Gonzalo Himiob Santomé: De la despersonalización a la “teocracia”

Poco parece importarle a Maduro que ya el mundo entero, y sumo acá a varios amigos oficialistas conscientes que me lo han comentado también, haga chiste de su recurso continuo al nombre de Chávez en cada discurso, si es que así puede llamárseles, que da. Se las llevan contadas, y hasta se ha ironizado (lo hizo Russ Dallen) diciendo que si escuchamos cualquiera de las homilías electoreras del Vicepresidente y nos tomamos un trago cada vez que menciona a Chávez, no duraremos sanos y sobrios ni quince minutos. De acuerdo al ABC de España son ya más de 200 las peregrinas invocaciones diarias al nombre de Chávez, mientras que algunos sitios web nacionales (www.madurodice.com) muy acuciosos en esto, ya destacan que en los últimos veinte días el nombre del expresidente ha salido de la boca de Maduro en más de 3.600 oportunidades.

No es trivial el tema. Tiene un sustrato grave que muestra varias aristas. La primera tiene que ver con la evidente falta de individualidad y de personalidad de Maduro, lo cual es muy grave de cara a la próxima contienda electoral. Si yo fuera chavista, estaría en verdad muy preocupado por la baja calidad del candidato que les fue impuesto. Veámoslo así: Se trata de un hombre sin mayor formación académica, que aunque a muchos les duela sí es importante y es necesaria para conducir los destinos de una nación con tantos problemas como los que tiene la nuestra; que no tiene carisma y que además no ha dudado ni un segundo en montarse sobre los hombros de un difunto, lo cual moralmente es muy cuestionable, para reclamar y hacer suyos méritos que no merece ni se ha ganado.

Se le ha visto tratando de jugar basquetbol (Capriles, que además juega mejor, en eso le marcó la pauta), imitando el tono agresivo del ya occiso y hasta intentando, con la misma “espontaneidad” que podría mostrar un cubo de hielo, soltarse de la nada en cantos y estrofas como acostumbraba hacerlo, en medio de sus interminables apariciones públicas, Chávez. No es un “beta” más, como llegó a decirse de Chávez en su momento en lo que fue una lúcida estrategia electoral; Maduro de broma y llega a omega, y la verdad es que el único papel que le ha calzado bien es el de segundón desatinado. Le falta vestirse de verde militar, ponerse la boina, afeitarse el bigote e insertarse la verruga en la frente para completar su atuendo de espurio “mini me” tropical, con el agravante de que el “Dr. Evil” original, que sí tenía liderazgo y sobre los suyos incuestionables ascendencia y dominio, ya no está para poner orden e imponer sus designios.





No votaría yo por un hombre que es capaz de desdibujar su propio nombre, el que nos dieron al nacer y que honra a nuestros padres, de esa manera. No votaría por una persona que es capaz de renegar de sí mismo sólo para eternizarse en un mandato, que por cierto, por ahora sólo detenta, entendida esta forma verbal en su sentido literal. Mucho menos lo haría sabiendo que el sujeto en cuestión no es más que una ficha perfectamente intercambiable en un tablero en el que otros también hubieran podido ser igualmente “ungidos” sólo para repetir, si les hubiera tocado en suerte, lo mismo ahora Maduro repite exagerando al punto de que hasta chanzas planetarias se hacen con sus empeños. El líder era uno solo, al parecer irrepetible al menos desde la filas del oficialismo ¿Guarda Maduro en sus alforjas algo más que su lealtad irrestricta a Chávez, que ya no está, u otro atributo valioso de liderazgo diferente al de haber sido designado por Chávez como su sucesor? La respuesta, la sabemos todos, es un rotundo “no”.

Creo, con todo respeto por quienes aún ansían que la “revolución” permanezca, que flaco favor les han hecho Chávez y los Castro al imponerles a Maduro como candidato. Les instaría a pensar en los momentos posteriores a la elección, a mediano y a largo plazo. Incluso si Maduro gana las elecciones, montado sobre la emocionalidad aún patente que inspiró el fallecimiento del expresidente, créanme, ni la inseguridad, ni la inflación, ni la escasez, ni cualquiera de nuestros problemas se solucionarán mencionando a Chávez cada vez que se pueda. Para sacar a nuestra nación de este pozo en el que se encuentra se necesita más que haber sido designado a dedo como sucesor, y mucho más que hablar de Chávez cada vez que se pueda.

La otra arista importante y digna de tomar en cuenta tiene que ver con el tipo de gobierno que tendremos que padecer si nos guiamos por lo que la actitud de Maduro demuestra. En sus actos y palabras se ve que hay mucho empeño en crear y alimentar un mito para fundar una “teocracia” sui generis en la que ni Dios ni algún verdadero profeta, sino un ser humano idealizado a punta de mentiras y de descontextualizaciones continuas, Chávez, será quien desde el “más allá” nos marque las pautas. Es muy burda y muy clara la intención, irrespetuosa por demás no sólo con los creyentes o con quienes sí son profundamente religiosos, sino hasta con la propia memoria de Chávez, de convertir al expresidente fallecido en una suerte de “comodín religioso” del que sus seguidores, sólo ávidos de poder, harán uso a diestra y siniestra para justificar, cuando así les sea útil, sus despropósitos. Ya Maduro ha insistido varias veces con la ridiculez de que Chávez era “el Cristo de los pobres”, y se ha empeñado mucho en esto de hacerle ver como una suerte de “profeta” del que sólo él y quienes le siguen serían sus “apóstoles”. En este uso de la terminología, en este intento de convertir la imagen de Chávez en una suerte de ícono religioso, tengámoslo claro, no hay azar ni improvisación.

Así pasó con el Che Guevara en Cuba y con Evita en Argentina. Seres humanos comunes y corrientes fueron elevados, luego de fallecidos, a los altares de la mitología popular por quienes quisieron hacer uso de sus imágenes idealizadas y tergiversadas, para cumplir sus muy personales y no siempre luminosos objetivos políticos. Si antes Chávez apelaba a la emoción, que no al argumento, para mantenerse en el poder, ahora quienes saben que sin él no tienen lo que se necesita para seguir abusando de propios y de ajenos, quieren convertirlo en una figura religiosa, metafísica, más allá del bien y del mal, hecha de designios “insondables” e “incuestionables” de los cuales sólo unos pocos, “los elegidos” (a dedo, por supuesto) serían sus válidos intérpretes. Ya me los imagino, si logran mantener el poder, diciendo que tal o cual cosa, que ésta o aquélla barbaridad contra el pueblo, es “lo que Chávez habría querido”; los veo pidiéndonos “fe” ciega en sus actos, por incomprensibles que fueran, e incluso me los figuro poniendo en boca de Chávez, ya incapaz de ponerles coto, palabras que nunca dijo sólo para seguir disfrutando de sus prebendas mientras que nuestros problemas se mantienen o empeoran.

Triste destino el que nos espera si no conjuramos a tiempo la jugada.

@HimiobSantome