Se trataba de un tren, con 13 vagones, 218 pasajeros y 4 tripulantes, que cubría la ruta Madrid-Ferral, que descarriló en las cercanías de Santiago de Compostela, ciudad que estaba dándole los últimos toques a los preparativos para vivir y conmemorar, como todos los años (el 25-7), el gran día de su patrono.
En lo personal, casualmente me entere de la noticia, a escasos minutos luego de haber llegado a Madrid, procedente (vía tren de alta velocidad) desde la ciudad de Barcelona. La consternación, el dolor y el sentimiento de solidaridad de los ciudadanos, las autoridades, los turistas, los organismos públicos de atención de emergencia y de los miembros del sector privado, se incrementaban a medida que los medios de comunicación daban detalles de lo ocurrido y de la relación de víctimas fatales y heridos reportados.
Las escenas transmitidas reflejaban una intensa acción de los organismos de emergencia (bomberos, policías, protección civil, cruz roja, etc.), pero también una voluntaria y rápida acción ciudadana para socorrer a las víctimas, colaborar con las autoridades y darle aliento a los familiares y amigos que se encontraban esperando a los viajeros en la cercanía del lugar del accidente; de verdad que fueron momentos que enaltecerán por siempre el gentilicio español en momentos de emergencia.
No tengo ninguna duda que en Venezuela, con una colonia y familias españolas-venezolanas tan arraigadas y numerosas, las expresiones de dolor y solidaridad no se hicieron esperar, al igual que la preocupación ante la posibilidad de que algún familiar, amigo o conocido pudiera estar entre los afectados.
Ahora bien, aún cuando desde un principio las responsabilidades y la causa del accidente, apuntaban a una falla humana en la operación y a un posible exceso de velocidad al tren aproximarse a la curva de A Grandeira, la investigación y el resultado de la misma, deben traer como consecuencia unas lecciones que deben ser cuidadosamente evaluadas y tomadas en consideración por parte de los gobiernos y empresas responsables de la administración de sistemas de transporte masivo de pasajeros en nuestros países.
El velar por el debido entrenamiento, capacitación, estado mental y físico de los operadores, al igual que las condiciones de los mecanismos automáticos de control de velocidades, de la seguridad de las unidades de transporte y del estado de las vías, debe ser el verdadero testimonio de solidaridad para con los familiares y amigos de 79 víctimas fatales y 178 heridos.
@Angelrangels