inocencia, virtud y candor”
Leoncio Martínez
Nacer desde otra llama
(Recomiendo encarecidamente leer este artículo después de escuchar a Ilan Chester interpretar “Dama Antañona” y de repasar el ensayo sobre “Los timoratos” de Juan Uslar Pietri que se encuentra en su “Historia de la rebelión popular de 1814”. Se sorprenderán.)
Acaso la peor muerte sea la del calcinado, dolor a fuego lento cuya flama abrasa nuestra piel con perniciosa mansedumbre, nos hace florecer sudados, rojizos, chamuscados, y nos devora lentamente en una agonía consciente -pero intensa, ardida y tormentosa- hasta el silencio y la negrura.
Hasta el silencio y la negrura últimos…, que en nuestro caso no han sido ni serán.
Vi las llamas masticar mi hogar, las vi convertir a mi fiel acompañante Llanero en una fogata escurridiza, escuché crujir las paredes, me aturdí entre aullidos, lamentos y gritos de auxilio, vi a mis hijos correr y lanzar por doquier el agua domadora de su transparencia hasta sofocar el incendio, y comprendí que la vida nos da oportunidades únicas para persistir en nuestras ideas y sueños.
Seguimos, hemos renacido de otra llama, la llama de la libertad y esa permanece intacta, no se apaga. Mientras nuestro aliento sea capaz de empañar una lámina de vidrio tendremos fuerzas suficientes para luchar por ella.
No hay quema ni lamento que sofoque nuestra urgencia.
Aquí estamos: inmunes.
Una pendejada de museo
Esta semana Teodoro Petkoff, a quien le tengo personal agradecimiento y admiración, sentimientos que no tienen nada que ver con esta inaplazable crítica, se mandó una pendejada de sala principal de museo.
La arrojó, como lo suele hacer, con la seguridad de quien lanza un fuego artificial para que estalle su efímera pero resplandeciente luz en la oscuridad fría del cielo político venezolano.
Según Teodoro es “intrascendente” si Maduro nació o no en Colombia, ha hecho vida política en Venezuela (digamos, como Castro), ha mostrado una partida de nacimiento (¿a quién?) y no hay porqué dudar en su palabra, nada le impide -a su mediocridad- usurpar mediante un fraude electoral la presidencia del país. Digamos sólo la Constitución, el imperio de la ley, esas frivolidades.
Un sonoro ¡coñooo!, un apoteósico ¡coñooo!, se escuchó en toda Venezuela ante semejante fuego de artificio. ¿Se podrá ser tan irresponsablemente timorato?
No podía faltar Teodoro, siempre Teodoro, en un momento tan incendiario y quemado de la vida pública venezolana, debía tronar alguna refulgente pendejada, debía engalanar la ceremonia con su presencia.
Como sabemos, él es la trigueña linda de misa de diez, la rosa que sella nuestro pensamiento político, él es la “Dama Antañona” de la misa unitaria democrática (MUD) y sus candorosos y beatos feligreses, y puede decir lo que le da la gana cuando le viene en gana sin que nadie lo critique: “su ser lleva en sí, inocencia, virtud y candor”.
La Dama Antañona, los galanes y las lindísimas muchachas en su colina
Románticos galanes académicos le ofrecen en su balcón permanentes serenatas. Desenvueltas, con aires sport, lindísimas muchachas del tiempo de ahora -los hippies cincuentones que perdieron devastadoramente su combate político contra Chávez, que lo han perdido todo y lo perderán- bailan histéricas sus derrotas con él. Son sus comparsas.
Sí, locos de dicha pueril, inventan raros trajes para nuestra coyuntura dictatorial, se regodean con los disfraces del ayer y nos hunden en su vals socialista.
Son los timoratos de los que habló Juan Uslar Pietri en su urgente ensayo “Historia de la rebelión popular de 19814”, es decir, son los acomodados de la producción nacional, los que quieren libertad, pero la desean sin ensuciarse, sin sudar, sin escándalo, calladamente. No movilizan su descontento porque en general tiene mucho que perder, sobre todo su estatus dentro de la misa política.
Con el beneplácito de este grupo se realizó el 14 de abril, pero es también este grupo quien condena a Capriles cuando inició su intentona libertadora. Quieren independencia sin lucha y libertad con pueblo esclavo y sumiso. Nos quieren sometidos a su cuidada vanidad.
Es el grupo que desde su bella colina y por presión popular declara la victoria en las elecciones de abril, pero también es el que por sus contradicciones internas ocasionan la pérdida, es el grupo que por sus rencillas y complejos de clase “intelectual” y “erudita” del fracaso anticipan el advenimiento del oleaje de sangre que puede ser la rebelión popular en el 2014, doscientos años después a la comentada por Uslar en su historia.
Los insurrectos
No soy de los que piensa que Teodoro sea un traidor -¿traidor de qué o de quién-, tampoco pienso que sea un quinta columna del chavismo, pensar así sería otra relampagueante pendejada. Teodoro sufre básicamente de lenidad senil, está cansado. Sólo eso.
La lucidez intelectual de Teodoro -la emperifollada Dama Antañona de nuestra política- que la tiene y se le admira, es objeto raro de museo, pero de museo.
Brillante y esencial como su “Checoslovaquia: el socialismo como problema”, sus meditaciones deberían ocupar un lugar especial de la sala de los espejos del museo del pensamiento político venezolano y sin duda mundial, por su autocrítica al socialismo.
Nada más: pieza rara pero entrañable del museo.
Limpiarle, eso sí, el moho y cierto óxido, como referencia y respeto a lo que fue…, o mejor, a lo que derivó el movimiento al socialismo cuando llegó a su destino de manos de Chávez y ahora de su amante Nicolás.
Se necesita un pensamiento crítico en Venezuela, que no rinda pleitesía a los íconos, que los distinga y desplace, capaz de rebasar las taras del socialismo -sus románticos galanes y sus lindísimas muchachas- y caminar los horizontes de la libertad. Leer a Teodoro, buscarlo en el museo, pero como quien observa la Piedra de Rosetta socialista, para traducir lo que fuimos, para evitar la devastación de la sociedad que supuso, para entender el país destrozado como reliquia.
Esto lo deberá hacer otro grupo del que habla Juan Uslar en su ensayo: los jóvenes insurrectos. Quienes a fin de cuentas fueron los únicos capaces de derrotar la satrapía de Chávez en su momento. Insisto: los únicos.
Según Uslar -y los Uslar sabían mucho más que uno- sólo ellos, los jóvenes impregnados de idealismo como Bolívar y Ribas, a quienes no les importa perder posesiones o fortunas, son los capaces de encender y hacer nacer la llama de la libertad. Son sus fundadores.
Y la Dama Antañona, los galanes y las cincuentonas muchachas de la misa de la Unidad, los “timoratos”, se tendrán que persignar, doblegarse y someterse, hasta sumarse, muchas veces a la fuerza, a este hermoso grupo pleno de idealismo y libertad.
Para que el pueblo libre y esclavo, negro, blanco, indio o mestizo, salga de su aislamiento espiritual y renazca, renazca intacto, inmune, desde la otra llama, la llama perenne de la Independencia.
Que prevalece…
@tovarr