El gobierno tomó el camino de la locura para intentar atenuar la derrota que luce a toda luz inminente en las elecciones del 8 de diciembre. Acorralado por el descontento que en la población toda, blancos, rojos, azules o indiferentes, producen las colas, la inflación, la escasez y el convencimiento de estar siendo gobernados por unos inexpertos, se ve en la necesidad de tomar acciones radicales.
La medida tomada por el gobierno de combatir la inflación con bayonetas, cárcel y odio social no es nueva ni original de Maduro. En el portal www.lapatilla.com se publicó un trabajo del diario inglés The Guardian, escrito por Chris McGreen en el año 2007 donde se describe la política de Mugabe de intentar abolir la inflación por decreto y sus consecuencias, hiperinflación, escasez, desempleo cercano al 80 por ciento y la implantación de una sangrienta dictadura apoyada internacionalmente sólo por China, Venezuela y Gabon. Ni siquiera Cuba ni Rusia se atreven a apoyar tan siniestro personaje, que se ha mantenido en el poder mediante purgas étnicas y utilizando una brutal represión.
Este ingenuo intento de querer acabar con los profundos desequilibrios económicos haciendo uso de la fuerza militar, la instigación al delito y al revanchismo social nada tiene que ver con la profundización del socialismo del siglo XXI. Estamos frente a un globo de ensayo para acercarnos más a una especie modelo social comunista combinado con la necesidad de recuperar unos voticos. No perdamos de vista que esta declaratoria de guerra a la economía ocurre en el contexto de la primera elección del PSUV sin la presencia de su extinto líder, ya que el proceso del 14 de abril fue en la práctica una segunda parte de la elección del 7 de octubre. El desespero de Maduro se debe precisamente a que sobre sus hombros recaerá la responsabilidad de lo que ocurra el 8 de diciembre. La pregunta que cabe es si realmente Maduro y el PSUV saldrán victoriosos electoralmente en el corto plazo.
Mi opinión es que la jugada descabellada de pretender decretar el fin de la inflación y quemar la poca confianza del sector privado le va a dar pocos réditos electorales al PSUV. Hemos visto en estos quince años, con múltiples procesos electorales, que la estrategia de campaña utilizada por el gobierno para ganar votos ha sido moderar el discurso, recuerden al Chávez azul buscándole votos al Chávez rojo. En esta ocasión han tomado el camino opuesto. Han convertido el país en un polvorín, asustando a la mayoría de la población. A esto hay que sumar la poca credibilidad del pueblo sobre el éxito a largo plazo de las medidas, evidenciada en las largas colas que vemos en todas las tiendas de electrodomésticos. El ciudadano sabe que está frente a un saqueo oficial y como tal debe aprovechar rápido porque sencillamente se acabara la mercancía y la tienda.
Una vez pase el show, que seguro ocurrirá el 9 de diciembre, el gobierno tiene que enderezar seriamente la economía y ello pasa por resolver los desequilibrios cambiarios y las causas estructurales de la escasez. De insistir en la locura, la experiencia económica comparada nos indica lo que puede ocurrir, basta sólo con ver los indicadores y el nivel de vida de Zimbabue.
El tamaño de la crisis y el consenso casi generalizado de que Maduro es incapaz de resolverla porque no puede entender lo que ocurre pasará factura el 8 de diciembre. Los demócratas debemos hacer una cruzada ética para luchar contra la usura y la especulación, pero a la vez tener claro que mientras exista una diferencia abismal entre la divisa oficial y la que se puede conseguir será imposible que en una economía que importa más del 70% de lo que consume pueda detenerse la inflación. Estoy convencido que la pérdida de liderazgo por la locura desatada afectará a Maduro y a todo el PSUV. En menos de una semana no habrá televisores, lavadoras, neveras pero tampoco tiendas, empleo o dólares. La piratería en materia económica se paga muy cara.
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