La Casona: Club social de las “infantas” Chávez

La Casona: Club social de las “infantas” Chávez

Foto Referencial

Tras once meses de la muerte de Hugo Chávez, mucho es lo que dan de qué hablar las hijas del expresidente, Rosa Virginia y María Gabriela, conocidas como “las infantas”, quienes hasta la fecha no han salido de La Casona.

Tal como se conoce en la historia, esta casa presidencial servía para estadía a los presidentes de la República, además de ser un lugar de trabajo y esparcimiento, que por supuesto Maduro no ha podido “disfrutar” por la permanencia indefinida de las hermanas Chávez.

La Casona, en su época, proyectaba al país de “estabilidad y democracia”, dos puntos muy importantes y cuestionables para la realidad que se vive en estos días.





Este patrimonio nacional, rico en cultura, se supone debe ser preservado, pero la realidad es otra, pues se ha convertido en el reflejo de lo que sucede en muchas de las edificaciones de Misión Vivienda en el país, donde las rumbas son el día a día de la mayoría de sus inquilinos.

El diario español ABC  realizó una publicación donde asegura que tanto Rosa Virginia como su hermana María Gabriela se aferran a La Casona como si fuera un legado que les dejó Chávez en herencia.

Las hijas del exmandatario “socialista” han convertido La Casona en un club social para disfrute compartido con sus numerosos amigos. Las fiestas que organizan «las infantas» atruenan la barriada, según cuentan los vecinos de la urbanización La Carlota y Santa Cecilia, donde está ubicada la residencia presidencial. La piscina y la sala privada de cine son dos de las dependencias preferidas para tan frecuentada vida social.

Además, por lo visto, los banquetes les salen muy baratos. Los restaurantes de comida rápida y las agencias de catering ya no aceptan más pedidos de pizzas, hamburguesas y bebidas refrescantes y espirituosas porque, aseguran, los inquilinos de La Casona ya han dejado de pagarles. No es la primera queja relacionada con la agitada vida social de las hijas de Chávez. Las empresas de espectáculos se quejan de que deben regalarles unas treinta entradas cada vez que contratan a un artista internacional. Así, «las infantas» pueden repartir las invitaciones entre sus amigos.

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