Gonzalo Himiob Santomé: Los ciegos

Gonzalo Himiob Santomé: Los ciegos

Vives en Alemania, allá por 1938, y un sujeto uniformado entra en tu pequeña empresa textil; luego del “Heil Hitler” de rigor, el individuo te suelta todo un discurso “patriótico”, también profundamente antisemita, y te dice que el Führer necesita de ti. Quiere contratar tus servicios para que confecciones las insignias con la “Estrella de David” que serán cosidas a las vestimentas de los judíos para tenerlos plenamente identificados, como uno de los pasos previos a lo que luego sería, desde 1941, la “Solución Final”. Te ofrece desde luego, jugosas ganancias (de las que por supuesto el sujeto también quiere ser parte) y tú, que te ves a ti mismo como “comerciante” que “no se mete en política”, aceptas el trato. Nada te importa que el dinero que estás por recibir, haya sido saqueado o sea producto del inicio de uno de los genocidios más terribles de los que la humanidad ha tenido noticia, ni siquiera piensas en eso. Sólo repasas en tu mente, ya después de cerrado el “negocio”, la lista de tus proveedores de materia prima, y ya fantaseas con el destino que le darás a tu dinero, una vez que lo recibas. Por supuesto te auto justificas, pensando en que parte de las ganancias que obtendrás será utilizada para garantizar el bienestar de tu familia. Sencillamente te dispones a cumplir el encargo y no piensas más en el asunto.

Manejas una pequeña imprenta en Uganda en 1971, y estás preocupado por la situación de tu país, no tanto por cuestiones ideológicas, pues nunca te has afanado mucho en esas cosas, sino por razones económicas. Mientras estás en esas cavilaciones, un hombre a todas luces militar pero vestido de civil, llega a tu oficina, y te llama a una reunión en un lujoso despacho. Llegas allí y te encuentras que tras el escritorio del sujeto hay un inmenso retrato de Idí Amín Dadá que a la sazón se acaba de auto proclamar como presidente de Uganda. Luego de intercambiar las forzadas cortesías habituales, te propone imprimir millones de afiches en los que se muestre al nuevo “líder” como un hombre justo y equilibrado, pero a la vez fuerte y decidido. Te explican que es importante que el pueblo acepte la “legitimidad” de su mandato, y que es indispensable que el rostro de Idí Amín se haga presente, admonitorio y severo, hasta en el último rincón de Uganda. Como es lógico, no se espera de ti que cumplas sólo por lealtad, aunque el miedo como moneda de canje está presente a lo largo de toda la conversación, y en un papel el individuo te muestra la jugosa suma que “Su Excelencia el Presidente Vitalicio, Mariscal de Campo Alhadi, Idí Amín Dadá, Señor de todas las bestias de la tierra y peces del mar y Conquistador del Imperio Británico en África en general y en Uganda en particular” (así se designó él mismo) te va a pagar por tu trabajo, así que sacas cuentas y decides aceptar sin preocuparte, para nada, por lo que eso significará para tu nación, o para las que luego serían estimadas en cerca de 500.000 víctimas de los abusos del dictador, en sus ocho años de oprobioso paso por el poder. Total lo tuyo “no es la política”, es el negocio, así que cumples con tu parte de trato, y como lo hiciste sin chistar, poco a poco vas haciendo fortuna con nuevos “encargos”, que a medida que pasa el tiempo te van haciendo, dado que además del dinero que recibes quienes se ocupan de darte la “buena pro” te quitan siempre un porcentaje de lo que te pagan a guisa (o “guiso”) de “comisión”.

Vives en Venezuela hoy y eres dueño de una empresa de vallas publicitarias. Un día te llaman del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, y te invitan a ver unos bocetos para unas inmensas vallas, en las que predominará el uso de la mirada de Chávez, que además deberán ser colocadas, te lo dicen sin cortapisas, en sitios “estratégicos” en cada ciudad del país de forma que la mirada “vigilante” del “Comandante Eterno” se cierna sobre todos los venezolanos, como un recordatorio perenne y oscuro de que ya no somos libres, nos controlan hasta desde el “más allá” y estamos siempre bajo la vigilancia de la “autoridad”. No has leído “1984” , ni “La rebelión en la granja” de Orwell, ni “El Proceso” de Kafka, y tampoco te has ocupado de estudiar historia universal (¿Para qué estudiar esas cosas si lo tuyo es “hacer billete”?), por lo que cualquier parecido de lo que te están pidiendo con el autoritarismo, el personalismo o el totalitarismo más encarnizados te es absolutamente ajeno.





Si aceptas las condiciones que te imponen, entre las cuales se cuentan por supuesto la sobrefacturación del trabajo, y el pago de gruesas comisiones a los “intermediarios”, no necesitas preocuparte por los procesos de licitación. De hecho ponen a tu orden a una hermosa y sonriente  muchacha (se te olvida, convenientemente, que el demonio fue primero un ángel, el más bello a los ojos de Dios), que se ocupará de todo el papeleo “sin problemas”. Sólo te piden celeridad y que aceptes sin hacerte o hacer muchas preguntas.

Sabes que Chávez ya falleció, que quien funge como presidente es Maduro, que no tiene ningún sentido que contribuyas a la continuación de un mito que jamás fue tal y también sabes, pues no eres completamente ajeno a la realidad que te rodea, que las cosas en el país van de mal en peor. Algo dentro de ti, quizás el buen ejemplo que recibiste de tus padres o de tus abuelos, te dice que no será éste un acto del que puedas sentirte orgulloso, pero los numeritos que te muestran son muy atractivos, y a fin de cuentas tú no quieres meterte en las “profundidades” de la política, sino cobrar las tres lochas que te van a quedar (sí, de cara a lo que pierdes en dignidad son sólo tres lochas), así que aceptas mientras te dices a ti mismo que “está bien” que lo hayas hecho, porque si no lo haces tú seguro esos reales fáciles “se los coge otro”, posiblemente uno de tus competidores. Además con la plata que te ganarás, vas a poder sacar a tus hijos de esta locura de país, y les vas a garantizar que vivan en otra nación, mejor si es en el “imperio” mismo, en la que no tengan que guardarse temprano tras barrotes auto impuestos por culpa de la inseguridad o de la inestabilidad política. No ves hipocresía alguna en lo que haces, el dinero –te dices sin remilgos- no tiene amigos, pero tampoco enemigos.

Mientras tanto, decenas de presos políticos merman en las cárceles, los medios de comunicación han sido progresivamente amordazados, tenemos las peores tasas de inflación, desempleo e inseguridad de toda nuestra historia, y un grupo mínimo de personas, abusando de su poder, se aferra a él a costa de lo que sea, incluso de nuestra soberanía y del futuro de nuestros hijos y de nuestra nación, cada día más hipotecada a favor de intereses foráneos; pero tú, si eres de los que obran como he relatado, eres ciego, y no reparas en que al prestarte al juego de estos oscuros intereses, te haces cómplice directo de crímenes para los que, la historia lo demuestra, no hay absolución posible.

@HimiobSantome