Fue Chávez quien bautizó así la modificación supraconstitucional de la distribución de poderes. Las alcaldías ganadas por la oposición pueden ser puntos neurálgicos para oponerse al autoritarismo central
Muchas de las ideas acuñadas por los ideólogos del chavismo nacen de la convicción de que les asiste una especie de estatura moral superior porque son los representantes e intérpretes legítimos de los intereses del pueblo. En realidad no se trata solamente de que esta autodenominación es profundamente arrogante e irrespetuosa con la gente a la que dicen representar, sino que ese mismo pueblo habla una y otra vez exigiendo a un liderazgo completamente sordo que debe reconciliarse al país, un reclamo al que la oligarquía chavista responde con la misma cantaleta de un triunfo que no se sostiene en la realidad. La circunstancia de un país profundamente dividido está ahí instalada por un buen tiempo, pero las oportunidades que se abren para el campo democrático son muy importantes.
No habrá nuevas elecciones en Venezuela en un par de años. Al menos no elecciones programadas, lo que no descarta la posibilidad de referendos.
Esto significa que durante este período el gobierno tendrá que gobernar. Esto suena a una perogrullada pero está lejos de serlo porque a pesar de su aparente fortalecimiento por haber ganado por un pequeño margen el voto popular, Maduro tendrá que exponer su liderazgo intentando lidiar con una crisis social y económica de enormes proporciones. Esta ventana no electoral abre al mismo tiempo una importante oportunidad para que la oposición democrática pueda ejercerse como fuerza no puramente electoral sino vinculada a la conflictividad social.
VIOLACIÓN ABIERTA A LA CONSTITUCIÓN
Fue el finado presidente Chávez quien bautizó la modificación supraconstitucional de la distribución de poderes como La Nueva Geometría del Poder. Este concepto avanzó rápidamente hacia una de las violaciones más abiertas de la Constitución, que es la instalación arbitraria del así llamado Poder Comunal para reemplazar en su base la democracia representativa por una versión mal armada y peor puesta en práctica de la así llamada democracia participativa y protagónica. La verdad del asunto es que los nuevos órganos e instancias comunales y supraestadales no han pasado de ser elefantes blancos que han servido esencialmente como organismos para obstaculizar la acción de los funcionarios legítimamente electos. El caso más patético es la usurpación de funciones de la Alcaldía Mayor Metropolitana, y para construir una ficción de gobierno de calle que en la práctica conspira contra los intereses del pueblo.
La verdadera geometría del poder que emerge con mucha claridad de las elecciones del 8D es que la oposición se alzó con las alcaldías de las principales ciudades del país y que estos centros de poder popular legítimos pueden ser usados no solamente para su función original sino como puntos neurálgicos de organización de la gente para oponerse al autoritarismo central. En la dinámica de la democracia intervenida y asfixiada que estamos viviendo, unida al cerco de los medios de comunicación impuesta por la hegemonía del chavismo, una actuación de esta naturaleza de las autoridades regionales, que bajo otras circunstancias podría considerarse subversiva, puede terminar por convertirse en una de la manifestaciones más legítimas de la resistencia pacífica al autoritarismo.
Dicho de otra manera: es la responsabilidad primaria de los venezolanos que resultaron electos a cargos de representación popular el respeto a la Constitución Nacional. Esto se traduce tanto en el ejercicio impecable de sus funciones como mandatarios regionales o miembros de organismos municipales como en la defensa de principios constitucionales más generales. Haciendo esto se abrirá sin duda un espacio de conflicto con el autoritario gobierno central, pero al mismo tiempo, y esto es una paradoja importante, quizás este sea uno de los caminos más importantes para hacerle entender al chavismo ultramontano que deben negociar con el resto del país.
Que Venezuela no les pertenece debe pasar de ser una abstracción a una realidad muy concreta y coordinada con un esfuerzo político nacional hacia la reconciliación.
Que hay sectores del oficialismo que entienden perfectamente que la nueva geometría del poder abre la puerta para que se debilite la hegemonía revolucionaria está ampliamente documentado en la Biblia de la disidencia chavista en que se ha convertido el sitio web de Aporrea. Lo que se abre es sin duda un camino complejo, pero la convicción de que existe una salida pacífica al conflicto venezolano no entra en contradicción con el hecho de que la salida no es puramente electoral sino que requiere el ejercicio real de la fuerza política y social con la que se cuenta. Este es el nuevo reto de la alternativa democrática y de ello dependerá que un adversario sordo y autoritario se vea llevado a negociar el futuro de Venezuela