Damián Prat C.: ¿Será que juegan a destruir a Minerven?

Damián Prat C.: ¿Será que juegan a destruir a Minerven?

Minerven: 20 días en conflicto
pero sin gobierno al que le duela nada

¿Será que el gobierno juega a destruir tanto a Minerven, para “justificar” entregarla a las transnacionales rusas? ¿O será que como es un gobierno tan antiobrero, su finalidad más importante es destruir la voluntad de lucha de los trabajadores y a sus organizaciones sin importarle si en ese camino arruinan más de lo que ya han hecho a Minerven? ¿O será que “la revolución” es tan indolente con el interés de la patria que les “importa un comino” la suerte de nuestra industria del oro? ¿Qué será lo que pueda explicar que tras 20 días de protesta y conflicto, el silencio y la indiferencia de Maduro, Ramírez y su gobierno lleguen al extremo de no “mover un dedo” para dialogar ni buscar soluciones?

Los hechos son los hechos, más allá de las conjeturas. Minerven, como casi todas las empresas del estado en Guayana y en toda Venezuela está destrozada y en ruinas. Hasta el cierre de 2012 ya había perdido un 65% de su capacidad de producción. Y en 2013, la crisis se agravó al menos un 25% adicional de lo que quedaba. El gobierno absorbió las minas que eran manejadas por los rusos y ahora están peor. La seguridad industrial está por el suelo. Equipos e instalaciones dañados, minas inundadas. Y todo eso cuando el precio del oro en el mercado mundial ha estado entre 1.300 y 1.800 dólares la onza de 31 gramos. Colosal oportunidad desperdiciada. ¡Tanto que hablan de patria! De “la boca para afuera”. Nunca tuvimos menos patria que hoy.

Los trabajadores, hartos de tanta desidia y de tanta violación de sus derechos entraron en conflicto hace ya 20 días. El ministro Ramírez, responsable de la industria desde el infeliz decreto 8.413, jamás ha ido a El Callao ni envía a algún viceministro. Maduro ni le dedica una palabra. No le quita el sueño. Nada. Dicen que anoche había una reunión del presidente de la empresa con sindicalistas de los que no están en el conflicto, pero que ni así hubo algún acuerdo.

“Cheo Snowden Pérez”
Haga el lector un ejercicio de imaginación obviamente hipotético. Imaginen al agente Snowden (el de la CIA) con apellido González o Pérez, por decir cualquiera de éstas tierras. Supónganlo como funcionario en un organismo como la Disip o como se llame ahora. Del equipo gubernamental que graba opositores (y también a los suyos para mantenerlos controlados). Imaginen pues al “agente Snowden-Pérez” que le entrega la grabación de un (a) diputado (a) opositora a Villeguitas o a Jorge Rodríguez (antes habría sido al agente Mario Silva) para hacer sus habituales porquerías ilegales en el canal oficial.

Imaginen luego que a nuestro Snowden criollo un día su conciencia se le harta y hace lo que el Snowden contratista de la CIA. (o quien sabe cual será la motivación real del Snowden gringo) ¿Qué estarían diciendo y haciendo Maduro y demás jerarcas rojos ante ese funcionario y ante cualquier país que le ofreciera asilo? “Agente del imperio que quiere invadirnos y dar un golpe de estado, apátrida, enemigo…”. ¡Ah!, no, pero este Snowden es chévere. El tipo pasó años -eso dice él mismo- hackeando, espiando y grabando a ciudadanos de su país y de otros países, violando su privacidad. Nuestro imaginario Snowden criollo hace lo mismo, pero encima, lo grabado se usa no para el manejo secreto del estado sino para la guerra sucia politiquera. O sea, peor al cuadrado. Violan la Ley y para colmo se jactan de ello. Se regodean en el delito.

Y ahora un último ejercicio: si Snowden (el de allá) sabe tanto y espiaba tanto en todo el planeta, debería saber que, como advierte con acierto Alberto Barrera Tizska en su más reciente artículo, en Ecuador, donde le ofrecen asilo, el gobierno tiene un proyecto de Ley “que persigue y castiga ferozmente a todo periodista, y todo medio, que se atreva a difundir “información reservada”. Por ejemplo, agrego yo, que publiquen informes confidenciales que revelen corrupción u otras irregularidades. Que en la Venezuela donde le ofrecen asilo, el gobierno lanza constantes campañas de criminalización, hostigamiento y persecución y “se desarrolla una inaudita red de espionaje oficial. Cualquiera puede ser grabado, filmado. Cualquiera puede ver su intimidad, su ejercicio personal de la libertad, multiplicado de pronto en todos los medios del Estado. Estar pinchado es casi tan normal como tener cédula de identidad”. ¿Entonces, Snowden? Como escribió Tulio Hernández: “Pinocheticos criollos del siglo XXI dentro de sus países y paladines de los derechos humanos en el exterior. Ven la pajita en el ojo ajeno sin ver la viga doble T en el propio”.

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