Julio César Arreaza B: La banda del Gigante

Somos respetuosos de los sentimientos de admiración expresados por nuestros semejantes hacia personajes que no nos despiertan iguales consideraciones, es el caso del comandante Chávez, sobre quien una porción de compatriotas experimenta una especie de idolatría; insistimos en que no tenemos problemas en reconocer el frenesí de emoción colectiva que despierta en algunos sectores.

Pero eso sí, nos parecen ridículas, fuera de lugar, por melindrosas y lambisconas, aquellas conductas afectadas que llevan a los adulantes a calificarlo de comandante supremo y eterno; y se equivocan de largo, porque esos calificativos corresponden sólo a Dios.

Por supuesto que tales actitudes son producto de una millardaria campaña de propaganda atorrante, muy propia de los regímenes autoritarios, para sembrar y propagar un malsano culto a la personalidad a contrapelo de los usos democráticos que propician conductas republicanas sobrias, en que los cabezas de poderes no son gigantes ni supremos, sino meros servidores públicos.





Entre las desviaciones de este modelo político pernicioso que destruyó la moral y la economía, emerge la famosa banda de los enanos que quedó al descubierto con la muerte del fiscal del régimen: Danilo Anderson. Esa bandita se ha puesto en varias cosas, como por ejemplo medios de comunicación, por allí fumea presuntamente el triste destino de Globovisión.

Allí acaban de dar de baja a otro periodista, esta vez una mujer valiente y defensora de la democracia: Nitu Pérez Osuna, quien sale con la frente en alta y con el genuino respeto de los ciudadanos. Como ella expresara: “de mejores casas me han botado”.

Fijémonos en la crisis terminal del modelo contra natura vigente, cuando observamos a estas bandas actuando con el respaldo soterrado del oficialismo y que de alguna manera permite “legitimar” el capital mal habido. El canal pierde audiencia cuando eliminan secciones tipo “Aunque Usted no lo crea”, que mostraba las continuas contradicciones de un régimen canalla y embustero.

Hiede a sospecha que no les importe a unos inversionistas impulsar el negocio y evitar que se vaya a pique. Evidencia el deseo de cerrarle espacios a las manifestaciones democráticas de un pueblo con diversidad de opiniones contrario a un pensamiento único. Nadie compra un negocio para arruinarlo y esto pareciera hacer los actuales dueños de Globovisión.