Oswaldo Álvarez Paz: Domingo de ramos

Escribo en domingo. Se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, luego de tres años de intensa predica, de un peregrinaje que aún continúa con la misión de reevangelizar que hoy se ha propuesto la Iglesia. Eran los días finales de su vida terrenal que tendría el trágico desenlace en la Cruz, dejando marcada la historia para siempre. Antes de Cristo y después de Cristo. Murió y resucito para no morir jamás.

Esta Semana Santa es oportunidad para reflexionar sobre el presente y futuro inmediato. Las elecciones del próximo 14 de abril lo imponen, pero más allá de esa coyuntura y aún cuando no existiera, tenemos la obligación personal, familiar y política de hacer un sereno balance de la coyuntura y de las responsabilidades que la hora impone. El país se desmorona, las instituciones desaparecen y los principios y valores básicos de nuestra nacionalidad se desmoronan bajo un régimen ineficiente, corrompido y entreguista.

No se trata de un problema ideológico, ni de choque de posiciones propias del pluralismo necesario en cualquier sociedad democrática. Estamos ante la realidad de unos vendepatrias que no solamente ceden soberanía sometiéndose a un gobierno extranjero, sino que negocian recursos naturales y reservas a cambio de apoyo político con gobiernos y organizaciones narcoterroristas en puntos claves del planeta. El cambio es indispensable. El esfuerzo de los próximos días deberá estirar al máximo nuestra capacidad de trabajo, de comprensión y de unidad para garantizar el triunfo y liquidar, de una vez y para siempre, este nefasto régimen comunistoide.





Sin embargo, me cuesta concentrarme. Recuerdo oportunidad similar en los días santos de 2010, preso en el calabozo N° 8, pasillo B, en el Helicoide, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia –SEBIN-. La imagen de los compañeros de infortunio no me ha abandonado ni un segundo desde entonces. Los recuerdo a todos sin excepciones. Especialmente a los presos por razones estrictamente políticas a quienes tuvieron que inventarles acusaciones penales ordinarias para justificar la inhumana detención de la que han sido víctimas. Junto a ellos nuestro mensaje para todos los recluidos en distintos centros, a quienes sufren de acoso y persecución dentro del país y a los centenares de exilados y asilados políticos que deambulan por el continente y el mundo. Esto tiene que

terminar. La jueza Afiuni, los comisarios de la policía metropolitana, especial mención de Iván Simonovis, los comisarios Guevara y tantos otros, cabezas de familias golpeadas en lo más noble, merecen el máximo de nuestro trabajo para ponerle punto final a la infamia que nos gobierna. Tenemos mucha fe en Dios, pero la voluntad de Dios se cumple en la tierra a través de los seres humanos. Nuestra es la obligación.

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