Trillizos cubanos quieren triunfar en el ballet

Trillizos cubanos quieren triunfar en el ballet

Algunos visitantes de la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, que produjo bailarines clásicos de talla internacional, podrían pensar que están viendo triple.

Pero no. Lo que observan sus ojos son trillizos que, además de los mismos rasgos físicos, comparten un sueño: triunfar en la danza.

Es casi imposible distinguirlos vestidos con sus leotardos negros, medias blancas y exhaustos después de una clase que los puso a coordinar giros y saltos bajo el calor de la primavera cubana. Marcos, César y Angel Ramírez Castellanos tienen la misma contextura física, el mismo tono trigueño, el mismo corte de pelo y el mismo color de ojos. Hablan rápidamente, con una voz aguda de preadolescentes.





(foto AP)

A sus propios instructores les cuesta diferenciarlos, pero dijeron que, a los 13 años, los hermanos son buenas promesas del ballet y aventajan a la mayoría de sus compañeros de estudios en cuanto a técnica y capacidad artística. A los tres les ven potencial como para ser bailarines profesionales.

Los tres “tienen un nivel sobre lo alto”, aseguró Mirlen Rodríguez, una profesora de la Escuela Nacional de Ballet (ENB).

Si logran hacerse profesionales, se sumarán a una larga serie de bailarines cubanos de renombre en un país donde hasta en los estratos más bajos se admira a figuras como Carlos Acosta, Viengsay Valdés, Anette Delgado y Ronaldo Sarabia, cuya popularidad es comparable a la de los astros del béisbol, el deporte nacional, la música o el boxeo.

“Esta escuela significa mucho para nosotros”, comentó Angel. “Nos da una formación para poder graduarnos de bailarines, que es lo que más queremos”.

Los hermanos recibieron a la AP en un salón de la ENB decorado con un espejo de piso a techo y barras de entrenamiento. La institución es el gran semillero cubano de la danza clásica, una disciplina sobresaliente aquí desde que hace siete décadas la legendaria Alicia Alonso atrajo los reflectores del mundo.

La sede ocupa un edificio tan monumental como su fama: de comienzos del siglo XX —antes fue un club social— y con media manzana cubierta. Techos altos y anchos pasillos rodean una escalera de mármol majestuosa y sus columnas lucen erguidas a pesar de los años.

Pese a la curiosidad que despiertan por su condición de trillizos, los chicos se mostraron conscientes de lo que significa ser estudiantes de un arte que les exige estar allí de lunes a viernes, desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche.

Su pasión por el ballet comenzó en diciembre de 2007, cuando su madre los llevó a una función de “Cascanueces” y quedaron tan encantados que decidieron consagrar su vida a la danza.

Pero tuvieron que esperar hasta haber cumplido los 10 años, rendir el examen de aptitud y salir seleccionados de entre decenas de otros niños con sueños parecidos.

“Es una carrera muy sacrificada, les quita mucho de la niñez, cuando a lo mejor hay otros que están en su casa viendo una película de muñequitos (dibujos animados), ellos tienen que estar en un ensayo”, comentó a la AP la profesora Rodríguez, de 24 años, quien también es exalumna de esta escuela.

“Además el régimen es muy fuerte”, explicó Rodríguez.

La escuela tiene 302 alumnos —varones y niñas— distribuidos en ocho grados. Por la mañana toman las clases que corresponde a cualquier centro de enseñanza como matemáticas, historia y español, pero la tarde está dedicada por completo a la danza. Como en toda Cuba la escolaridad —incluso la artística— es gratuita.

Los primeros cinco años tienen un carácter más vocacional; los siguientes tres son considerados profesionales, explicó a la AP la directora de la ENB, Ramona de Saá, una de las bailarinas y pedagogas más reconocidas del mundo de la danza. “De aquí se nutren las compañías danzarias de Cuba”, agregó.

El ballet “es un virus que no se cura con antibióticos”, bromeó Saá. “Y toda esa pasión se siente en la escuela”.

Tras terminar en la ENB y aprobar un nuevo examen, a los 17 o 18 años los alumnos podrían entrar al Ballet Nacional de Cuba (que dirige la Alonso) o al Ballet de Camagüey (fundado por el exesposo de la prima ballerina, Fernando Alonso).

Los trillizos son una rareza genética pero los maestros de los Ramírez confían en que sean dignos herederos de sus compatriotas José Manuel Carreño (estrella del American Ballet Theatre), Acosta (The Royal Ballet) o Sarabia (Ballet Nacional de Cuba, The Houston Ballet), entre otros grandes de la danza formados por la isla.

“Aunque el ADN es igual, cada uno es un ser”, señaló la profesora Rodríguez. “Cuentan con la misma formación física, la misma configuración de piernas o de brazos, pero en su cerebro, cada cual es único”.

A pesar de ser idénticos y de haber sido formados por los mismos maestros y con las mismas rutinas, los trillizos proyectarán su propia personalidad en el arte, pronosticó Rodríguez.

A primera vista no se observa en ellos ninguna diferencia y sus docentes recurren a trucos para reconocerlos.

“Hay uno que tiene una marquita arriba de la ceja”, indicó Rodríguez. “Hay otro que cuando se ríe se le hacen dos huequitos (al lado de la boca) y otro que ni se le hacen los huequitos, ni tiene esa especie de lunar”.

“En los exámenes hay que ponérmelos uno allá, el otro aquí y el otro más allá” para no confundirlos, dijo la profesora de 24 años.

Los niños toman con humor su parecido físico.

“Ya estamos acostumbrados a que los profesores y los compañeros nos confundan”, dijo Marcos. A su lado, su hermano César agregó: “Para mí es un golpe de suerte ser trillizo, contar con mis hermanos. La desventaja es que a veces regañan a uno o le hacen una corrección por lo que hace el otro”.

Los hermanos responden “no” al unísono cuando se les pregunta si sienten prejuicios por ser varones dedicados a la danza.

Tanto la directora De Saá, como la profesora Rodríguez aseguraron que la discriminación contra los bailarines clásicos en Cuba está en franca declinación y el interés de los varones en el ballet es tal que la escuela debe dejar afuera cada año a muchos muchachos en las pruebas de ingreso.

“El fenómeno del bailarín masculino en la escuela cubana de ballet es muy fuerte. El baile masculino se ha destacado y forma parte de la cultura”, afirmó Rodríguez.

Dos de los trillizos admiran a Sarabia. “Por su limpieza técnica, giros y saltos”, explicó César. El otro a Acosta.

Los tres sueñan —para dentro de cinco años, cuando egresen de la ENB— entrar juntos al Ballet Nacional de Cuba.

“Y andar de gira por muchos países y recorrer el mundo bailando”, comentó entusiasmado Marcos mientras a su lado los otros dos asintieron con la cabeza. AP