Miguel Méndez Rodulfo: No son los pueblos, son los barrios

Miguel Méndez Rodulfo: No son los pueblos, son los barrios

No es nueva mi prédica con relación a que es extremadamente conveniente habilitar los barrios del país, como una manera muy efectiva de mejorar la calidad de vida de los venezolanos menos afortunados, generar empleo, promover el interés de inversionistas privados en las obras de infraestructura de las barriadas populares, hacer crecer la economía y combatir eficazmente la pobreza. Esa, más que ninguna otra, debe ser la prioridad del gobierno democrático que suceda a este nefasto régimen. Esta preocupación cobra vigencia cuando cada día crece más la pobreza, asunto que se torna más sombrío cuando se sienten ya los efectos de una devaluación de 46% del signo monetario, se analizan las proyecciones económicas con respecto al déficit fiscal, al desabastecimiento, la escasez, la caída de la producción y el cierre de empresas; además, el verano que se avecina con la consecuente incidencia en los apagones generalizados, y la inestabilidad política en que está sumida la Nación, no presagian nada alentador.

Por otra parte, en los barrios populosos de las grandes ciudades, al igual que en los pueblos y caseríos, reside el grueso del electorado chavista, por lo que dirigir un mensaje específico, que analice sus realidades y proponga soluciones creativas y pertinentes a sus problemas, es crucial para el crecimiento de la opción opositora; si no entendemos esto continuaremos tropezando con la misma piedra. Durante la brillante campaña electoral de Capriles, que privilegió los pueblos por encima de las ciudades, hubo un vuelco estratégico importante que significó adentrarse en las comunidades pobres del país, en más de una ocasión, en vez de visitar las capitales. Eso fue magnífico y además hay que reconocer el enorme esfuerzo humano que ello implicó para el candidato y su equipo.

Sin embargo, el mensaje, el discurso y la estrategia, no se correspondieron con el acercamiento físico a los sectores populares. En primer lugar el mensaje del progresismo no caló en el electorado menos favorecido, en parte porque en la situación actual del país las condiciones de ascenso social que existían en la sociedad venezolana durante el período democrático, hoy no existen. De manera que un pobre que no ha tenido una buena educación, que ha visto a su familia perder calidad de vida en los últimos 20 años, que encuentra muy pocas oportunidades en la sociedad, que no consigue trabajo, que tiene cerradas las puertas al crédito, mal puede comprender el mensaje de desarrollo humano que involucra el progresismo; de manera que fue una estrategia equivocada dirigir ese mensaje a los sectores pobres.





Pero es que en la propuesta programática sobre desarrollo urbano que el candidato opositor presentó al país no hubo mención alguna a los múltiples problemas de las barriadas populares, mucho menos se plantearon propuestas acerca de cómo solucionar las ingentes dificultades que allí se incuban, desde el hacinamiento, la vulnerabilidad, la inseguridad hasta el desempleo. Lo cierto es que se demostró que no basta con aproximarse físicamente a los pobres, hay que hacerlo con un mensaje, una estrategia y unas propuestas específicas, en las que se dé solución a la problemática de los barrios.

El 8 de octubre de 2012, al día siguiente de las elecciones, un analista político que le tocó la muy difícil tarea de explicar al país la derrota electoral, se justificaba diciendo que el problema no era social, sino geográfico, ya que ganamos en las grandes ciudades y perdimos en los pueblos. Tal simplista argumento es incierto y si persistimos por ahí significará que no aprendimos nada, ya que en todos los barrios populosos de las grandes ciudades del país, perdimos por paliza.