Quiéreme, que soy buenísimo por @felixseijasr

Quiéreme, que soy buenísimo por @felixseijasr

FelixSeijasR

El tiempo pasa y la sensación de que todo el desmadre que hemos vivido en estas semanas no conducirá al paraíso, aumenta en la piel de quienes así lo creían.

¿Qué se ha ganado? Algunas horas de cobertura en CNN, espacio en otros medios de comunicación internacional y hasta 30 segundos en la entrega del Oscar. Y es que las barricadas y el candelero captan especial atención fuera de nuestras fronteras, más aun cuando vienen acompañadas de una desmedida, brutal e injustificable represión que además involucra a grupos armados al servicio del gobierno.

Que si es importante que nuestra situación se conozca a esos niveles, pues claro que sí. Sin embargo, esto por sí solo no tumba gobiernos, y menos cuando las instancias internacionales llamadas a analizar estos conflictos y generar cierta presión, resultan especies de espejismos que quedan al descubierto cuando dirigimos las manos hacia ellas con la esperanza de encontrar algo tangible.

¿Qué hemos perdido? Valiosas vidas de jóvenes venezolanos, espacios públicos deteriorados y una creciente fractura en un pueblo opositor que por momentos olvida que les une un fin común, ya que el foco de atención está puesto en los métodos que algunos, de manera unilateral, le han impuesto al resto y que no hacen otra cosa que diluir el mensaje que protestas pacíficas como marchas y concentraciones quieren transmitir.

La frustración de una parte de la población salta a la vista y la manera de drenarla varía según los estilos. Pero algo es cierto, su contundencia ha sobrepasado cualquier apuesta que el 12 de febrero haya podido plantear el mayor de los atrevidos.

Pero hay algo rescatable en este desastre. El gobierno ha quedado en evidencia en cuanto al poco tacto que posee a la hora de manejar conflictos internos, así como en cuál es su posición con respecto al valor que le asigna a las vidas de los venezolanos, la cual pareciera variar dependiendo de la forma de pensar de cada quien. Esto es algo que ha debilitado la imagen del gobierno en los esquemas perceptuales de los venezolanos “moderados” –habló de los moderados ya que los radicales opositores siempre han pensado así y los radicales oficialistas son impermeables a tales dudas-.

¿Qué significa esto? Pues que el grupo de personas que va perdiendo la confianza en la capacidad de la actual administración se va abultando cada día, superando ya, fácilmente, el 60% de la población del país. Pero éste es un proceso que viene ocurriendo desde hace ya un buen tiempo; si bien en las calles ha salido a protestar el mundo opositor, dicha protesta nace en lo social, en problemas que hoy en día afectan a todos sin distinción de posiciones políticas.

El “pequeño” detalle está en que, en lo que respecta a intención de voto, ambas fuerzas aun conservan niveles similares. Y es que el porcentaje de personas que confían lo suficiente en las instancias políticas opositoras como para brindarles su voto, no supera el porcentaje de personas que aun confían en la actual administración sumado a aquellos que, si bien albergan dudas, aún piensan que la oposición representa una opción menos atractiva.

Supongamos entonces que aquellos que apuestan por una especie de atajo o “fast track”, lograran su objetivo de cambiar la actual administración por una opositora. Simplificando la exposición, diríamos que quedamos con un país donde la “otra” mitad ahora gobierna y la “otra” mitad pasa a la oposición. ¿Se ganó algo? Para la mitad del país sí, para la otra mitad no, por el contrario, para ella se perdió y sienten que bastante. Un politólogo le explicará mejor que yo lo que esto significaría, pero la conclusión no es nada buena.

Aquí es donde la tesis de que primero hay que construir una mayoría sólida enseña su brillo. El error de muchos está en pensar que esta mayoría se refiere a aquellos que no les gusta la actual administración; en eso hace ya un buen tiempo que hay mayoría. El punto aquí es que esa mayoría no llevará a nadie a ganar una elección si ella, en conjunto, no le percibe como una alternativa en quien confiar. Entonces, como decía mi abuelita, “llegamos al llegadero”: la mayoría que se necesita construir es una mayoría de simpatías, de confianzas, de credibilidad en tu opción política y esa es la que aun no existe.

¿Cómo se construye esa mayoría? Necesariamente hay que buscarla entre aquellos que hoy en día dudan del otro y que también dudan de ti.

A todos los que en esta sociedad que respira un dejo machista nos ha tocado el rol de enamorar a una mujer, sabemos que no basta llegar y decirle que nos quiera porque somos buenísimos. Tampoco la vamos a convencer gritándole que su actual novio es malo, corriendo a rayarle el carro al susodicho, espicharle los cauchos, esperar a verla con él en la calle para gritarle al hombre todos los improperios que se nos ocurran. Puede ser que ella tenga ciertas dudas acerca de lo que siente por él y que las cosas que le estás gritando tengan asidero, pero ¿quién eres tú para llegar y exigirle que confíe en ti y que te quiera solo porque “tú” sabes y “tú” estás convencido de que eres mejor que su novio? Por un loco es que te puede tomar.

Así que no queda otra que “demostrarle” a la doncella con hechos, con tacto, con estrategia, con inteligencia quién eres, interesándote en ella, acompañándola en todo momento para crear una sana empatía, y que de esta manera, la comparación con el otro en lugar de ser impuesta, surja por sí misma en el sistema de entendimiento y de valores de la dama. Entonces habremos ganado un amor.

¿Quién le está explicando a la gente en los barrios, en los pueblos lo que sucede en nuestra sociedad y el por qué esto sucede? Se habla de diálogo, pero, ¿diálogo con quién? ¿Con instancias intangibles cuyo interés se aleja del bien común y que han dado muestras claras de no escuchar? ¿No sería más asertivo impulsar un diálogo con el humano, con ese ser “de a pié”, en su entorno, en donde están sus necesidades, en donde se desarrolla su realidad? ¿Realmente lo conoces? ¿Realmente has hecho el esfuerzo por entenderlo? Él no es tonto. Él vivió los nefastos últimos 20 años de la cuarta -o bastante ha escuchado al respecto- y siente que alguien vino y les dio algo distinto, y que mal o bien, pues es algo, algo que con aquellos de la oposición piensan que pueden perder. Entonces, ¿nos tapamos los ojos y las orejas pero abrimos bastante la boca para hablar de lo que no conocemos, de los que no comprendemos? Él existe, él es una realidad que no puede ser borrada con palabras.

Por último, ¿A quién le corresponde esta labor? Todos pueden contribuir con el lenguaje, con el trato, con el proceder cotidiano pero son las organizaciones políticas las que tienen la infraestructura, la capacidad y la misión natural de impulsar ese diálogo con las masas; eso sí, tampoco olvide que usted, ahí, en esos espacios, también puede contribuir con su participación activa.

Adicionalmente, si de “demostrar” hablamos, pues la oposición tiene a su cargo 75 alcaldías y 3 gobernaciones, y es precisamente en esos espacios donde está la oportunidad de enseñar con hechos y sin excusas, de qué se es capaz. Culmino como siempre diciendo que todo esto tiene validez, entidad y cuerpo únicamente bajo la premisa de la “unidad”. Sin ese concepto hecho verbo, ya saben: alpargatas.

 

Félix L. Seijas Rodríguez

@felixseijasr

09-03-2014

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