“Fui torturado y robado por un capitán de la Guardia Nacional”

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El día domingo 9 de marzo, a las 6:30 pm, Gustavo Adolfo Andrade Bacca, estando con Johnny Figueroa en la esquina de la avenida Tarabana con Simón Planas, observando cómo instalaban una barricada en el sector Tabure Villas, fue capturado por un grupo de guardias nacionales que se acercaron con sigilo, reseña El Impulso.

“Sin solicitarnos identificación, nos metieron a una patrulla Toyota chasis largo, a fuerza de empujones y golpes. Eran 10 funcionarios, incluyendo un teniente y un sargento, quienes nos propinaron un sinnúmero de cachetadas, cachazos”, relató Andrade.





Comentó que fueron ruleteados por todo el municipio Palavecino, en una patrulla cuyo conductor manejaba violentamente saltando aceras, islas y en varias ocasiones estuvo a punto de colisionar con otros vehículos. “Jamás vimos a un policía cerca o patrullando por las zonas en donde estuvimos”.

Nos trasladaron a Valle Hondo, -relató con angustia-, en donde nos obligaron a retirar los hirvientes escombros aún encendidos, lo que causó quemaduras en manos y brazos, y cuando nos quejábamos de dolor, nos pateaban y golpeaban con puños cerrados.

Sentados en una acera, pasaba cada militar golpeando a Gustavo y Johnny con sus cascos por la cabeza. Una especie de tortura colectiva.

Intentaron golpearlos con peinillas pero fueron llamados a asistir a otra protesta en Villa Roca y La Mora, a donde también fueron llevados. Después pasaron a La Campiña, ya pasadas las nueve de la noche. Allí, también fueron pateados con las botas en la espalda y costillas, mientras que los jóvenes se retorcían de dolor en el suelo.

Fueron robados

Ya casi a las doce de la medianoche, fueron abandonados en la avenida Intercomunal a la altura de Villa Roca, no antes sin pedirles la carteras, prendas y los celulares (Samsung Galaxi) los cuales fueron el premio del capitán que comandaba el piquete de torturadores, según les dijo un teniente.

A punta de fusil en la cabeza, los obligaron también a revelar la dirección de habitación, sitio de estudio y otros datos personales.

La tortura sicológica se basó en amenazarlos con propinarles heridas con fusiles y enviarlos a las cárceles más violentas del país con cargos graves para purgar condena.

“Allí serán violados una y otra vez, para que sigan jugando a los machitos”, les decían los guardias nacionales.