La crisis venezolana, al diván

La crisis venezolana, al diván

Los cuarenta días que cumplen las protestas en Venezuela desnudaron una realidad que hoy es imposible ocultar: la intolerancia, violencia y polarización de los venezolanos llegan a niveles nunca antes vistos. Los números lo evidencian: 30 muertos, cerca de 400 heridos, más de 100 detenidos y 41 investigaciones por violación de derechos humanos, según cifras de la Fiscalía General. Por su parte, Amnistía Internacional (AI) señaló que cada día son más frecuentes los ataques contra personas por sus preferencias políticas. ¿En qué momento Venezuela llegó a esta peligrosa situación? elespectador.com / Elizabeth Ostos

(Foto Reuters)
(Foto Reuters)

Más allá de los argumentos de Gobierno y oposición, muchas voces en Venezuela coinciden en afirmar que los discursos cada vez más agresivos de los sectores políticos en el país no ayudan a calmar los ánimos. “Se escuchan con más frecuenta proclamas cada vez más violentas de autoridades, simpatizantes del Gobierno y líderes opositores, así como de algunos manifestantes”, dice Guadalupe Marengo, directora adjunta del programa para las Américas de Al, quien advierte que elevar el tono de las declaraciones puede resultar peligroso.

Eso se siente en las calles. Cada discurso de cualquiera de las partes en conflicto eleva el malestar entre los ciudadanos. Las manifestaciones y las guarimbas (bloqueos de calles con escombros, llantas y basura) exaltan los ánimos. “Nunca pensé que esto iba a pasar. Darnos golpes y patadas durante un mes y quién sabe hasta cuándo. No me gusta el Gobierno, pero alguien tiene que parar a los guarimberos”, dice José Raúl Peña, oficinista de 27 años que vive en Caracas.





“No me gusta la guarimba, me irrita no poder pasar por las calles. Con eso no estamos logrando nada sino que nos repriman más. Hace una semana quise ir a la iglesia acá en Chacao y tuve que salir corriendo junto con mi mamá, una señora de 71 años. Llegó la Guardia y empezó a disparar bombas lacrimógenas”, dice Yelizta Guerrero, 45 años, maestra.

Gustavo Cisneros, presidente de la junta directiva de la Organización Cisneros, expresó su preocupación por la situación actual de Venezuela en un artículo escrito para el periódico El País, de España. “Desgraciadamente, hoy la intolerancia y la desconfianza, así como el ánimo de confrontación visto en nuestras calles, parecen reinar en el país”.

No es la única voz que se alza para advertir sobre los graves riesgos que corre el país. Vladimir Villegas, periodista, exdiputado, exmiembro de la ANC, exvicecanciller de Medio Oriente, Asia y Oceanía y exembajador de Venezuela en México y Brasil, escribió en una columna en el periódico El Nacional: “Estamos a tiempo de actuar para evitar que esto se salga del control. Estamos a tiempo de evitar que nuevas vidas sigan siendo apagadas, y que el ciclo violencia-represión-violencia opaque cualquier posibilidad de sentar en la mesa a quienes tienen hoy la responsabilidad histórica de darle a Venezuela la oportunidad de que sus hijos diriman sus diferencias más con el cerebro que con el hígado”.

Un estudio divulgado por el director del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), Roberto Briceño León, señala que el país ha vivido tres ciclos de violencia entre 1980 y 2011. “El primer ciclo de crisis se presentó entre 1989 y 1992, años en que se produjeron el Caracazo y los intentos de golpe de Estado liderados por Hugo Chávez; el segundo ciclo se dio en la estabilidad democrática de 1994 a 1998, y el tercero se activó de 1999 a 2011 (gobierno de la Revolución bolivariana)”.

A juicio de la psicóloga social y criminóloga Magaly Huggins, la impunidad es la principal causa de la violencia en el país. “La violencia se ha generalizado como forma de relación porque no hay políticas públicas”, señaló recientemente la experta.

Analistas consultados por El Espectador coinciden en que hoy la situación se vislumbra más grave que en otras épocas, pues la escalada de violencia podría profundizarse si no se produce un verdadero diálogo. Para la historiadora Margarita López Maya, “el gobierno de Nicolás Maduro se ha caracterizado por no permitir ningún tipo de protesta o disidencia. Si se da alguna manifestación, ésta es reprimida muy rápidamente y con todo vigor. Esto no lo había hecho el chavismo antes. Van casi 30 muertos, más detenidos y cientos de heridos, en un escenario violento que pareciera no va terminar pronto”.

El gobierno de Nicolás Maduro llamó a la Conferencia por la Paz a sus antagonistas y no ha tenido éxito. La oposición, dividida entre beligerantes, como los dirigentes Leopoldo López y María Corina Machado, y moderados, como Henrique Capriles Radonski, luce desdibujada y sin mayor incidencia en el accionar del movimiento estudiantil y en la base radical que aún permanece en las calles de las principales ciudades venezolanas. Sin interlocutores válidos entre los bandos en disputa, la crisis venezolana arrecia y la democracia pareciera estar cada día más fracturada.

“Con la violencia en ascenso, la situación en Venezuela ha alcanzado un punto insostenible al cual no podemos ser ajenos. Más allá de cualquier ideología, el país exige una reconfiguración y toma de decisiones inmediata, que nos permita definir el rumbo que Venezuela necesita tomar para encontrar —de mutuo acuerdo— la senda de la paz, la reconciliación y el crecimiento”, escribe Cisneros.