Henrique Capriles: ¡No devaluarán el futuro!

Nuevamente, como han hecho durante catorce años de ineficacia, las mentiras del gobierno central golpean a los venezolanos más pobres. El año pasado este gobierno llevó a cabo una costosísima campaña presidencial en la que se llenaron la boca hablando de la fortaleza de la economía. Tanto fue así que una promesa estuvo presente en el discurso del candidato que hoy es presidente, aunque lleve más de dos meses ausente: a los venezolanos nos dijeron que no habría devaluación. Sin embargo, aunque no hayan tenido la entereza de transmitirlo por todos los medios de comunicación en cadena nacional, los encargados de la Economía y las Finanzas de todos los venezolanos anunciaron una devaluación que hizo que el precio del dólar oficial pasara de Bs.4,30 a Bs. 6,30. Ya no es necesario poner la F de “fuerte” porque esta medida ha dejado en claro que si algo no tiene nuestra moneda es fortaleza.

Así estarán las cosas que, acostumbrados a maquillar cifras a su conveniencia, tuvieron que declarar un aumento de la inflación y de la escasez. Súmenle a eso que también aumentaron la unidad tributaria, encareciendo los costos de todos los trámites que los ciudadanos llevan a cabo día tras día. Y hacen todo eso justo antes de anunciar la devaluación del bolívar y reconocer públicamente el fracaso del SITME en una rueda de prensa exprés, en la que apenas dejaron que los periodistas hicieran las preguntas justas.

Dos meses a cargo del país y hasta sus propias mentiras se les va de las manos. Pero la irresponsabilidad de quienes están al mando del gobierno durante estas semanas parece no tener límite. El ministro Giordani, palabras más palabras menos, quiere hacernos creer a los venezolanos que la economía del país está bien y que por eso devalúan la moneda. ¿A quién quieren cortar con ese cuchillo de cartón de la especulación? Todos sabemos quiénes son los que se han vuelto cada vez más ricos. Nos han convertido en un país mucho más dependiente del petróleo y rentista que cuando llegaron al poder.





El asunto es que hoy les resulta imposible tapar el sol con un dedo, pues desde sus propias filas muchos de sus seguidores, incluyendo a sus opinadores de oficio, no han tenido otra salida que reconocer el profundo fracaso y la derrota económica que todo esto representa para el país. Si creen que a los venezolanos vamos a olvidar que todo esto es consecuencia, entre otras cosas, de una altísima corrupción y de que han sido incapaces de elevar la producción nacional, están equivocados. Por más ollas que monten y bombas de humo con las que quieran distraer a las familias venezolanas, el Paquetazo Rojo que le han puesto como un grillete al futuro de los venezolanos ha quedado en evidencia. No han podido darle al pueblo el país que merecemos.

Hoy el pueblo les reclama cada una de las promesas que se hicieron en la campaña presidencial. Cuando se gana una contienda electoral no se hace para seguir prometiendo ni manipulando a los seguidores que confiaron en su propuesta: si se gana es para gobernar y cumplirle a todos, a quienes votaron por uno y a quienes no. El problema es que este gobierno no ha salido de una campaña propagandística y politiquera. Yo creo que el buen gobierno es posible y Miranda es una muestra de eso, a pesar de los obstáculos que han puesto, ponen y pondrán desde Miraflores. Las regiones siguen siendo víctimas del centralismo.

Mientras el pueblo sigue esperando que la seguridad, el desempleo y el poder adquisitivo tengan soluciones eficaces, ellos hacen cadenas nacionales sobre una gorra tricolor que todavía les duele porque saben lo que representa. El buen gobierno es capaz de convencer hasta a quienes no comparten las mismas ideas políticas, porque el buen gobierno cree en las soluciones y no en la politiquería. Por eso la mayor de las consecuencias que tendrá el incumplimiento de los políticos del partido de gobierno es que sus propios militantes se han dado cuenta de que la ineficacia ha llegado a su punto máximo: después de los carnavales que utilizaron para esconderse y aplicar la devaluación, las familias venezolanas volvieron mucho más pobres, con el salario disminuido y las angustias aumentadas.

Quienes han gobernado la economía del país le deben al pueblo mucho más que explicaciones. Le deben sus ahorros, sus ilusiones y sus planes de un futuro que hoy ven interrumpidos. Nosotros seguimos trabajando, porque el liderazgo que cree en la nueva manera de hacer política debe mantenerse como una referencia, una esperanza, un punto de contraste. Mientras los ministros siguen actuando irresponsablemente, mientras la riqueza de los venezolanos sigue resolviendo problemas en otros países antes que los nuestros, mientras las políticas erradas siguen poniendo en evidencia a los mentirosos, nosotros nos mantenemos junto a los mirandinos y gobernando cerca de ellos. ¡Nadie le expropiará el futuro a los mirandinos! Y Miranda seguirá demostrando que un progreso para todos por igual es posible si lo construimos juntos. No perdamos el norte y pensemos en las elecciones municipales como una posibilidad real de echar el país adelante y ponerlo en dirección al futuro.

Ahora la responsabilidad de cada uno de nosotros es que ninguno de los venezolanos pierda la esperanza, porque si algo es cada vez más evidente es que el futuro es indetenible y nuestro. ¡Porque no podrán devaluar el futuro! Seguimos adelante.