordinación de los cuerpos policiales. Pero no hay voluntad política.

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