El papa Francisco, un jesuita apegado a la doctrina y con sensibilidad social

(Foto Afp)

El nuevo papa Francisco, Jorge Bergoglio, es un jesuita argentino de 76 años, austero y de tendencia moderada, con una larga experiencia pastoral en zonas pobres, gran lector y apasionado por el fútbol y la suerte de su club San Lorenzo.

Arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, es un hombre tímido y de pocas palabras que goza de gran prestigio entre sus fieles, que aprecian su total disponibilidad y forma de vida, alejada de toda ostentación.

“Es un hombre muy pastor, cerca de la gente. Eligió el nombre por remitirse a San Francisco de Asis, que renovó la Iglesia y que fue el hombre de la humildad, de la pobreza y del diálogo”, reveló su exvocero, Gustavo Boquín.





“Es un hombre audaz. Se levanta muy temprano para rezar. Viaja en colectivo (autobus) y tiene buena comunicación con la gente”, dijo Boquín.

Más allá de los dichos de una persona de su estrecha confianza, las decenas de testimonios que surgieron desde que fue designado papa, el 13 de marzo, constataron esa forma de vida austera y humilde, alejada de las poses y las cámaras de TV: desde los curas que lo veían caminar por las villas pobres de Buenos Aires hasta su sencilla podóloga.

“¡Qué decisión de no ponerse zapatos rojos (tras ser elegido) y andar con sus zapatos negros!. Así es como lo conocemos. Tomando mate (popular infusión rioplatense) con los abuelos del hogar de ancianos”, dijo a la AFP el padre Juan, de la villa 21, una de las zonas más pobres de Buenos Aires.

En cambio, con su nombramiento arreciaron las críticas de entidades humanitarias porque supuestamente no hizo lo suficiente para evitar las detenciones de dos jesuitas, liberados cinco meses después, durante la dictadura (1976-83), lo que fue terminantemente desmentido por el Vaticano.

“¡Cómo quisiera una iglesia pobre, y para los pobres!”, confesó casi espontáneamente el pontífice argentino mientras explicaba la elección de su nombre, inspirado en San Francisco de Asís, “el hombre de la pobreza, el hombre de la paz”.

Así fue como este jesuita confirmó en el fastuoso Vaticano su costumbre de caminar las zonas pobres de Buenos Aires.

De marcado perfil político, sus relaciones con la presidenta Cristina Kirchner eran distantes, pero al parecer las paces llegaron un día antes de su entronización, cuando la recibió en el Vaticano, donde su interlocutora le pidió que medie en el conflicto con Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas.

“Venimos a rezar por aquellos que han caído, hijos de la Patria que salieron a defender a su madre, la Patria, a reclamar que es suyo de la Patria y les fue usurpado”, había dicho en una misa en la catedral metropolitana en 2012, a 30 años del conflicto bélico con Gran Bretaña.

El momento de mayor enfrentamiento con el gobierno se produjo cuando el Gobierno peronista impulsó en 2010 la ley de matrimonio homosexual.

“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, dijo Bergoglio poco antes de la sanción de la norma.

Bergoglio combinaba un alineamiento sin fisuras a la doctrina del Vaticano con la sensibilidad por los desposeídos, por lo que comenzó a ser definido como “un papa progresista en lo social y conservador en la doctrina”.

Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia modesta del barrio popular de Flores, en la capital argentina, hijo de un trabajador ferroviario de origen piamontés y una ama de casa.

“Si no me caso con vos, me hago cura”, le anticipó Bergoglio a su novia Amalia hace más de 60 años, según el testimonio de la mujer sobre el romance que mantuvo con el ahora Sumo Pontífice cuando era púber.

Prefería el estudio a jugar al fútbol, a contramano de la mayoría de los niños argentinos, aunque siempre estuvo pendiente de San Lorenzo, su club con nombre religioso fundado por un cura.

“Cuando Jorge era chico jugaba a la pelota (al fútbol) con nosotros acá en (el barrio de) Flores, pero después cuando entró al noviciado estaba siempre estudiando: pasaba por allí los sábados, nos veía jugando, nos saludaba y se iba”, dijo a la AFP Osvaldo Dapueto, de 68 años, uno de sus amigos en la niñez.

Bergoglio egresó de la escuela secundaria pública como técnico químico y a los 22 años se unió a la Compañía de Jesús, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía.

Tras incursionar en la enseñanza privada, comenzó sus estudios de Teología y se ordenó como sacerdote en 1969.

A los 36 años, en 1973, fue designado responsable nacional de los jesuitas argentinos, cargo que desempeñó durante seis años.

Fue en los años difíciles de la dictadura argentina cuando Bergoglio debió mantener a toda costa la unidad del movimiento jesuita, penetrado por la Teología de la Liberación, bajo la consigna de “mantener la no politización de la Compañía de Jesús”, según su portavoz Guillermo Marcó.

Luego, viajó a Alemania para obtener su doctorado y a su regreso retomó la actividad pastoral como simple sacerdote en una parroquia provincial.

En mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires y comenzó a escalar rápidamente en la jerarquía católica de la capital: fue vicario episcopal en julio de ese año, vicario general en 1993 y arzobispo coadjutor con derecho de sucesión en 1998.

Se convirtió luego en el primer jesuita primado de Argentina y, en febrero de 2001, vistió finalmente el púrpura cardenalicio.

Según la prensa argentina, Bergoglio figuró entre los más votados en el cónclave de 2005, que eligió a Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II.

El Arzobispo goza de general prestigio por sus dotes intelectuales y dentro del Episcopado argentino es considerado un moderado, a mitad de camino entre los prelados más conservadores y la minoría progresista.

Es un gran lector de los escritores argentinos Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal, del ruso Fiodor Dostoievsky, y amante de la ópera.

Afp