Unidad de qué y para qué, por @felixseijasr

Unidad de qué y para qué, por @felixseijasr

FelixSeijasREsta simple palabra, unidad, posee un vasto poder utilizado para un sin fin de propósitos a lo largo de la historia. En Venezuela, el mundo opositor reclama unidad a sus líderes políticos, criticándolos de manera severa cuando sienten que sus acciones se alejan de ese camino tan frágil como lo es cualquier cosa cuya base sea un acuerdo de voluntades. Ahora bien, ¿de qué exactamente hablamos cuando hablamos de unidad?

“Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa”, pronunciaba en Angostura un Bolívar aun en sus treinta. Siete años antes, en el Manifiesto de Cartagena de 1812, el Libertador llamaba a la “unidad de mando” hasta conseguir la victoria y consolidar la independencia y la libertad.

Esta unidad invocada por Bolívar estaba orientada a la concepción e implementación de una estrategia única en dos vertientes relacionadas, la militar y la política, vitales para la consolidación de la independencia de nuestros territorios y su futuro como naciones libres.





En esta cruzada independentista, el Libertador jamás entendió la unidad como homogeneidad de caracteres, orígenes, estilos, vestimenta militar, o incluso pretensiones personales siempre y cuando estas no afectaran lo que realmente constituía la base de su concepción unitaria: la búsqueda de un objetivo común llamado independencia y Gran Colombia. Quién trasgrediera esa línea pagaría las consecuencias, aun siendo un grande como lo fue Piar.
Así, bajo este pacto de propósitos, pudieron convivir en armas las personalidades más disímiles que podemos imaginar, desde un Sucre hasta un Mariño, desde el soldado uniformado y bien entrenado hasta el descalzo que empuñaba un fusil por vez primera, quien a su vez entendía la independencia como la puerta hacia un futuro mejor, como la promesa de ascenso en la escala social.
La unidad de Bolívar constituyó una necesidad ante la existencia de lo que los patriotas consideraban un yugo opresor, así como los Aliados en las guerras mundiales surgieron por la necesidad de enfrentar a un ente agresor fuerte y organizado. Es decir, no hubiese existido un Libertador sin un colonizador y tampoco hubiesen existido los Aliados si no fuese por el surgimiento de la amenaza Nazi, así como nunca se hubiese conformado una Mesa de la Unidad Democrática (MUD) si no hubiese existido un Hugo Chávez.

Friedrich Hegel, destacado filósofo alemán, hablaba de la necesidad de trascender lo individual en favor de lo colectivo para el logro de la verdadera libertad, ideas que el marxismo-leninismo adoptó para justificar la unidad política y social de los pueblos a través de partidos únicos que reducían el juego a dos bandos, opresores y oprimidos.
Hugo Chávez utilizó este principio con gran eficacia al agrupar a un pueblo repleto de carencias alrededor de unas ideas que les brindaron la sensación de seguridad y empoderamiento, materializado en estructuras de participación que hasta entonces les eran cada vez más lejanas y ajenas. Chávez les brindó la sensación de hogar, de poseer un espacio que podían identificar como “suyo”.

Pero la consolidación de un “nosotros” necesita, por definición, la consolidación de un “ellos”, conformado por todo lo que no se pliegue a esa idea del “nosotros” aprisionada en un corsé de homogeneidad social.

En este proceso, el ciudadano común, las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones políticas, quedan artificialmente divididas en dos “bandos”, uno cohesionado y con la agilidad y la gran capacidad de maniobra que le brinda su concepción de mando vertical, y otro disperso y confuso en el que a sus componentes les cuesta dar pasos sin tropezarse entre sí, en un caos en el que el enemigo puede ser cualquiera.

Tuvimos que presenciar muchos tropezones, algunos de ellos realmente dolorosos, para que la idea de la unidad opositora se consolidara en una instancia que lograse brindar un ecosistema fértil, en el que pudiesen surgir acuerdos de planes y acciones para enfrentar a una realidad como lo constituye el fenómeno del “chavismo”.

Algunos se retuercen cuando escuchan que los grandes avances de la oposición, en el plano electoral, se han obtenido de manos de la MUD. Nada más cierto; los hechos hablan por sí solos. Es más, la magnitud de estos avances ha sido proporcional a la magnitud de la cohesión en la formulación y aplicación de estrategias que apuestan a presentar decididas y contundentes batallas en el terreno electoral. Sería un atrevimiento negar que de una u otra forma, con sus acentos y bemoles, la sana convivencia de los actores de la MUD durante los últimos procesos electorales materializó hechos de gran significancia, como lo fueron las primarias de 2012 y la reducción de la distancia electoral en justas presidenciales, que de más de veinte por ciento pasó a menos del dos por ciento. A pesar de todo esto, los ataques y las críticas mezquinas hacia la MUD llueven desde diferentes sectores, incluso desde lo interno.

Y es que para nadie es un secreto que la Mesa de la Unidad Democrática vive un proceso de ajustes, en el que un enfrentamiento de estilos, agudizado por la ausencia en el corto plazo de un proceso electoral, pareciera amenazar la continuidad de esta instancia vital en las pretensiones opositoras de llegar al poder. ¡Vaya desastre para la oposición si esto llegase a ocurrir! Para agregar mayor complejidad al asunto, por avatares del destino, este proceso de ajustes ha coincidido con un momento delicado en el plano político y social, en el que el mismísimo rival de la MUD muestra serias debilidades.
¿Puede la unidad sobrevivir a estas amenazas?, ¿Es posible que en ella puedan convivir estilos opuestos? Volvamos a Hegel; la unidad parte de la priorización del objetivo colectivo sobre los intereses individuales. El éxito de empresas como la de Bolívar y la de los Aliados, consistió en reconocer y manejar las diferencias de sus agregados, manteniendo como norte un objetivo común que todos reconocían como difícil de alcanzar sin la existencia de acciones coordinadas. No olvidemos que tal circunstancia hizo trabajar juntos a dos potencias con sistemas e intereses diametralmente opuestos, como lo son los Estados Unidos de América y la extinta Unión Soviética; y todo esto gracias a sólo un objetivo común, claro y vital, como lo era detener a los Nazis. Para ello, ninguno de los dos necesitó cambiar de uniforme ni alterar su estilo de lucha; sólo era requerida la coordinación de estrategias que lograra la suma de los esfuerzos individuales de las partes, que de esta forma se hacían colectivos.

De igual manera, los actores que conforman la MUD no tienen que cambiar de colores ni de estilos, basta con que sus acciones, cada una con la estética que les caracterice, se integren en un plano que trascienda al mero interés particular, el cual, por supuesto, tampoco tiene que ser abandonado del todo, sino más bien adaptado en la medida en la que el objetivo común así lo demande. Se está abogando por una sociedad plural, pues es de esperarse que la unidad deba consolidarse sobre tal pluralidad.

Cada estilo suma a una parte de la sociedad que se ve reflejada en él. Los partidos políticos, en su quehacer natural, deben trabajar por esa suma. Pero son estos mismos partidos quienes dentro de la MUD, deben concentrarse en cuidar la joya mayor, lo que constituye el verdadero total sin el cual todo, realmente, estaría perdido: la suma de las sumas.

@felixseijasr