Guerra comunicacional donde la “información veraz” no tiene lugar

Guerra comunicacional donde la “información veraz” no tiene lugar

En Venezuela, cada información divulgada es de inmediato desmentida por un noticiero de la acera opuesta, lo que brinda al país dos versiones de sí mismo: la guerra comunicacional transforma a los medios en “una trinchera” donde la “información veraz” no tiene lugar.

Por Leila Macor/ Afp

Mientras el canal estatal VTV divulga denuncias de ataques de la oposición, a la que califica de golpista y fascista, el canal privado Globovisión reproduce denuncias de abuso de poder de parte del gobierno, al que los opositores tildan, también, de golpista y fascista.

Tras la polarización política que siguió a la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, los venezolanos “hemos escogido dos frentes de batalla: el electoral y el mediático, donde se confrontan los dos proyectos de país”, dijo a la AFP Maryclen Stelling, socióloga y miembro del Observatorio Global de Medios.

“No hemos escogido eliminar a nuestros contrarios físicamente, sino en esos dos frentes. Es una confrontación simbólica”, agregó la especialista.

Por ejemplo, mientras VTV acusa a los opositores de ser responsables de la violencia desatada contra dispensarios médicos y locales del partido oficialista tras las elecciones del domingo 14, que según el gobierno provocó 8 muertos, Globovisión da espacio a organismos de derechos humanos que denuncian abusos como detenciones arbitrarias, torturas o acoso laboral.

Luego de que el líder opositor Henrique Capriles desconociera la victoria por 1,8 puntos porcentuales de Nicolás Maduro -investido presidente el viernes pasado-, los opositores salieron a las calles a invocar fraude.

La “guerra comunicacional” también opera sobre las fuentes de la información. El gobierno acusó el viernes a los opositores por el asesinato del chavista Johnny Pacheco en el este de Caracas. El sábado, el diario opositor El Universal publicó que la esposa, Liliana Páez, dijo que su marido fue, en cambio, víctima del hampa común. Un día después, el hermano de la víctima, Raúl Pacheco, fue citado por el estatal Sistema Bolivariano de Comunicación asegurando que su cuñada “no había declarado nada” y confirmando la versión inicial.

Este esquema se repite con innumerables denuncias de ambas partes.

“Los medios se convierten en ejércitos mediáticos donde cada uno defiende una verdad”, dijo Stelling. En esa guerra, “tú no confirmas la fuente ni nada, porque tú estás en una trinchera”.

“Cuando estás en guerra, y esto es una guerra mediática, se desea eliminar al adversario con las armas que tienes. ¿Qué armas tienes? La información. Los periodistas son los soldados, las víctimas los ciudadanos”, prosiguió la experta.

Twitter es otro frente de batalla importante, donde el chavismo organizó lo que llama su TROPA (Tuiteros Revolucionarios Organizados por la Patria), para responder al desorganizado ejército de tuiteros opositores.

El padre jesuita Wilfredo González, sociólogo y miembro del Centro Gumilla para la investigación social, dijo a la AFP que a este escenario se suma “un elemento que no se debe dejar de lado: este gobierno tiene mucho poder, y mucho poder mediático”.

“Si tienes un periodista (opositor) que dice algo, el gobierno tiene 50 periodistas que dicen lo otro. Si puedes montar una página en internet, al rato ellos arman dos; si la subes en dos idiomas, ellos la suben en cuatro. No es un grupo que está jugando al poder. Es un juego duro por mantener el poder”.

El origen de esta “guerra”, coinciden los analistas, fue el golpe de Estado de 2002, cuando Chávez fue desalojado brevemente del poder en lo que se consideró un “golpe mediático” que dejó en evidencia la fragilidad comunicacional del gobierno.

Las televisoras opositoras ocultaron mientras pudieron la reacción de los seguidores de Chávez y de los militares que le fueron leales, que devolvió el poder al presidente.

Desde entonces se configuró un sistema nacional de medios públicos “y se organizó el ejército que iba a responder al ejército de la oposicion”, recordó Stelling.

En 2005 se instaló el canal multiestatal Telesur para divulgar en Latinoamérica el programa revolucionario; en 2007 no se renovó la concesión a Radio Caracas Televisión, un canal opositor y uno de los dos mayor audiencia; en 2009 se sacó del aire a una treintena de emisoras radiales del país, también por motivos administrativos; y, paulatinamente, se instalaron decenas de medios comunitarios con fondos públicos.

En febrero de este año, se anunció la venta de la mayoría accionaria de Globovisión, que difunde por aire sólo en las ciudades de Caracas y Valencia, y en el resto del país por cable. La directiva del canal adujo que presiones políticas del gobierno y el cúmulo de juicios y procedimientos administrativos hacían “inviable” al canal, y señaló que el traspaso se concretaría tras los comicios.

“Seguramente se abrirán las compuertas de esa planta televisiva a la democracia verdadera, al respeto al pueblo”, auguró Maduro hace dos semanas.

Por el momento, la línea editorial del canal no ha cambiado.

“No considero que los canales sean trincheras”, dijo a la AFP la periodista de Globovisión Diana Carolina Ruiz. Sino que “los medios no pueden ya cumplir a su entera capacidad porque están anulados por el (estatal) sistema de medios”.

En el “Plan para la gestión bolivariana socialista 2013-2019” presentado por Chávez en las elecciones de octubre, que ganó antes de morir el 5 de marzo y al cual Maduro prometió dar continuidad, se propone “fortalecer el uso de los medios de comunicación como instrumento de formación para la transición al socialismo”.

En esta batalla, el concepto de imparcialidad no es pertinente: “La información no es veraz ni equilibrada ni objetiva, la información está al servicio de dos proyectos de país. ¿Es bueno o es malo? No sé”, dijo Stelling.

Lo seguro es que “todos son víctimas y victimarios, dependiendo de la acera en la que estés”.

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