Elías Sayegh: Inseguridad ciudadana

Elías Sayegh: Inseguridad ciudadana

La inseguridad ciudadana en que nos desenvolvemos los habitantes de Venezuela no tiene parangón con ningún otro país de América Latina, ni siquiera con México donde la guerra de los carteles contra el Estado está focalizada en pocas regiones del suelo azteca, pero eleva significativamente la tasa de homicidios a un muy criticado índice de 22 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Este indicador que para los estándares internacionales es muy alto, es tres veces menor que el de nuestro país. Según cifras oficiales los números venezolanos alcanzan a 67 homicidios por cada cien mil habitantes, cifra escandalosamente alta y que coloca a la Patria de Bolívar a la vanguardia mundial en esta materia, aunque también en inflación somos líderes globales.

Los Estados Unidos, una nación signada por la violencia recurrente de crímenes en masa en centros de enseñanza y de asesinos múltiples, tiene tasas de homicidios muy bajas (4,8 por cada 100.000 habitantes), lo que demuestra que aunque muy sonados estos hechos, corresponden a eventos aislados que no caracterizan a la sociedad estadounidense como violenta, algo que si nos ensombrece a nosotros como nación. Las causas de la violencia son múltiples en nuestro país, pero la desigualdad y la pobreza son constantes que han propiciado el caldo de cultivo para que hechos violentos ocurran; sin embargo, el odio y la polarización política, sin duda, han exacerbado este flagelo. La impunidad es otra causal importante del crecimiento exponencial de los asesinatos: sólo dos crímenes de cada 100, se investigan en Venezuela.





La inseguridad que además de ser una realidad estadística, es una percepción que nos condiciona y reduce nuestra movilidad por la ciudad. Los ciudadanos venezolanos nos hemos impuesto una especie de toque de queda, en atención al cual nos recogemos en nuestras casas temprano, no salimos frecuentemente de noche, hemos enrejado nuestra vivienda, colocado toda clase de alarmas y papel ahumado a nuestros vehículos, prescindimos de nuestras prendas, no llevamos mucho dinero efectivo y andamos casi paranoicos en el tránsito vehicular y peatonal. En suma somos unos reos encerrados en nuestra muy bien diseñada cárcel, mientras que el hampa desbordada hace de las suyas impunemente.

La violencia que sufren las zonas populares no es menos nociva: los jóvenes de estratos pobres aportan la mayor cuota de muertos a las estadísticas nacionales. Estamos viendo el indeseado efecto de que abuelos están enterrando a sus nietos. Esto es muy doloroso para las familias venezolanas y es una malhadada suerte que no tiene porqué seguir ocurriendo. La violencia tiene remedio si atacamos sus causas estructurales, si aplicamos eficientes medidas preventivas, si la justicia funciona justa y ágilmente, si las cárceles realmente se constituyen en centros de rehabilitación y no en un cementerio de hombres vivos y si la educación retoma su rol modelador de ciudadanos honestos. El Hatillo tiene la mayor tasa de secuestros exprés del Área Metropolitana, pero una política de seguridad ciudadana, bien diseñada y aplicada por expertos, además del incremento de funcionarios, la mejora en la dotación y equipos, así como la constitución de un “171” debidamente equipado, van a cambiar dramáticamente esta realidad en 2014.