Hablan las cacerolas

Hablan las cacerolas

Las cacerolas han sido uno de los instrumentos de “protesta pacífica” más utilizados por varias nacionalidades del mundo, en especial por nosotros, los venezolanos, quienes incluso hemos tenido “contrapunteos” de cacerolas, de parte y parte.

Por Pablo Hernández,elTOQUE





“No me cansó, ni me cansaré de darle a la paila, es una forma de descargar toda esta presión, es una forma de decir no estoy de acuerdo con lo que está pasando”, cuenta Bethania Puente, ama casa venezolana que “por problemas en sus piernas” no ha podido salir a “manifestarse junto a los estudiantes”.

Las cacerolas han retumbando en los últimos días en Venezuela, con más fuerza en urbanizaciones, complejos, y edificios, aunque también se han dejado escuchar en varios sectores populares.

Como Bethania Puente, muchos venezolanos consideran el tocar cacerola como un acto legítimo de protesta; otros más radicales afirman que de “cacerola nada, hay que salir a la calle”.

Lo cierto es que el uso de las cacerolas es un método de protesta que ha sido empleado en distintos países y en diversos contextos. Las cacerolas, amadas y odiadas, repudiadas y adoradas, chillonas y metálicas. Un instrumento unísono que quizás pueda ser considerado en estos días como “exclusivo de los opositores”, aunque algunas cacerolas son más un castigo al gobierno que un apoyo a la autodenominada “resistencia”.

Es un elemento importante de entender: dificultades como la escasez, corrupción, inseguridad, violencia e inflación, le están pasando factura al gobierno nacional.

Historia de las cacerolas
Se dice que Chile fue el primer país donde se registró este tipo de manifestaciones, en 1971, por medio de protestas que se llevaron a cabo en contra del gobierno de Salvador Allende. En 2011, las cacerolas retumbaron en apoyo a los estudiantes chilenos.

En 1982 se escucharon fuertes caceroladas en contra de la dictadura militar uruguaya. En Argentina sucedió en protestas contra los gobiernos de Carlos Meném, Fernando de la Rúa, y de Cristina Fernández.

En Islandia sonaron contra el gobierno de Geir Haarde. En España se escucharon a lo largo de 2004, 2005, 2010, 2011 y 2012.

En Venezuela sonaron por primera vez a comienzos de los noventa, cuando reclamábamos la renuncia de Carlos Andrés Pérez y repitieron su estruendo en el segundo periodo de Rafael Caldera, a raíz de la crisis financiera.

En la crisis de 2002, las cacerolas fueron utilizadas por ambos campos políticos, en señal de protesta: unos en rechazo al gobierno de Hugo Chávez, otros lo hicieron justo el 12 de abril en horas de la noche, en rechazo al golpe que presidió Pedro Carmona.

Luego vinieron los cacerolazos organizados por la “Gente del Petróleo” y otros a propósito del cese de la concesión a Radio Caracas Televisión.

Los siguientes se dejarían escuchar en 2013, al conocerse los resultados de los comicios presidenciales en los cuales ganó el presidente Nicolás Maduro, por un porcentaje estrecho, al gobernador de Miranda, Henrique Capriles.

Y desde el pasado 12 de febrero, las cacerolas se vienen escuchando, sobre todo, en horas de la noche.

Las cacerolas han sido uno de los instrumentos de “protesta pacífica” más utilizados por distintas nacionalidades del mundo, en especial por nosotros, los venezolanos, quienes incluso en varios momentos hemos tenido “contrapunteos” de cacerolas, de parte y parte.

No hay que negar que han sido utilizadas como herramienta política de la oposición venezolana en sus protestas de los últimos años, como dije anteriormente, la gente, por lo general, vincula este tipo de protesta directamente a la oposición, de hecho el propio oficialismo ha convocado “cohetazos” para hacer frente a los cacerolazos en algunas ocasiones.

A pesar de todo esto, las cacerolas no son de uso exclusivo por parte de la oposición venezolana. Históricamente, han sido utilizadas por distintas razones, en distintas “clases sociales”, en diferentes partidos, tantos de derecha como de izquierda, o del centro. Que los sonidos se transformen en palabras.