Las verdaderas historias detrás de los cuentos de Disney

Las verdaderas historias detrás de los cuentos de Disney

El portal español Infobae, publicó la verdadera historia detrás de los cuentos de Disney llevados al cine. La mayoría relatan historias crudas y menos llamativas, sobre todo para el público infantil.

La Cenicienta. En la versión de los hermanos Grimm, una de las hermanastras malvadas de la protagonista se corta los dedos del pie, y la otra, el talón, para que les entre el pequeño zapato de cristal. El príncipe se entera gracias a que una paloma le hace notar que hay sangre, y así descubre que la verdadera dueña del calzado es Cenicienta.





Al ver que su consagración es inevitable, las hermanastras se acercan a ella por conveniencia y deciden asistir al casamiento. Allí son atacadas por bandadas de pájaros que les arrancan los ojos.

La Sirenita. En la versión de Disney, Ariel acude a una bruja para obtener piernas a cambio de su lengua, y sella un trato por el cual debe conseguir que el príncipe le dé un beso de amor verdadero para permanecer como humana. Si no lo consigue, vuelve a ser una sirena.

En cambio, en el relato original escrito por Hans Christian Andersen, la pena por no cumplir es la muerte. Y el amor no es lo único que la motiva a arriesgarse, sino que los humanos poseen alma eterna, mientras que las sirenas, no.

Además, la contraparte por tener piernas no es sólo perder la voz, sino que siente que camina todo el tiempo sobre vidrio roto. Adicionalmente, el príncipe termina casándose con otra, a quien por error considera su verdadera salvadora, y Ariel no puede convencerlo de lo contrario, porque se quedó muda.

La historia termina con ella tirándose al mar y convirtiéndose en espuma.

La Bella y la Bestia. En la historia original, escrita por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, Bella tiene dos hermanas malvadas. Como la bestia le permite regresar a su casa por lapsos de una semana y las hermanas están muy celosas de su vida de lujos, quieren convencerla de quedarse con ellas por más de siete días, esperando que la bestia la destroce cuando regrese.

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