Un gran porcentaje optaba por hacer especialidades en el exterior apoyados en programas como el sistema de becas Gran mariscal de Ayacucho y la amplia oferta que entonces ofrecían las embajadas de países de Europa y Estados Unidos.
Salir del barrio tenía un camino posible en las universidades públicas con niveles académicos reconocidos internacionalmente, sistemas de becas y la posibilidad de vivir en residencias estudiantiles de casas o edificios, cercanos a los centros de estudio.
Tales condiciones no significó entonces que esa generación no protestara. La lucha por cualquier intento a la violación de la autonomía universitaria, recorte presupuestario o reclamos de política nacional, estaban presentes en el ámbito estudiantil.
Grandes movilizaciones e incluso acciones de tipo violento nunca faltaron, generalmente lideradas por dirigentes juveniles pertenecientes a la izquierda universitaria.
La generación de los setenta y ochenta abrazó la utopía socialista e hizo su vida estudiantil al lado de causas como la de Vietnam, Cuba y Salvador Allende en Chile.
La caída del muro de Berlín y la Perestroika en la Rusia estalinista generaron una profunda crisis en aquellas ideologías que influyeron profundamente a las nuevas generaciones, que terminaron comprendiendo que al abrazar tales regímenes significaba identificarse con despiadadas dictaduras y sus grandes burócratas refugiados en lujosos palacios sobre la hambruna y la muerte de millones de seres humanos que solo los siguieron a punta de terror.
El llamado “socialismo real” terminó siendo la cara de la otra moneda del nazismo con muy pocas diferencias en su modelo más represivo e intolerante.
La juventud venezolana que hoy sale a las calles no se identifica con el “socialismo del siglo XXI” (comunismo según Fidel Castro) porque sus referentes en el mundo son Corea del Norte, Cuba y las dictaduras africanas, países todos sumidos en la pobreza y la represión.
En Venezuela Maduro y la cúpula militar que gobierna se ha empeñado en llevar a Venezuela por esa vía.
Hoy conceptos como la democracia, institucionalidad, libertad de expresión, libertad sindical, autonomía de poderes, son subversivos a los ojos del Gobierno. Por eso nuestra juventud estudiantil ha vuelto a ser subversiva, pero esta vez abrazando la causas de la democracia y la libertad.